Opinión

Tu voto no me interesa, señor rico del PP

La existencia de Vox solo tiene sentido si aporta enfoques distintos a la derecha del Régimen del 78

  • Esteban González Pons, atendiendo a la prensa

La semana pasada conocí a un alto cargo de Vox en Barcelona, territorio comanche para cualquier formación patriótica española. Me contaba que algunos de sus amigos y vecinos, votantes del PP en Pedraldes —zona cara—, le insistían en que la formación verde tenía que recuperar a Iván Espinosa de los Monteros. "Lo que no comprenden es que no nos quita el sueño crecer en los barrios altos. Les solté directamente 'Tú voto no me interesa'. Estoy más preocupado por el sector plebeyo y rural que nos está comiendo la Aliança Catalana de Sílvia Orriols. Ella es alguien que entiende el valor de la tradición y del arraigo: ha puesto a sus cinco hijos nombres medievales del mundo rural de aquí. Sabe armar un discurso, conoce a fondo los pueblos de la Cataluña interior y va a crecer un montón el próximo año", vaticinaba. Es un análisis profundo que apenas se ve en los medios.

La lucha crucial ahora es arraigo contra desarraigo. La existencia de Vox solo tiene sentido con enfoques dcontrapuestos al Partido Popular, es decir con enfoques comunitarios –iliberales, si quieren–, tanto en materia económica como sociocultural. Hay que proteger las libertades de expresión, asociación, reunión... pero más allá de eso lo que pide el electorado es una defensa de los intereses españoles, tanto de las empresas como de los trabajadores. Las clases altas serán siempre complicadas de ganar para Vox porque otras formaciones sintonizan mejor con ellos. El partido de Abascal será mucho más fuerte si crece de abajo hacia arriba, desde las rentas más humildes hacia los millonarios que puedan votarles por patriotismo o por cuestiones culturales como la defensa de la religión católica, los toros y el mundo rural.

Las dos orillas

Es suicida pedir a los dos partidos de nuestra derecha que hagan un esfuerzo por aproximarse, ya que son como el agua y el aceite, quitando media docena de figuras que podrían militar en uno o en otro. Recordemos que, en la última semana, los líderes del PP han defendido propuestas cien por cien incompatibles con Vox: Feijóo quiere que el Estado garantice los impagos de los arrendatarios, Moreno Bonilla excluyó la bandera rojigualda de la firma de un acuerdo con un lander alemán y González Pons insultó a Donald Trump –“macho alfa de una manada de gorilas”– para después elogiar a una obispa protestante defensora de la ideología LGTBIQ+. Vox no debe acercarse a un partido cuyas propuestas encajarían como un guante en el PSOE de Sánchez, Más Madrid y Podemos.

No están en la misma orilla un PP anclado en el régimen del 78 y un Vox antiglobalista que comienza a despegar

Lo único a lo que está obligada la derecha social y patriota, cuando den los números, es ponerse de acuerdo con el PP para desalojar el sanchismo. Los de Feijóo parecen más cómodos con Junts y el PNV que con Vox. También se les ve más relajados con la bandera de la Unión Europea que con la española. En los años noventa, Julio Anguita marcó distancias con el PSOE formulando la teoría de las dos orillas, que decía que no eran formaciones complementarias sino antagonistas. Desde que se abandonó ese enfoque, Izquierda Unida se ha convertido en la mascota del PSOE y luego ya -totalmente desdibujada– en chico de los recados de Podemos y Más Madrid. Hoy son un partido entre folclórico e irrelevante. No hay casi terreno común entre un PP anclado en el régimen del 78 y un Vox antiglobalista que comienza a despegar.

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