Si en el PSOE hubiera templanza, es decir, si los que mandan ahí y ahora mantuvieran un cierto equilibrio sobre sus voluntades y pudieran moderar sus instintos de terminar con el disidente, sublimar sus desbocadas pasiones de poder y ansias de pasar a la historia y, de paso, controlar sus impulsos a la hora de buscar la verdad; si así fuera, se lo habrían pensado mucho antes de arremeter contra el ciudadano Nicolás Redondo Terreros. Un socialista, un votante socialista y un militante socialista que está amenazado de expulsión de un partido, el PSOE, que entendió a duras penas que antes de marxistas había que ser socialistas, y ahora en palabras de Nicolás, antes de socialistas, ciudadanos.
Probablemente cueste entenderlo a gentes que están ahí, en las comisiones de garantías y pureza ideológicas -¡qué aburrimiento, Dios!- con el único patrimonio de vivir asintiendo, y sin más oficio que el pan que les da la política, pero así es. A Redondo Terreros le han abierto un expediente porque no se fían de él, porque no parece socialista y porque ha aparecido en una fotografía junto a Isabel Díaz Ayuso días antes de las elecciones. Que alguien como Adriana Lastra, o parecido, vaya a entender sobre la pureza socialista de un hombre que se ha jugado la vida y su pan por las ideas que antes tuvieron su padre y su abuelo, también socialistas, nos da una idea de en manos de quien está el partido de Sánchez. Sí, y digo bien, el partido de Pedro Sánchez. Ni de los militantes, a los que se les consulta cuando conviene -todavía están esperando los militantes madrileños decir algo sobre el candidato a la las elecciones del 4M-; ni de los votantes, el escalón más importante y maltratado, y sin embargo el que te lleva y saca de Moncloa.
Si hubiera, ya digo, algo de templanza, habrían pedido explicaciones de por qué 100.000 votantes del PSOE echaron a la urna el 4-M una papeleta del PP. Si alguien ahí tuviera la libertad y el decoro político -la valentía es otra cosa-, hubiera dicho: Muy bien, veamos si hay que echar a Nicolás, pero antes cuéntennos por qué nos dejan de votar, no vaya a ser que la explicación esté en los artículos que publica y en las reflexiones que hace en la radio el compañero al que ahora queremos condenar.
Pero no, eso no ha pasado ni pasará en una Ejecutiva hecha a imagen y semejanza del que manda. Si en el PSOE hubiera justicia, alguien con criterio cogería los siete minutos que el viernes pasado enjaretó Nicolás Redondo Terreros en la antena de la Cope. En la página web de la cadena están, vayan ahí y escuchen un rato de radio con mayúsculas que ya quisieran hacer muchos que se dedican a estar delante de un micrófono.
Si un hombre que se expresa con esa educación y sosiego merece un castigo es que el ejercicio de la libertad se ha convertido en una actividad de riesgo dentro de un partido político
Si hubiera algo de justicia, y de valentía, cogerían ese rato de pura radio y se lo mandarían a todos los miembros de la Ejecutiva para que, una vez escuchado, valoraran si hay que echar del partido a alguien así. Para que ponderaran si un hombre como él es o no un ejemplo de lo que debe ser un socialista que, además de cumplir con su partido, es capaz de pensar por su cuenta. Si un hombre que se expresa con esa educación y sosiego merece un castigo es que el ejercicio de la libertad se ha convertido en una actividad de riesgo dentro de un partido político. Y da igual que se apellide Redondo que Álvarez de Toledo.
Si hubiera sensatez, y, lo que es más, si hubiera libertad, o mejor, si no hubiera miedo a la libertad, el monólogo de Redondo Terreros deberían ponérselo a los jóvenes socialistas que adoctrinan en las escuelas de verano para que, en momentos de extravío, sintieran el alivio y el orgullo de saber de dónde vienen.
-Yo no pido el voto para nadie que no sea mi partido ni voy a mítines que no sean los de mi partido. No hay motivo para ese expediente, excepto que hayan enloquecido.
Era y es Iván Redondo, todo un genio de las apariencias que se quedó sin ciencia para el embuste cuando tuvo que manejar a un catedrático de metafísica que no estaba preparado para la mentira
Y si en el PSOE hubiera fortaleza habrían asumido el hundimiento del partido en Madrid aceptando las responsabilidades que tocaran. Los que se dejaron embaucar y aterrizaron en la lista de Gabilondo sin que éste les hubiera llamado. El que dirigió la campaña desde la Moncloa a golpe de aluviones e intuiciones propias de un chamán con demasiadas series de televisión en la cabeza. Era y es Iván Redondo, todo un genio de las apariencias que se quedó sin ciencia para el embuste cuando tuvo que manejar a un catedrático de metafísica que no estaba preparado para la mentira. Y es Pedro Sánchez, el que manda ahí, el que en una mezcla de soberbia y torpeza elevó a las alturas a la presidenta madrileña. Falta por saber quien fue el cráneo privilegiado que decidió poner al lado de Gabilondo al icono de la televisión basura como reclamo para el voto. El voto ordinario, chabacano, procaz. ¿Eso es lo que buscaban con semejante invitado de luxe? ¿O es que el PSOE se parece al Sálvame?
Un ataque de vergüenza
¿Tiene culpa Nicolás de que Fernando Savater apoyara a Ayuso y Jorge Javier Vázquez al candidato socialista? Que el hundimiento se pretenda cerrar con la dimisión de José Manuel Franco y la salida por la puerta de atrás de Ángel Gabilondo da una idea cierta de la fortaleza de un partido que ha empezado a tenerse miedo a sí mismo, pero que aún no lo sabe.
-Yo creo que un gobierno PSOE-Podemos es malo para el Psoe. Y malo para España. Yo creo que un gobierno socialista no puede depender de Bildu-HB. Y un gobierno socialista no puede depender de un partido político, ERC, que intenta hacer un gobierno para una comunidad desde la cárcel. Y este partido es un socio de mi partido. Y yo no lo puedo entender.
Y si finalmente en el partido de Sánchez hubiera prudencia, alguien en la última ejecutiva, no sé, quizá Guillermo Fernández Vara, después de sentir un ataque de vergüenza y rubor al escuchar que abrían expediente a uno de los pocos militantes que hace bueno aquello que decía Indalecio Prieto: soy socialista a fuer de liberal. Y por eso Redondo Terreros dice lo que piensa. Y por eso razona. Y por eso, y nada más que por eso, molesta en un grupo en el que la crítica ha sido sustituida por el miedo a perder lo que se tiene y la consigna del síseñor. Lo que diga el señorito.
He citado antes a Savater, y al filósofo se refería la semana pasada Andrés Trapiello en El Mundo a propósito de una anécdota de Winston Churchill,
"¿Por qué ha cambiado de partido?" le preguntaron. "He cambiado de partido para no verme obligado a cambiar de ideas", respondió. Eso mismo han debido pensar los 100.000 votos que ha tenido el PP que antes fueron del PSOE. Suma y sigue.
Prudencia, templanza, justicia y fortaleza son las virtudes que propuso Platón para el ciudadano ejemplar. Hasta la Iglesia le copió al filósofo griego su razonamiento. Echarán, si se atreven, a Nicolás Redondo Terreros, y hasta puede que no le tiemble el pulso a quien firme la resolución del expediente. Dará igual. Seguirá diciendo lo que piensa. Sin miedo, sin levantar la voz. Buscando la verdad. Dentro y fuera del PSOE.