Opinión

Sánchez invoca el fantasma de las elecciones anticipadas

Lo mejor llegó al final, con Javier Merino, un modesto peón de la cuadrilla de Feijóo, encargado de darle la bienvenida a Óscar López, el flamante titular de Transición Digital. No lo saludó como al

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

Lo mejor llegó al final, con Javier Merino, un modesto peón de la cuadrilla de Feijóo, encargado de darle la bienvenida a Óscar López, el flamante titular de Transición Digital. No lo saludó como al "nuevo Escrivá', su predecesor, sino como "Óscar Puente dos". Ha dejado Moncloa para sumarse a la jauría del ladrido. Cuanto más alto mejor. "Saca a Begoña de la ecuación", telefoneó López a Barrabés cuando estalló el escándalo de la cónyuge imputada. Escaso de reflejos y torpón en la brega dialéctica, el señalado apenas logró balbucear, con tono entre melifluo y medroso, lo de 'bulos, fango' y demás jaculatorias fabricadas en el mismo despacho que acaba de abandonar. ¿Este era el cerebro que dirigía el Ala Oeste? ¿Éste, el jefe de estrategias del Gabinete? El modesto Merino lo apuntilló con la famosa frase de 'Puente dos" referida al 'gran jefe': "Este tío nos lleva al desastre".

Y se acabó. La primera sesión de control de la temporada no logró retener a su protagonista más que 19 minutos en el escaño. Sánchez, tras despachar las tres preguntas de rigor con esa displicente desgana que va en aumento y con esas caras de 'a mí que me registren' en las que insiste cuando le preguntan, no estaba para debates. Quería hacer ostensible su desprecio por el Legislativo. Ni siquiera mencionó su Plan de Acción por la Democracia, la tortuosa criatura emergida del laboratorio tenebroso de Bolaños, (una variante castiza del Igor de El jovencito Frankenstein) que mereció la frase del día, a cargo del líder de la oposición: "Censura y persecución a quien ose criticarle. No se veía una cosa así desde Franco". El hábil gallego le da la vuelta al topicazo y le sacude al narciso con lo que más duele. Toma franquismo, toma Cuelgamuros, toma memoria democrática. Ahí la tienes.

Presidente a la fuga

El interpelado, con su mueca de chulángano de billares de Tetuán, esgrimió una de sus frases manidas sobre "el Gobierno optimista y la oposición avinagrada" y se dio por satisfecho. Ni siquiera insultó, ni siquiera mencionó a Ayuso, ni siquiera arremetió contra Madrid. Algo está pasando. Sánchez tiene cuatro veces más asesores que el premier británico y una escuadra de expertos que desborda el campus de una universidad americana. No le luce el pelo. Esto solo lo arregla Broncano, tan de su cuerda, tan ocurrente, tan de bromas podemitas de desparpajo ultraprogre. Mejor le iría al sumo mandarín si fichara a sus guionistas. Por eso escapa a las prisas del Congreso, por eso no acepta en más entrevistas que en la Ser (y similares), por eso no admite preguntas en las comparecencias, por eso es incapaz de cumplir con lo que reclama su ley antifango sobre la celebración anual del debate del estado de la Nación (tan sólo ha concedido uno en seis años), por eso ha hinchado su agenda con viajes al exterior.

Bolaños bosteza, el Congreso sestea

La mañana discurrió con las estridencias al uso y la esterilidad política habitual. Los churros, de la cafería, bien. Bustinduy aterrizó el primero en la sala, como casi siempre, con esa cara de comisario político que no se le borra ni con el madrugón. Enrique Santiago, obsesionado con indultar las injurias al Rey, lo hizo casi sobre la hora, junto a Íñigo Errejón, estajanovista ejemplar, aún con olor a sábanas bajo las gafas. Sánchez había llegado sonriente junto a María Jesús Montero, toda vestidita de blanco, como Carmen Fúnez del PP, que se dirigió a Bolaños como Ábalos, un lapsus muy celebrado. Ni siquiera ese desliz logró rescatar al triministro de su modorra. Hasta se le pilló bostezando mientras berreaba maría Jesús Montero, toda abrasadita, con cara de fusible, dispuesta para perder la silla en cuanto se cierre la inminente crisis de Gobierno. Se olvidó de los estridentes gestos y los aplausos desaforados en cuanto su jefe desapareció del lugar. Se le puso cara de sentenciada, se le nubló la mirada y se encogió en su asiento, como quien contempla, aterrorizada, cómo se aproxima la nube negra del implacable cese.

El número tres del partido, este Santos Cerdán que fichó a Koldo y suplicó a Puigdemont en Suiza, sonreía en su escaño con cierto aspecto de zangolotino culpable. Este hombre no sabe disimular

El tema del día, esto es, el plan para cerrar medios, perseguir periodistas disidentes, hostigar a la prensa independiente, apenas inspiró a sus señorías, que se desparramaron por diferentes senderos, mayoritariamente el cuponazo a los golpistas catalanes y la amenaza de la inmigración. Se coló de rondón, sin embargo, un elefante que no aparecía en la lista de invitados. El de la posibilidad de elecciones anticipadas. Fue el propio Sánchez quien sacó el tema, quien agitó la pesadilla, quien invocó al mostruo indeseado. No estrictamente el de las urnas, sino el de la duración de su mandato. Lo hizo en respuesta a Rufián, desatado contra Puigdemont. "Un fantasma recorre el Hemiciclo, el de la derecha/ultraderecha, que se está conformando entre PP, Vox y Junts", espetó, muy acertado, el aprendiz de orate de ERC. Y lanzó una advertencia al presidente: "Usted puede pasar del Legislativo, pero es como si un paracaidista pasa del paracaídas. O es un mentiroso o un insensato". La amenaza de la moción de censura se plantó en el corazón del debate. Y la inevitable respuesta, convertida ya en la letanía recurrente del PSOE: "Se cumplirá la legislatura, nos quedan tres años, se les hará muy largo". Lo fueron repitiendo diversos oradores durante la mañana, en tedioso soniquete que sonaba a plegaria. Tanto se empeñaban en negarlo, que la cuadrilla del progreso manoteaba por los pasillos del Congreso como perseguida por una fiera bandada de urnas cual los pájaros de Hitchcock

Ester Muñoz, la briosa diputada leonesa, luego de referirse a la 'operación Cerdán' que husmea por las cloacas datos sobre empresarios y periodistas, fue la encargada de poner el as de bastos sobre la mesa: "Todo régimen cae y éste va a caer". El número tres del partido, el que fichó a Koldo y suplicó a Puigdemont en Suiza, sonreía en su escaño con cierto aspecto de zangolotino culpable. Este hombre no sabe disimular. Va clamando a gritos un "he sido yo, ¿qué pasa?".

La jornada que se aventuraba como la apoteosis bautismal del engendro de la convivencia, la transparencia, la democracia que acaba de poner en marcha el Ejecutivo para controlar los medios, derivó en una desgastada ceremonia en la que la bancada azul ni siquiera logró entusiasmarse con los rebuznos de Puente. Cierto, puede llegar hasta el 27, como pretende. pero da la sensación de que a quien se le harán largos estos tres años va a ser el Ejecutivo. Bastaba con mirarle a los ojos a Miriam Nogueras para deducir que el prófugo de Waterloo, sumido en un rencor insuperable, tiene ganas de venganza. ¿Por qué amnistían a todo el mundo menos a mi?, pensará.

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