El separatismo parece poseer el famoso y legendario yelmo de Sigfrido, que otorga la invisibilidad a su portador. Es como si solo existiesen para envenenar a catalanes contra catalanes, vivir lujosamente y pasarse el día peleándose entre ellos. No existe una supervivencia moderna de las épocas feudales mejor que la de la Cataluña actual, con los señores enfrentándose por temas de lindes y las mesnadas desangrándose en nombre de sus dueños.
Parapetados tras un parlamento y una Generalidad dignas del mejor de los alcázares, los amos separatistas fían su existencia a la pelea por el honor de esa supuesta damisela agraviada en la que han convertido a esta parte de España. Y no hay día en el que no porfíen por ser quien mejor se bate por merecer su amor, mientras la gente está más y más hundida.
Si a alguien le parece exagerado lo que digo, que vea qué ocupa la agenda separatista ahora mismo: el peligro, imaginario y enfermizo, de la extinción del catalán, la inmersión lingüística y el subtitulado o doblaje de las producciones audiovisuales. Todo intangibles, que es de lo que se preocupan quienes tienen la panza bien repleta y la faltriquera rebosante de monedas. Pero nadie ha hecho nada por salvar a Nissan, que se va de Cataluña, una empresa más de las miles y miles que decidieron hace años que esta es tierra de locos irresponsables y corruptos.
Recuerdo que Junqueras, a la sazón consejero de economía por las fechas del intento de golpe de estado, espetó que si se marchaban muchas empresas, mejor
Nadie dice nada entre quienes gobiernan porque nada tienen que decir. Mejor. Recuerdo que Junqueras, a la sazón consejero de economía por las fechas del intento de golpe de estado, espetó que si se marchaban muchas empresas, mejor. Señal de que eran unas traidoras y, cuando vieran la Cataluña tan bonita que iba a dejar el separatismo, ya volverían con la sede social entre las piernas. La Cataluña del helado de postre diario, la que aseguraba que el junquerismo era amor, la que se autoproclamaba como la de la revolución de las sonrisas y decía que cuando salía a la calle a manifestarse no dejaba ni un papel en el suelo.
Caídas todas las máscaras – modestamente, hace cuatro años servidor dijo en televisión que eran unos nazis – la realidad se impone a pesar de los espejismos de TV3 o los discursitos bien intencionados de los equidistantes estúpidos y nocivos. El proyecto separatista promovido por la convergencia de la comisión corrupta y secundado por la Esquerra heredera de checas y paseos no podía terminar de otra manera. Exigen seguir viviendo a cuerpo de rey – fíjense, ellos, que son tan republicanos – y mantener bajo su bota hedionda a toda una parte del territorio nacional sin que nadie tenga derecho a oponerse.
Cataluña ya está por detrás de Madrid, ha perdido su rol como locomotora económica de España, no hay inversores extranjeros que quieran arriesgarse a poner sus negocios en este territorio que más se asemeja a un páramo que a otra cosa. Sumen ustedes a esto las campañas anti automóviles, e incluso anti Nissan, llevadas a cabo por gente como Ada Colau y tendrán el cuadro completo. Lo peor es que a esto ya no hay manera de ponerle freno. La caída al vacío de la sociedad catalana es imparable y no existe paracaídas que pueda aminorar el golpe que le espera al final de la sima a la que la han precipitado esos falsos ídolos a los que ha seguido con tanta devoción.
Ah, más a ellos les da igual. Mientras tengan asegurada la poltrona diciendo a su votante que subtitulando a la Nissan todo está arreglado, se contentan
Ahora, solo cabe esperar que, una vez tocado fondo, se sepa reaccionar y comenzar a ir subiendo paso a paso. Pero, para lograr esto se deberían acometer tantos cambios y de tan hondo calado que mucho nos tememos que va a ser poco menos que imposible. El primero y más necesario sería enviar a trabajar de verdad a esa panda de vividores del cargo. Aunque no me imagino ni a Colau ni a Borrás ni a Aragonés ni a Junqueras en la cadena de cualquier fábrica. Servidor, que sí ha estado en ese trance porque la vida nunca es fácil, puede asegurarles que iban a pasar las del Beri.
Ah, más a ellos les da igual. Mientras tengan asegurada la poltrona diciendo a su votante que subtitulando a la Nissan todo está arreglado, se contentan. Porque la gente que les sigue no distingue Nissan de Netflix, de la misma manera que tampoco distinguen entre una persona decente y una que no lo es. De ahí que recomiende un grito de guerra para gente que se quede en el paro: ¡A mí, que me subtitulen! A lo mejor, así…