Opinión

El Rey de Jerusalén en Auschwitz

El Diablo sabe ser encantador cuando quiere. A pesar de todos los Hitler del mundo, el pueblo de Israel vive

  • Los Reyes rinden tributo a las víctimas del Holocausto -


Ayer se conmemoraba el ochenta aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en pro de la memoria histórica verdadera y el deseo de que no se repita una atrocidad monstruosa como la Shoah. Su Majestad el Rey Don Felipe acompañado la reina consorte Doña Letizia, estuvieron presentes en el acto que se llevó a cabo a la entrada de aquel lugar de horror junto sesenta jefes de estado, ministros y diplomáticos de todas parte. Les unía el mismo propósito: nunca más. La ceremonia, que contó con dos mil quinientos invitados, no tan solo es obligada como homenaje a las víctimas, principalmente judíos que tan sólo allí ascendieron a 1.3000 millones de almas.

Mujeres, niños, ancianos, jóvenes, intelectuales y obreros, ricos y pobres, todo era indiferente para la locura criminal antisemita que, por desgracia, vemos crecer en éstos tiempos, porque el hecho de ser judío era en sí mismo condenatorio. Hitler dijo: “Comparar a un judío con un animal es un error, porque están muy por debajo de los animales”. Terrible afirmación, máxime si tenemos en cuenta que las leyes contra de la vivisección y protección de los animales fueron bajo el Tercer Reich pioneras mientras que, según las Leyes de Nuremberg, un judío no podía ser ciudadano de pleno derecho como un alemán de raza aria. Si existe algún texto que la historia debe arrojar al fuego es el de las leyes de corrupción racial, hijo de esos diabólicos nazis que asesinaron con la misma normalidad que un oficinista rellena una instancia. Burócratas de la muerte.

Como sea que Don Felipe, entre los muchos títulos que posee, es Rey de Jerusalén, su presencia tenía un doble significado. Su rostro severo, apenado, abrumado por estar en lo que Primo Levi definió como el infierno en la tierra no dejaba lugar a dudas. Durante el parlamento de los pocos supervivientes que todavía quedan con vida, que relataron lo que fue pasar por aquello -no quiero ni imaginar cómo han sido las noches de esas personas, plagadas de pesadillas por la terrible experiencia que sufrieron-, al Rey se le vió con la mandíbula tensa, la mirada dura, el gesto de quien bulle de indignación. Auschwitz debería ser un centro de peregrinación para la humanidad, un lugar en el que tomar conciencia de los extremos a los que llevan determinadas ideologías. Yo me indigno cuando veo a hijos de mala madre haciéndose selfies en los raíles que transportaban a los candidatos a ser gaseados. No es la banalización del mal, porque no son seres humanos, son trozos de carne con ojos que sólo viven pendientes de sus móviles, sus redes y sus seguidores.

Les recomiendo visitar Auschwitz. O, si van a Israel, el Yad Vashem, centro mundial de la conmemoración de la Shoah. Vean como los hijos de Israel rezan con lágrimas en los ojos el Kadish, o como los cristianos rezan un padrenuestro o como, simplemente, los que creen en la bondad inclinan la mirada ante la exposición de tanta maldad

Nadie puede considerarse humano si no empatiza con las víctimas de aquel genocidio que no tan solo afectó al pueblo judío, sino también al pueblo gitano, a los homosexuales, a los masones -poco se habla de ello- , a gente de izquierdas y derechas, a sacerdotes católicos y protestantes -tampoco se habla de esto y convendría-, en fin, a todo el que no tuviera sitio en ese Reich de Satanás que pretendió, y casi lo logra, instaurar una nueva religión que precisaba de sacrificios humanos, de sangre y de violencia. Auschwitz, insisto, es un lugar para meditar en silencio. Hacerlo te transforma. El mismo general soviético que liberó el campo, Vasilii Petrenko, era antisemita, cosa bastante común entre los estalinistas. Acabó siendo uno de los más acérrimos denunciantes de los asesinos. Entendió que no puedes ser equidistante y mucho menos tomar partido por los que defienden la maldad del judío. Les recomiendo visitar Auschwitz. O, si van a Israel, el Yad Vashem, centro mundial de la conmemoración de la Shoah. Vean como los hijos de Israel rezan con lágrimas en los ojos el Kadish, o como los cristianos rezan un padrenuestro o como, simplemente, los que creen en la bondad inclinan la mirada ante la exposición de tanta maldad. Porque el Mal existe, y es necesario saber donde se esconde. Generalmente, lo hace bajo palabras dulces, amables, en teoría pacíficas.

El Diablo sabe ser encantador cuando quiere. Pero, a pesar de todos los Hitler del mundo, el pueblo de Israel vive. Nunca más. Am Israel Jai.

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