Dejemos a Íñigo Errejón de lado, quemándose en la pira que él contribuyó a prender con aquella doble moral intervencionista con la que nos decían cómo tenemos que vivir, pensar, dormir o comer. Y dejemos de lado esta descarnada lucha en el barro entre Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Mónica García, Rita Maestre y demás mártires de sí mismos para repartirse el legado de Beria a puñaladas que ya ni siquiera son por la espalda. Su ética pública estaba comprometida desde hace tiempo por muchos motivos. Lo novedoso es que ahora el desguace de esa ética a viva voz se ha convertido en un relato incontestable de hechos probados. La cuestión de fondo no es la reputación personal de cada cual, ni el futuro penal que depare a tantos errejones y torquemadas, ni el acompañamiento a las mujeres-víctimas que ahora invoca Yolanda Díaz con tanta hipocresía como insolvencia política. La cuestión de fondo es diseccionar qué ha aportado realmente en los últimos diez años la extrema izquierda a la democracia aparte de una inestabilidad parlamentaria sistémica, la aplicación de una tóxica ley del embudo a la ciudadanía, y la falsa ejemplaridad como ejecutoria vital.
Han aportado una falaz idea del progreso, los bulos y las decapitaciones por Telegram, el reparto de sillones sobre la brutal magnitud de una tragedia de lodo y muerte, un jefe del Estado empujado a una suerte de exilio 3.0, y el secuestro de un PSOE socialdemócrata para convertirlo en un populismo químicamente puro vaciando el valor de la palabra dada. Aportan la excarcelación de violadores, la libertad para etarras sin cumplir toda su pena, la ingeniería social en marcos mentales propios de dictaduras empobrecedoras, y un neocomunismo de élites sin más ambición que la de ser esa burguesía liberal que siempre deploraron. Han aportado que un beso sea delito y signifique dos años de cárcel, los ‘inquiokupas’ como animal de compañía, que alquilar un piso sea una odisea, la precariedad laboral agravada, el amparo de la corrupción, y que un parado pueda dormir tranquilo porque al levantarse sabrá con satisfacción que es un fijo discontinuo.
Han aportado que el acoso sexual se pueda ningunear, han conseguido situar a Galapagar en el mapa de la demagogia, la cal viva en los escaños, las ‘becas black’ por la cara, los doctorados de sudadera y superioridad moral, las purgas masivas, la criminalización de la coca-cola en el Senado, y el asco a la lógica neoliberal jugando en realidad a ser casta. Han conseguido el carné de manipulador de mascotas y que el lobo masacre ovejas con un estatus de intocabilidad ‘eco-friendly’, han descubierto las mareas negras de pellets sin pellets, las entregas en caliente de inmigrantes, las descolonizaciones de boquilla, los bailecitos en Caracas al son de las bachatas de Maduro, y hacernos creer que en Cuba todo el mundo come tres veces al día.
Han aportado el cinismo de defender al pueblo saharaui abandonándolo a su suerte por la ‘real-politik’, los pucheritos contra los toros, el ‘lawfare’ judicial, la privatización sanitaria sin que lo parezca
Han aportado el cinismo de defender al pueblo saharaui abandonándolo a su suerte por la ‘real-politik’, los pucheritos contra los toros, el ‘lawfare’ judicial, la privatización sanitaria sin que lo parezca, la policía sin ser policía, la incorporación de Bildu a la gobernación del Estado y los abrazos fraternales con Otegi. Han aportado la destrucción de pruebas judiciales, el ‘homopatriarcado’ más rancio y machista, el falso proletariado, la igualdad desigual, el aumento del buylling, los alimentos básicos con más IVA del que ya tenían, y la fiscalidad más desproporcionada de Europa.
Aportan las delaciones a las soviéticas maneras, el 8-M fantaseando con culos, una reformulación de los desahucios consistente en que siguen existiendo pero sin que el telediario abra ya con ningún suicidio por ello. Han aportado el bien común de unos pocos, la economía ‘colaborativa’ por la que el Estado es eso, el ‘colaborador’ necesario para vaciarte el bolsillo mientras te hacen creer que eres un “ente solidario que contribuye a la sostenibilidad de las políticas públicas y sociales”. Han aportado palabras muy raras, las trampas al Tribunal de Cuentas, el monologuismo teatral en la frontera de Gaza, los impuestazos discriminados a los ricos que pagan indiscriminadamente los de siempre, el republicanismo incívico, la baja clase media y el coño insumiso.
Y las colas del hambre, y las ruedas de prensa con periodistas sentados en el suelo, los vetos a la libertad de información, las cosas chulísimas, las listas negras, las alcaldesas especializadas en magdalenas, las alcaldesas especializadas en disfrazarse de la abeja Maya, y los alcaldes especializados en ir al ayuntamiento en bici, pero sólo el primer día, que ya se sabe, luego refresca. Han aportado cloacas del Estado limpísimas, una pandemia de cinismo, el machismo legislativo y los escaños por parejas. El populismo de saldo, la filosofía de ‘Mi primera cartilla’, convertir el ‘sí se puede’ para todos en el ‘no se puede’ para la mayoría, la incitación (figurada, eso sí) a la guillotina, el dogmatismo sin libertades, el aprobado general, el ajusticiamiento público del disidente, los pactos con botellines, y la estigmatización de la caza animal para fomentar las cacerías humanas, que siempre son más productivas y más de ellos.
Nos han querido quitar el chuletón y los tigretones para mantenernos a base de brócoli y acelgas. Han intervenido la ética, dicen que Junts y el PNV son progresistas, y han aportado los puntos violeta como modo lucrativo de aprovechar la fragilidad de las maltratadas. Han dado una nueva dimensión al ego humano y han logrado que un tipo con barba de cuatro días sacuda una paliza a su mujer, acuda al Registro, diga llamarse Matilde y obtenga una rebaja de pena por ello. Han despreciado el feminismo, se han burlado de la transexualidad con Matilde camino de una cárcel de mujeres, e inventan neolenguajes surrealistas para los tipos de familias.
Han aportado el ‘yo sí te creo hermana’, y fíjate si te creo y lo sé, que soy yo mismo quien ha abusado de tu confianza. Y el ‘wokismo’ de hojalata, el antifascismo más fachoso, el asambleísmo en el que decide sólo uno, la mutualización de los sueldos, la eco-ideología, el negacionismo de la democracia, la farsa como ideal, la hipocresía como principio y la sopa boba como valor. Y su obra maestra: han aportado a Pedro Sánchez, que aparte de la corrupción ha asumido también en primera persona toda esta arquitectura social perversa como el marco mental idóneo para su supervivencia. Ese mismo marco mental que, nos dijo un día con apariencia de sinceridad, le impediría conciliar el sueño porque con ellos, con esta extrema izquierda, no podría dormir tranquilo.