En 1959, Holanda descubrió un yacimiento de gas natural en el noreste del país, en la provincia de Groningen. Los holandeses empezaron a explotarlo casi de inmediato; el gas era abundante (es el décimo mayor yacimiento conocido en el mundo) y fácil de explotar. Los primeros pozos entraron en funcionamiento en 1963, dando una fuerte inyección de dinero a la economía del país.
Apenas una década después, la revista The Economist escribía un influyente artículo hablando del impacto que estos pozos de gas natural habían producido en la economía holandesa. El país se había enriquecido gracias a la entrada de divisas, pero la configuración de la economía del país había cambiado. Holanda había creado abundante empleo en la industria gasística y en el sector servicios, pero la industria holandesa había perdido mucho peso comparado con sus vecinos. El país había concentrado su inversión en la extracción de recursos, y los ingresos conseguidos habían terminado empleando más gente en sectores poco competitivos. La revista lo llamó “Dutch Disease”, la enfermedad holandesa.
Fácil y lucrativo
En años sucesivos varios economistas desarrollaron la intuición básica detrás del artículo, pero la idea es bastante simple. Cuando un país descubre y empieza a explotar un recurso natural (sea petróleo, gas, hierro, o diamantes; el punto de partida no importa), esto tiene varios efectos secundarios en la economía. Dado que sacar piedras del suelo es fácil y lucrativo (¡dinero gratis!) la inversión (tanto pública como privada) tiende a concentrarse en el sector, ya que los retornos son enormes. El dinero que hay para invertir en una economía no es infinito, sin embargo, así que en paralelo la inversión productiva en otros sectores (industria y agricultura son los ejemplos clásicos) tiende a disminuir. El dinero ganado con el gas, petróleo, oro o lo que sea, sin embargo, no es en absoluto ficticio, y los trabajadores y empresarios en ese sector no dudan en gastarlo. Lo que demandan, sin embargo, no son productos industriales (que debido a la falta de inversión, se están quedando atrás) sino servicios, desde restaurantes a ocio, haciendo que sectores no-exportables ganen peso.
La enfermedad holandesa es uno de los (muchos) motivos por los que los economistas tienden a fruncir el ceño cuando un país descubre petróleo y cree que va a hacerse rico. Sí, habrá más dinero. Eso no quiere decir que necesariamente la economía del país vaya a mejorar demasiado, y más si el recurso natural a explotar es uno que no requiere demasiada mano de obra para extraerlo.
España es un país maravilloso para visitar, abierto, seguro. El sol, playa, monumentos y paella valenciana, el turismo, es nuestro petróleo
España no es un país de yacimientos petrolíferos, ciertamente, y nuestras minas de oro, hierro, carbón y demás hace tiempo que dejaron de ser rentables. Tenemos, sin embargo, un recurso casi-natural e increíblemente valioso: un clima envidiable, cientos de kilómetros de playas, siglos de historia, y una altísima calidad de vida. España es un país maravilloso para visitar, abierto, seguro. El sol, playa, monumentos y paella valenciana, el turismo, es nuestro petróleo.
El turismo es un recurso natural que hemos explotado a conciencia. España es el segundo país del mundo, sólo por detrás de Francia, que más visitantes internacionales recibe; superamos a Estados Unidos hace unos años. Los más de 83 millones de turistas internacionales que llegaron al país el año pasado dejaron en el país más de 70.000 millones de euros el año pasado, casi un 15% del PIB.
Inversiones enormes
Por fortuna, el turismo no es como la minería o el petróleo, intensivos en capital y con poca mano de obra; el sector emplea casi tres millones de personas. Desafortunadamente, su enorme rentabilidad y el hecho que parece haber una demanda casi infinita por visitarnos ahí fuera (estamos cerca de superar a Francia) ha hecho que concentremos muchísima inversión en el sector, haciendo nuestra economía muy dependiente de este.
Y claro, llegó la pandemia.
En apenas unos meses, el apetito de la población mundial por montarse en un avión y viajar a cualquier sitio ha desaparecido completamente. Recibir visitantes de algunos países incluso se ha convertido en un riesgo. Un sector de la economía en el que habíamos invertido y éramos líderes mundiales se ha secado completamente, y tenemos que responder a esta emergencia sin el dinero y los recursos que genera.
Una vacuna efectiva o medicación que neutralice el coronavirus de forma consistente eliminará gran parte del miedo a viajar
A corto plazo (léase, de aquí al año que viene) es posible que este agujero se cierre solo. Una vacuna efectiva o medicación que neutralice el coronavirus de forma consistente eliminará gran parte del miedo a viajar y reactivará la demanda, aunque dependiendo de la profundidad de la crisis económica tardaremos más o menos en volver a los niveles del 2019. A largo plazo, sin embargo, la dependencia del turismo seguirá redirigiendo demasiada inversión a este sector de la economía, debilitando al resto. Es necesario un cambio de modelo.
Invertir en universidades
Dejemos claro una cosa de entrada: cambiar de modelo no quiere decir que España deba cerrar la puerta a los turistas para recuperar la competitividad perdida. El turismo es prácticamente dinero gratis para el país, así que sería absurdo no recogerlo si nos lo ponen delante. Lo que es necesario, en todo caso, es que los gobiernos utilicen todos esos ingresos derivados de nuestro bonito recurso natural para hacernos más competitivos.
Esto puede tener varias formas. La más simple, y obvia, sería reinvertir el dinero en educación, ciencia, universidades e infraestructuras útiles para otros sectores de la economía y también orientados a la exportación. Universidades es una opción especialmente atractiva, ya que lo que hace de nuestro país un destino turístico de primer orden también lo convierte en un sitio fabuloso para venir a estudiar o investigar. Somos el país que más Erasmus recibe, a pesar de tener universidades bastante mediocres. Imaginad si nos lo tomáramos en serio, y apostáramos por atraer los mejores cerebros del planeta a investigar e innovar en nuestras facultades, apoyados por una apuesta decidida por la creación de empresas detrás.
Tasa de ahorro
La segunda opción, si no queremos especular hacia donde va la economía, es no utilizar los ingresos del turismo para nada, y simplemente ahorrarlos. Llenar el fondo de pensiones (lo que hacen los noruegos con los ingresos del petróleo) es un buen punto de partida; simplemente aumentar la tasa de ahorro del país teniendo superávits, y dejando que el mercado haga el resto asignando recursos. Esto requiere una disciplina fiscal considerable y sólo con beneficios a largo plazo, así que es políticamente difícil. Creo que podemos conformarnos con la primera opción.
España, con todos sus males, es un país con suerte (playas y clima), pero también un lugar donde hemos sabido hacer las cosas bien. Es un país muy seguro, muy acogedor y agradable de visitar; las inversiones en calidad de vida realizadas son considerables, pero los retornos han sido impresionantes. Ahora es cuestión de poner los retornos de esa inversión en buen uso, diversificar la economía, y ya de paso, protegernos del siguiente susto que pueda dejarnos sin turistas.