Opinión

El retorno de Carlos Latre

Es evidente que un programa que se dedicase a rememorar la historia de España movería fielatos de polémica

  • Carlos Latre

El fracaso del programa Babylon Show de Carlos Latre, que debía ser el tercero en discordia entre La Revuelta de Broncano y El Hormiguero de Motos, no ha sido óbice para que el conocido imitador vuelva a Mediaset. Latre presenta ya mismo El rey del mando, programa nostálgico en el que se recordarán los mejores momentos de la cadena y esas cosas que se dicen cuando de lo que se trata es de tirar de archivo y llenar un espacio con algo que cueste poquito. Pero, ojo, eso no quiere decir que sea malo o que no guste porque la audiencia, pasablemente nostálgica de lo que pudo haber sido y no fue, es adicta a ver cosas de antes.

Quizá sea por aquello de que todo lo pasado fue mejor o, al menos, el tiempo ha hecho que lo parezca. Existe un afán de ver cosas que ya no existen más, una epidemia de nostalgia que se manifiesta en todos los órdenes – fíjense los políticos, todavía vueltas con Franco y el franquismo después de casi medio siglo del fallecimiento del Generalísimo – y que en Televisión Espantosa, verbigracia, se plasma en formatos como Cachitos de hierro y cromo. Es evidente que un programa que se dedicase a rememorar la historia de España movería fielatos de polémica, porque lo sucedido es para cada españolito como el DNI, personal e intransferible.

Pero cuando nos desplazamos a predios más gratos como la música, el teatro, el cine – ahí tienen Cine de Barrio – o cualquier otro sector que no levante ampollas en esa finísima piel que tienen los políticos cuando les recuerdas lo que pasó en realidad y no lo que a ellos les hubiera gustado que sucediera, la cosa cambia totalmente. Y la gente se deja llevar por esa dulcísima melancolía, la mejor venganza contra el presente como sentenció, sabio y cáustico Manolo Vázquez Montalbán. Latre tiene, a poco que la cosa esté bien hecha, un éxito en sus manos. Hablar de la historia de Telecinco será hacerlo de Emilio Aragón, las Mama Chicho, El juego de la Oca, las Cacao Maravillao, Jesús Puente y su Media Naranja, Manolo Escobar con Y es que goles son amores, las Hermanas Valverde y de todo aquel mundo de colorinchis vivísimos.

Se han dicho muchas cosas de Telecinco, pero lo cierto es que la cadena amiga vino para quedarse y así como a otras – Antena 3, por ejemplo – les costó Dios y ayuda hallar un espacio propio, Telecinco, en cambio, nació sabiendo lo que quería ser de mayor

Era una televisión a la italiana hecha por un genio llamado Valerio Lazarov, con quien tuve el gusto de trabajar, y que sabía más de tele que el resto de directivos de España. Valerio tenía claro que la gente cuando llegaba a su casa cansada de un trabajo posiblemente estúpido, de compañeros de trabajo insoportables, de jefes más tontos que un grillo cebollero, de competidores cirrípedos y de que le dolieran las muelas, lo que quería era distraerse. Nunca aspiró a nada más ni se les daba de intelectual, ni siquiera de ser quién más sabía de televisión. Pero no hay ni habrá otro como él. Se han dicho muchas cosas de Telecinco, pero lo cierto es que la cadena amiga vino para quedarse y así como a otras – Antena 3, por ejemplo – les costó Dios y ayuda hallar un espacio propio, Telecinco, en cambio, nació sabiendo lo que quería ser de mayor.

Por eso, El rey del mando puede tener audiencia. Lo programan demasiado tarde, quizá, después de Calleja, pero hoy en día la gente ve la tele cuando le da la gana gracias a las plataformas y malo será que todos no nos dejemos caer un momento u otro para recordar una televisión agradable, divertida, profesional y, desde luego, nada normativa según el pacato concepto de la mujer, el hombre, el sexo líquido, la resiliencia, el cambo climático y el Dios que nos menea que han impuesto las Pías Damas del Ropero podemíticas. Aquella televisión era pura libertad y si bien no era el National Geographic no le hacía puñetera falta. Entretenía a la gente y la hacía olvidar, siquiera unos momentos, esa vida durísima que nos obligan a llevar los que ahora, para más INRI, se revisten con togas de austeros y anti heteropatriarcado. Bueno, menos a los que pillan con las manos en la masa, ustedes ya me entienden.

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