Opinión

Sánchez incendia España (y los sindicatos tocan la lira)

La situación se degrada a velocidad de vértigo entre rectificaciones y volantazos internacionales y en medio de una crisis económica que amenaza con dejar a España hipotecada para las próximas décadas

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez ha demostrado en los últimos días ser un auténtico pirómano en Moncloa. Desde el Sáhara a las carreteras, desde el campo a los combustibles, si algo puede empeorar, este Gobierno lo logra. Y mientras Nerón incendia España, los sindicatos –más subvencionados que nunca- tocan la lira

La situación en España se está degradando en los últimos días a velocidad de vértigo entre desautorizaciones y rectificaciones de los miembros del Gobierno y volantazos internacionales inexplicables que dejan la sensación de que no hay nadie al mando en Moncloa en medio de una crisis económica que amenaza con dejar a España hipotecada para las próximas décadas o generaciones.

La guerra de Ucrania dejó en evidencia las costuras de un Gobierno en el que cinco de sus ministros pusieron pegas a enviar armas a Kiev para defenderse de la invasión rusa y que, incluso, llegaron a convocar manifestaciones contra la OTAN mientras tres millones de personas huían de las bombas de Moscú y otros cientos de miles se encerraban en refugios a la espera del golpe final.

En medio de la crisis energética acelerada por la invasión -por mucho que los gurús de Moncloa quieran culpar exclusivamente a Putin del precio del megawatio y del gas, la escalada viene de lejos- Sánchez no  tiene ninguna prisa por tomar medidas para intentar contener la subida que ahoga a las familias vulnerables, al transporte, a la pesca, a la industria y a los agricultores.

Al contrario que otros gobiernos como Suecia, Polonia o Portugal, nuestro presidente retrasa cualquier medida hasta el 29 de marzo porque, insiste como dijo cuando se negó a bajar el IVA de las mascarillas en plena pandemia hasta que los hechos le desminitieron, necesita la luz verde de Bruselas.

Cuando la gente del campo se moviliza ante el abandono y la subida de todos los insumos, la respuesta del Nerón de Moncloa es ordenar a sus terminales políticas y mediáticas que descalifiquen la protesta. Tomando la parte por el todo, los Óscar Puente y los Vallines de turno se aferran a una foto de cuatro caballistas para caricaturizar una manifestación en la que según el propio Gobierno había 150.000 personas y según los organizadores, 400.000. Demasiados ‘marqueses’ en la calle.

No serán los sindicatos los que presionen para revertir esta situación. Subvencionados cada vez más por Díaz, CCOO y UGT tocan la lira mientras Nerón-Sánchez incendia todo lo que toca"

Con los transportistas ha sucedido lo mismo. Ignorando que llenar un camión con estos precios es condenar a no llegar a fin de mes, Sánchez y su Gobierno han ignorado la protesta y han seguido la misma táctica: no era una huelga sino un paro de organizaciones minoritarias infiltradas por la ultraderecha que solo querían poner en aprietos al Ejecutivo incendiando las calles.

Pues bien: la primera negociación de la inefable ministra de Transportes con las asociaciones que no estaban en huelga ha conseguido lo impensable en apenas unas horas. Ahora se han sumado a la huelga de los supuestos “ultraderechistas” y el paro ya es una huelga en toda regla a la que, además, se ha sumado la paralización de la flota pesquera desde Galicia a Andalucía. El desabastecimiento de las estanterías es ya más que una amenaza tras la intervención de la señora ministra.

Otra de sus compañeras en el Consejo, Teresa Ribera, ayer se desdecía apenas cuatro días después de anunciar que toparía el precio de la energía a 180 euros. Tras el rapapolvo de Berlín ha reculado, dejando otra vez en evidencia que no hay nadie al timón de esta nave a la deriva llamada España.

La vicepresidenta Nadia Calviño también se ha sumado al festival de la rectificación en apenas una semana: ya no habrá bajada de impuestos a los combustibles como prometió a los presidentes autonómicos en la conferencia pasada de La Palma. Ahora anuncia, ante el estupor de los gobernantes regionales, que “se estudiarán” ayudas directas…

Y en todo este aquelarre de anuncios, rectificaciones y acusaciones a colectivos que protestan porque ven que no llegan a fin de mes, solo faltaba el volantazo histórico en el Sáhara. Cuarenta años de política exterior desaparecen de un plumazo en el peor momento por un motivo que el presidente del Gobierno no explica y que no se logra intuir en una carta desvelada por el sátrapa de Rabat.

En mitad de la crisis energética más grave desde 1973, Sánchez decide –y así lo anuncia Marruecos- reconocer la marroquinidad del Sáhara e irritar a nuestro principal suministrador de gas, Argelia, que ya ha llamado a consultas a su embajador. Tras la sorpresa inicial, los analistas intentaron –algunos de buena fe y otros por inconfesables intereses-  explicar un giro histórico de 180 grados tomado sin consultar a la oposición ni al Congreso.

No puede ser, decían, que José Manuel Albares, el ministro ‘competente’ de este Ejecutivo que vino a poner orden en el descontrol de su predecesora González Laya, haya permitido este dislate. Pues sí: 72 horas después de asegurar que el régimen argelino había sido informado, Albares admite en una desabrida rueda de prensa incomodado por las preguntas de los corresponsales españoles en Bruselas, que no, que nadie había informado a Argelia del cambio. Y dependemos más que nunca de su gas…

En fin: con las carreteras colapsadas por las protestas a las que se suman nuevas organizaciones, la flota pesquera parada, el campo movilizado y “en ruina” mientras se les acusa desde el PSOE de ‘señoritos’ y ‘marqueses’, el Gobierno anunciando medidas para bajar los precios de la energía que apenas duran unas horas y con la amenaza de que Argelia –que negocia estos días los precios- aumente aún más el coste de su gas por el giro inexplicado e inexplicable en el Sáhara, España necesita urgentemente alguien en Moncloa que apague los fuegos y no que eche gasolina a los incendios. 

Y, desde luego, no serán los sindicatos los que presionen para revertir esta situación. Subvencionados cada vez más por Yolanda Díaz y su Ministerio, CCOO y UGT, agradecidos, tocan la lira mientras Nerón-Sánchez incendia todo lo que toca. ¿Alguien puede imaginar cómo estarían las calles si esta crisis tuviera lugar con un Gobierno del PP y Vox en Moncloa? Vayámonos preparando. Las elecciones pueden estar a la vuelta de la esquina.

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