Mientras en otras comunidades autónomas se buscan soluciones, y ahí tienen a la presidenta Ayuso, ejemplo de sentido común, el Govern se ha pasado la crisis echando pelotas fuera. Primero, negando la mayor y diciendo que esto del coronavirus no afectaría a Cataluña. Los periodistas éramos unos plumillas y todo estaba bajo control. Luego, la consejera de Sanidad, a pesar de su mente nublada por un mar de esteladas, empezó a decir banalidades. No sabía – ni creo que sepa – el número de camas de UCI disponibles ni los protocolos que se aplican, porque existe el del Estado y el elaborado por la propia Generalidad, que no tienen nada que ver. Tampoco ha dicho ni mú acerca de la carencia de medios en hospitales, de que la falta de pruebas del coronavirus al personal sanitario ha convertido a los propios hospitales en fuente de contagio, o que existen Centros de Atención Primaria que han tenido que cerrar por no tener personal no afectado. A ella, ¿qué le cuentan? Con hacerse fotitos con la estelada bastaba para acceder al cargo, pues solamente se exigía sumisión a la secta y no capacidades o competencias. Ese es el nivel, el rasero, esa la causa de este caos.
La tal consejera, Vergés, no ha dicho ni dirá que por culpa del Gobierno al que pertenece hay médicos que se envuelven en bolsas de basura por no disponer de nada más para protegerse, que el teléfono de asistencia para el coronavirus no contesta, que nadie viene a visitarte a tu casa, que en las residencias de ancianos se están confeccionando ellos mismos mascarillas con kleenex y plástico, que no se hacen pruebas preventivas para poder aislar a los portadores, en fin, que han dejado a la población catalana abandonada a su suerte, recluyéndose en sus despachitos para lanzar la mierda de siempre: España tiene la culpa, España no trae mascarillas, España nos manda al Ejército, España se salta las competencias, España no ha querido convocar la mesa de diálogo. Es preciso un odio enfermizo para decir tales cosas cuando somos la segunda comunidad en número de contagios y muertos.
Los empresarios están empezando a bajar la persiana porque no hay más cera que la que arde, y suerte tendrán si salen solo arruinados pero con la salud intacta
Pero les da igual. Los tuits acerca de los fallecidos en Madrid, que luego borran cobardemente, porque son así de miserables y de gentuza, o los comentarios acerca de que las mascarillas las ha secuestrado España son lo único que saben hacer. Eso, y fingir ignorar que sus predecesores privatizaron la sanidad catalana en beneficio de unas mutuas privadas sin medios ni personal para sustituir a la pública. Son los que te miraban con cara de suficiencia cuando denunciabas que a quién se le ocurría poner de consejero de sanidad a alguien que provenía del sector de las mutuas, Boi Ruiz, los mismos que te llamaban mal catalán por señalar que Bellvitge, el Clínic o Parc Taulí cerraban quirófanos, Ucis y plantas enteras mientras ellos gastaban millones en la promoción de su república racista.
Los empresarios están empezando a bajar la persiana porque no hay más cera que la que arde, y suerte tendrán si salen solo arruinados pero con la salud intacta. No hay palabras para calificar a esta tropa de niños bien, hijos de franquistas de comarcas, señoritos de gintónic pagado a precio de oro en hoteles de lujo, previa subvención. Y ahora dicen que la sanidad se puede colapsar en una semana. ¿En una semana? Ya lo está, inútiles, y si se aguanta es porque la calidad humana y profesional de nuestro personal sanitario no tiene parangón. Y no de ahora, no, que yo he visto hace cuatro años a todo un jefe de cirugía interna, una eminencia, salir a buscar una sonda gástrica por todo un macro hospital porque no había existencias y tener que fabricarme una en plan manualidades, o a una enfermera llevar las tijeras atadas con una cuerda a su bata porque, si no, le volaban. He visto a limpiadoras quejarse de no disponer de lejía, a la persona que me bañaba hacer doble turno porque no se cubrían bajas, a encargadas de cambiar las sábanas protestando porque no había repuestos limpios, a médicos desesperados porque su vacante, tras jubilarse, tampoco se cubría y departamentos importantísimos como neurología se quedaban solo con una persona. Plazas amortizadas, decían los gerentes que, en no pocos casos, eran despedidos por sus maneras de truchimán para ir, miren por donde, a recalar a otro hospital para continuar con sus tropelías tan ricamente. Su balance de gestión: recortes y más recortes. Eso sí, todos con el lacito amarillo en la solapa.
Cataluña está en manos de unos desalmados que no merecen el menor respeto. Los ERTEs que van a ir en cascada son culpa suya, de sus inútiles, de sus orates. Pero hay algo peor. Los muertos, en buena parte, también lo son. Es la triste consecuencia de ser enanos en momentos en que se precisan gigantes. Así que la sanidad se colapsará. Vaya, vaya. ¿Ahora os dais cuenta? Malditos seáis. Malditos todos y malditos quienes os han permitido llegar hasta aquí.