Opinión

Sánchez y Albares, dos cerebros cocidos por la calor

Sólo aquellos que han cronificado su ideología y la han transformado en una religión pueden aplaudir las memeces que se escuchan en esta campaña andaluza

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares

Fue en el Mundial de fútbol de 2002 en Corea del Sur y jugaba un partido de cuartos de final la selección española que entonces entrenaba José Antonio Camacho. Aquella selección era tan gaseosa como esta de Luis Enrique, que ya era entonces un tipo echado palante, sobrevalorado y justo en sus objetivos, que es marca de la casa. De los españoles, quiero decir.

Creo recordar que comentaban el partido José Ángel de la Casa y un Alfredo Di Stéfano que, temeroso e impaciente, empezaba a temerse lo peor ante las evoluciones -¿se dice así ahora, no?- del propio Luis Enrique, Valerón, Albelda y Mendieta. Lo intentaban una y otra vez pero con poca suerte, que es como sabrá el amigo lector otra marca reconocible de la casa. De España, vamos. Aquel petardo de partido se desarrollaba ante la santa contención de José Ángel y la evidente mala leche de Di Stéfano, que no perdonaba errores de patio de colegio. Llegó un momento en el que don Alfredo ya no pudo aguantar más y, buscando una explicación que no fuera reconocer la impericia de los nuestros, sometidos al juego y a un robo de libro de los árbitros para favorecer a Corea del Sur, anfitriona del Campeonato, rompió el silencio que siempre trae consigo la desesperación, de esta manera.

-No le den más más vueltas, la culpa es de la calor, que ablanda y cuece los cerebros.

Objetivo de Sánchez: superar a Susana Díaz

Me parece que esta una buena forma de explicar lo que pasa estos días. Sólo dando por bueno que los cerebros están cocidos podemos entender que haya tipos por ahí diciendo sandeces en ruedas de prensa y mítines en los que el respetable -también con el cerebro cocido por la calor-, aplaude a rabiar mientras grita un bravo tras bravo.  Dentro de una semana sabremos si las encuestas que dan ganador al PP en Andalucía se han confirmado. Si no fuera así, el fiasco será grande, porque no hay ninguna que anuncie otra cosa que la victoria más o menos amplia de Juanma Moreno. Bonilla, como le llaman estos días los socialistas, es un político con alma de torero sobresaliente, que ha sabido aprovechar bien la oportunidad de torear decorosamente en esa plaza de primera que es Sevilla. Si el resultado es otro, los institutos demoscópicos se cubrirán de gloria, pero al grito de mal de mucho consuelo de tontos. Otra marca muy apreciada por estos pagos.

¿Por qué esconden los votantes socialistas?

Curiosamente, es el propio candidato socialista quien, sin reparar en el mensaje inconveniente que envía a los suyos, está confirmando estos resultados de los sondeos y que sólo ofrecen dudas sobre si el candidato del PP podrá gobernar en solitario. Juan Espadas es persona afable, seguramente moderado y poco dado al circo. Lo digo porque, cuando lo veo que salta a la arena y se ve obligado a hacer un papel que no es el suyo, resulta increíble e inquietante. Me recuerda en algunos momentos a Ángel Gabilondo metido a meritorio de Pablo Iglesias en los debates de televisión.

Cada vez que Espadas asegura que el voto oculto dará la vuelta a los sondeos que lo sitúan por debajo de Susana Díaz está enviando el peor de los mensajes posibles: que los andaluces se avergüenzan de confesarle al encuestador que van a introducir en el sobre la papeleta del puño y la rosa. Nunca el votante andaluz socialista ocultó su voto. Es más, lo exhibía con orgullo y largueza. Pero ya no.

¡Dientes gratis para los andaluces!

En esa tierra, por más que Sánchez anuncie que se dispone a poner dentaduras gratis, hay poco que hacer para un partido que, de parecerse a algo o a alguien como decían sus dirigentes, es a Sánchez más que a España. Si alguna vez fue así, fue antes y ya no. Decía el torero: Primero yo, luego naide, en despué, t´os los demá.  Si, Pedro, sí. ¡Dientes y muelas gratis para los andaluces! Hay que tener valor para hacer un anuncio así a una semana del día de las urnas.

Pero hay más. En ese mismo mitin, y cuatro años después de llegar a La Moncloa, se dio cuenta de la situación de la sanidad pública, y por eso proclamó ante sus incautos compañeros que hoy martes, en el Consejo de Ministros, aprobará una ley que evite la privatización de la Sanidad pública. El mitin no el ámbito adecuado para que alguien pregunte por la última e inexistente privatización de un hospital público. Qué más da, caña al mono hasta que hable inglés.

Los andaluces que van a votar a Espadas, y los que no, también saben que sus hospitales y centros de salud siguen siendo públicos incluso con el PP en la Junta. Y saben también que el Gobierno no aprueba leyes, que ese es el trabajo Parlamento. Sólo desde un cerebro cocido en el que se mezclan con naturalidad los poderes del Estado se puede explicar que alguien diga una barbaridad como esta. Y sólo aquellos que han cronificado su ideología y la han transformado en una religión pueden aplaudir una memez de este jaez.

Los peores momentos de Albares

No es el único. El ministro de Exteriores vive sus peores momentos. Se tambalea. Recibe anuncios premonitorios de lo que le puede pasar desde la prensa “bien informada”, y lo digo porque es el Gobierno el que informa, claro. Ya no goza de la confianza del jefe. Y quizá por eso se ha despachado culpando a Argelia como única responsable de la actual tensión. Lo he escrito muchas veces; no hay peor cosa que tomar a la gente por gilipollas. O sea, en una decisión personal Sánchez entrega el Sahara a Marruecos y resulta que Argelia es la única culpable de la confrontación. Si continúa como ministro de Exteriores después de asegurar que el Ejecutivo español "no ha tomado ninguna decisión que afecte a Argelia", entonces mejor hubiera sido dejar a Arancha González Laya. Con ella al menos no había que soportar estos ridículos espantosos.

Cuando la actualidad y la realidad no coinciden, suele aparecer la exageración. Y tras el desenfoque, la superchería. Y debe constar aquí que esta sí que no es marca de la casa. Afecta a Sánchez y a sus ministros. Parace que el domingo se lo van a recordar en Andalucía.    

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