Opinión

Las ratas abandonan el barco de Rubiales

El pasado domingo estalló una bomba tras el 'piquito' de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. Un suceso que des

  • Luis de la Fuente y Jorge Vilda aplaudiendo a Rubiales -

El pasado domingo estalló una bomba tras el 'piquito' de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. Un suceso que desencadenó una huida hacia delante del propio presidente de la RFEF. Ese fue el momento de elegir bando: quedarse en tierra con la veterana futbolista o subirse al barco de Rubiales con destino ninguna parte.

A esa embarcación se subieron Jorge Vilda y Luis de la Fuente. Su silencio cómplice durante toda la semana y sus aplausos del viernes durante el alegato de Rubiales lo demuestran. Pero, como bien dice la expresión, 'las ratas siempre son las primeras en abandonar el barco'. Porque los primeros en corretear desesperados por el pasillo del 'Titanic Rubiales' en busca de refugio han sido ellos: de romperse las manos frente al amado líder a ponerlo a parir cuando dejó de serlo.

Su silencio cómplice durante toda la semana y sus aplausos del viernes durante el alegato de Rubiales lo demuestran. Pero, como bien dice la expresión, 'las ratas siempre son las primeras en abandonar el barco'

Porque la única diferencia entre el viernes y el sábado ha sido la inhabilitación de la FIFA, que ha dejado a Rubiales fuera de juego durante al menos 90 días. Ayer decidieron no morder la mano de su jefe, que les daba de comer. Hoy han tomado exactamente la misma decisión tras su caída. Mientras Rubiales bramaba "no voy a dimitir" y repartía renovaciones contractuales frente a todos los asamblearios, el aplauso reinaba en la sala y el silencio cómplice en las redes sociales. Tras el anuncio de la FIFA, tocaba sentarse frente al Word para escribir algo que no diese demasiada vergüenza ajena. El resultado, evidentemente, es un fracaso absoluto.

Tanto De la Fuente como Vilda han demostrado ser poco fieles a sus principios. Ambos, llamados a estar al frente de vestuarios de élite, han demostrado una preocupante carencia de liderazgo. Porque un verdadero líder, si discrepa, hubiese dado la espalda a Rubiales pese a que este pudiese despedirle de manera fulminante. Otra opción igualmente digna hubiese sido caer junto a Rubiales si cualquiera de los dos hubiese determinado que es él y no Jenni Hermoso quien tiene razón. Pero lo que es inconcebible en un líder es arrimarse al sol que más calienta. Un veleta.

La mediocridad es lo que tiene: por mucho que Luis de la Fuente haya ganado una Nations League, se hace difícil verle al frente de un vestuario de Primera División, única categoría donde ganaría una cantidad cercana a la que ingresa como seleccionador. Lleva en la RFEF desde 2013, donde empezó con categorías inferiores para después ir escalando posiciones. Antes, la máxima categoría donde entrenó fue la extinta 2ªB, muy lejos de la élite.

"Ambos, llamados a estar al frente de vestuarios de élite, han demostrado una preocupante carencia de liderazgo. Porque un verdadero líder, si discrepa, hubiese dado la espalda a Rubiales pese a que este pudiese despedirle de manera fulminante"

El caso de Jorge Vilda es todavía peor: solo ha entrenado en la RFEF, donde ha ido escalando de categoría en los equipos femeninos. Por contextualizar, de consolidarse la oferta que le realizó Rubiales de forma pública -medio millón por año-, Vilda cobraría diez veces más que Jonatan Giráldez, entrenador del Barça Femenino, hoy por hoy mejor equipo del mundo. De ahí que no haya tenido pudor en pelotear a Rubiales mientras parecía que iba a seguir en el puesto y después repudiarle una vez se ha quedado solo.

En definitiva, los dos seleccionadores nacionales han decidido poner su situación laboral por delante de sus propios principios porque en el fondo saben que fuera de la RFEF hace mucho frío. Y para entrenadores sin experiencia en clubes de élite como ellos, todo lo que esté fuera de Las Rozas es Siberia. Pero si leen estas líneas, un consejo: si vuelven a subirse a un barco a la deriva, la única opción digna es la del capitán. O lo que es lo mismo, aceptar la decisión tomada y hundirse con ella.

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