Estoy harto de aguantar disquisiciones, consejos y recomendaciones económicas y/o morales de quienes se atribuyen sentido común, sin duda el menos común de los sentidos. Todo ello adornado con esa coletilla, tan “exigida” por las redes del poder patrias, de responsabilidad de Estado. Quienes así se autodenominan, se hacen llamar a su vez patrióticas, ésos que a la primera de cambio venden su patria al mejor postor –nuestra historia está repleta de ellos-. Es hilarante ver cómo aquellos que se llevaban las manos a la cabeza ante las veleidades independentistas de Torra y su tropa, muestren ahora una actitud de genuflexión, incluso avergonzados, adornada con un sentimiento de inferioridad, ante los comentarios vertidos por Mark Rutte o el otrora Jeroem Dijsselbloem, o la misma Ángela Merkel.
Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asume este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que dicen. A todos ellos les digo lo mismo, no tienen ni idea de lo que hablan
Como señalaba recientemente el economista Paul De Gruawe, “todos y cada uno de estos políticos mantienen prejuicios antiespañoles, antiitalianos y, en general, contra los países latinos y periféricos. Están convencidos de que con su ahorro financian la fiesta española y el desmadre italiano”. Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asume este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que dicen. A todos ellos les digo lo mismo, no tienen ni idea de lo que hablan. Es exactamente lo contrario, el sur, desde la creación del euro, ha estado financiando al norte de Europa. Y nos la querrán meter otra vez doblada a costa de la covid-19.
Por eso es triste observar cómo nuestros políticos, desde la Gran Recesión, no han sido siquiera capaces de utilizar la amplísima bibliografía y estudios que corroboran mi afirmación. Por eso es triste leer en nuestros medios de comunicación, especialmente cierta prensa castiza madrileña, el inmenso plan de austeridad que nos espera a la vuelta de la esquina. Pero lo más triste es corroborar como los intereses de clase se anteponen a nuestro bienestar. Sinceramente, no me interesa nada y me importan un bledo las opiniones de nuestros patriotas de hojalata. Pero sí que me importa la verdad, y por ello exijo a nuestro gobierno que se atreva a tomar medidas audaces encaminadas a proteger las rentas de las familias y Pymes españolas.
Si hemos sufrido una pandemia y un confinamiento extremo, ¿por qué vamos a tener que apretarnos el cinturón y recortar nuestro Estado de bienestar? ¿Pero cuál es la paranoia de quienes así piensan? Hasta ahora la eurozona sólo ofrece a España endeudarse con más o menos condiciones. Como señala Paul De Grauwe, “No debemos aceptarlo. Debemos presionar para que utilicemos nuestra soberanía monetaria como europeos y nuestra moneda común para evitar otra recesión… Debemos proceder como el Reino Unido, donde el Banco de Inglaterra simplemente da el dinero que necesita a su sociedad sin generarla. Imprime dinero y con él cubre el gasto necesario que la pandemia le obliga a realizar.” ¿Lo entienden patriotas de hojalata? ¿Lo entienden de una puñetera vez? ¿O acaso también para ustedes los ingleses son unos peligrosos social-comunistas? Pero desmontemos los mitos.
Problema de competitividad
Richard Koo, a mediados del 2012, publicó una excelente nota bajo el sugerente título “The entire crisis in Europe started with a big ECB bailout of Germany”. Léanla “patriotas de hojalata”. Según Koo el denominado “problema de competitividad” de los países del sur de Europa fue consecuencia de una política monetaria excesivamente expansiva del BCE allá por el 2002. Ésta tenía como objetivo último estimular la economía con el fin de que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Sin embargo el impacto sobre la demanda interna de Alemania fue nulo, al encontrarse en recesión de balances. Por el contrario aceleró e infló hasta límites insospechados las burbujas en la periferia, especialmente la inmobiliaria, lo que impulsó las importaciones alemanas, rescatando al país teutón de los miedos provocados por el estallido de la burbuja tecnológica, de la que apenas se beneficiaron los países europeos del sur. El problema de competitividad en 2007 solo era atribuible al límite del 3% del Tratado sobre el déficit fiscal.
Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de Europa
Sin embargo, el problema de fondo de la Unión Europea es más profundo, desde sus orígenes se hizo a medida de Alemania. Por un lado, la entrada del sur de Europa en el Euro, con el consentimiento de sus élites, acabó destrozando nuestro sector industrial que no estaba preparado para el libre mercado (véanse los análisis del profesor Ha-Joon Chang sobre los mitos del capitalismo contemporáneo). Pero no solo eso. Alemania a fecha de hoy sigue sin querer reducir sus superávits por cuenta corriente mediante políticas que faciliten un mayor consumo de sus familias. Tampoco quiso asumir las consecuencias del riesgo precio de las inversiones de sus bancos. Éstos canalizaron el ahorro de los alemanes hacia actividades y activos sin llevar a cabo el correspondiente análisis de riesgos, obligando a españoles e irlandeses, por ejemplo, a rescatarles mediante la socialización de las pérdidas bancarias. Y encima, para rematar, Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de Europa y la imposición en los mecanismos de resolución en los rescates bancarios a costa de acreedores y no de contribuyentes.
El euro, en definitiva, y frente a lo generalmente asumido, en realidad ha supuesto, al final, un subsidio del sur de Europa a Alemania, al transformarse en una mera relación acreedor-deudor. Ello fue corroborado en 2019 en un artículo de investigación, “20 years of the Euro: Winners and losers”, realizado por economistas adscritos al “think-tank” alemán Centre for European Policy. Mediante un original procedimiento cuantitativo, método de control sintético, destinado a la evaluación del impacto de políticas pública, los autores formularon y respondieron a la siguiente: ¿Cuál sería el PIB per cápita de un país específico de la zona Euro si ese país no hubiera introducido el euro? Los resultados obtenidos muestran que Alemania es, con mucho, el país que más ha ganado con la introducción del euro: casi 1,9 billones de euros entre 1999 y 2017. Esto equivale a unos 23.000 euros por habitante. Por lo demás, sólo los Países Bajos han obtenido beneficios sustanciales de la introducción del euro. Por el contrario, ha desangrado a los países del sur de Europa, especialmente a Italia, Francia, y Portugal, y, en menor medida, a Bélgica y España.
Dejen de decir tonterías
La Unión Monetaria Europea (UME) es un sistema defectuoso desde sus orígenes. Se hizo caso omiso de los informes precedentes (Werner, 1970; MacDougall, 1977) donde se avisaba de la necesidad de una instancia fiscal federal y de los peligros de dejar todo en manos de un Banco Central, como una parte no constituyente del Gobierno, y de establecer, en este contexto, unos tipos de cambio fijos entre los estados miembros.
Existen alternativas para solucionar el caos actual, que quedó puesto de manifiesto en los errores clamorosos de gestión pública durante la Gran Recesión (bail-out del sistema bancario que transformó innecesariamente una ingente deuda privada en pública). En primer lugar, el establecimiento de una verdadera federación política y económica, pero las grandes diferencias entre las naciones europeas lo hacen altamente improbable. El último episodio, la vergonzosa injerencia del Tribunal Constitucional alemán, y el rechazo a mutualizar deuda. En una segunda alternativa, el BCE podría utilizar su capacidad de emisión de moneda para financiar los déficits fiscales de los Estados miembros para que pudieran fomentar el crecimiento y el empleo en sus economías nacionales sin encontrarse con las restricciones que los mercados de bonos privados ejercen en sus gastos. El BCE ha dejado abierto un mecanismo parecido, aunque más tortuoso, el Programa de Compra de Bonos por la pandemia sin condiciones. Utilicémoslo. Y si bajo algún pretexto se nos imposibilitara esta solución, ya solo nos queda una alternativa, la opción de la salida del euro. El órdago, llegado el caso, habrá que lanzarlo. ¿Se imaginan ustedes a quien exportarán Alemania y Holanda con un tipo de cambio apreciado un 40%? ¡Ni al vecino de la esquina de enfrente!