Opinión

Sánchez, como Zapatero

Son ya tres los meses del presente año en los que la recaudación tributaria cosechada por la Agencia Tributaria ha disminuido respecto a la que cosechó en el mismo mes del pasado ejercicio. En efecto, tanto en enero como en mayo y junio,

  • Sánchez y Zapatero -

Son ya tres los meses del presente año en los que la recaudación tributaria cosechada por la Agencia Tributaria ha disminuido respecto a la que cosechó en el mismo mes del pasado ejercicio. En efecto, tanto en enero como en mayo y junio, los ingresos tributarios han sido menores que en 2022 produciéndose unas respectivas reducciones de 7,5%, 5,9%, y 0,7%. Como consecuencia, durante el primer semestre de 2023, la recaudación de la AEAT ha crecido exclusivamente al 3,8%, porcentaje claramente menor que los relativos al crecimiento habido en 2022 en comparación con 2021 -14,4%- y en 2.021 comparado con 2020 -15,9%-.

Toda vez que no ha existido rebaja de impuestos, es evidente que la ralentización de los ingresos que recauda la AEAT refleja una tendencia depresiva en la economía española, la perciban o no y la quieran reconocer o nuestras autoridades económicas. Es más, el frenazo en la recaudación sería aún mayor de no ser porque lo conseguido en el IRPF ha crecido un 11,1%, pero ya se sabe que una buena parte de este aumento obedece a la subida implícita del impuesto debido a la decisión del Gobierno en orden a no deflactar su tarifa y los importes de aquellos parámetros que se establecen en cuantías monetarias. Quiere decirse que, si el Gobierno no siguiera recurriendo al uso de la inflación como impuesto, la recaudación tributaria de la AEAT estaría poco menos que estancada. El aviso es claro, nuestra economía ofrece síntomas de debilidad. Y es en los propios informes de la AEAT donde pueden verse confirmados los reseñados síntomas.

Un ejemplo lo encontramos en la evolución de la demanda interior, que habiendo crecido un 12% en 2022 está limitando su crecimiento en 2023 al 6,7%

Es así porque, pese a que en su literatura siempre se intente trasladar una imagen forzadamente optimista de la evolución económica, determinados datos vienen a contradecir el intento. Un ejemplo lo encontramos en la evolución de la demanda interior, que habiendo crecido un 12% en 2022 está limitando su crecimiento en 2023 al 6,7%, prácticamente la mitad de lo que creció en el año anterior. Dada la intensa correlación estadística positiva que existe entre demanda interior y recaudación tributaria, la atonía en el comportamiento de la primera no augura buenas expectativas para la segunda. De hecho, la recaudación obtenida en el primer semestre del año en el Impuesto sobre Sociedades, en el IVA y en los Impuestos Especiales no llega al 50% de los importes presupuestados para todo el año. Cierto es que en el primero de los citados -Impuesto sobre Sociedades- es el segundo semestre en que siempre reporta más ingresos, pero es que entre enero y junio de este año solo se ha recaudado un 51% de lo que se recaudó en el primer semestre de 2.022.

De manera que la economía española se estanca y con ella también la recaudación tributaria de la AEAT, circunstancia que a suponer dificultades añadidas para lograr la obligada reducción del déficit público y de la deuda pública hasta cumplir con las reglas fiscales de la Unión Europea, que es una obligación de la que no vamos a estar eternamente exonerados. Como simultáneamente nos enfrentamos al problema que representan los nuevos gastos públicos de carácter estructural que irresponsablemente se fueron aprobando en la legislatura pasada, la encrucijada a la que nos enfrentamos no es menor. Es lo que tiene gobernar sin mesura, sin cabeza y sin responsabilidad.

El mayor programa de recortes de la historia

Sucede sin embargo que, más que posiblemente, el problema le va a estallar a quien lo ha creado. Si es Pedro Sánchez el que logra la investidura, será quien deberá enfrentarse al berenjenal que él mismo ha ido cocinando en los últimos cinco años. Ante este escenario, es imposible dejar de imaginar que le pueda ocurrir como a Zapatero al que sus propias decisiones, también ayunas de mesura, cabeza y responsabilidad le llevaron a verse finalmente obligado a promulgar el Decreto-Ley de mayo de 2010 que contenía el mayor ajuste o recorte económico de nuestra historia reciente. Y también es imposible obviar que, por lo anterior, Sánchez pueda acabar como acabó como Zapatero, rechazado por sus propios correligionarios como cabeza del cartel electoral que siguió a sus recortes y causante máximo de la monumental hecatombe de su partido en las elecciones de 2011. Que se ate los machos Sánchez, pues parece que vienen curvas habiendo dejado él sin frenos al coche que conduce.

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