El crecimiento del PIB en los tres últimos años no es por la creación de riqueza, como acredita el estancamiento del PIB per cápita y el indicador de la Renta Personal Disponible (RPD) con bajos salarios y costes altos, especialmente el coste de la vida y vivienda. Efectos: la clase media se empobrece, crece el porcentaje de población con riesgo de pobreza, el número de personas en situación de carencias materiales severas aumenta (ha pasado del 7,7 % en 2022 al 9% en 2023. INE).
El Producto Interior Bruto (PIB) crece por motivos ajenos al crecimiento económico real en los sectores económicos básicos: agropecuario, industria, construcción, servicios…con una tendencia: crece el sector servicios (de 63,5% al 68,53%) y decrece la industria (de 26,29% al 20,24% (STATISTA, 2024) y un rasgo dominante: escaso valor añadido con baja productividad y competitividad que aleja la inversión productiva. El dato del PIB crece, pero de forma anómala que resta prosperidad socioeconómica por dos motivos:
— Por el incremento del gasto público en sueldos, pensiones, ayudas y subvenciones. Es el crecimiento por pagos públicos, pero a cuenta del déficit y el consiguiente aumento de la deuda pública. Desde 2018 con los gobiernos de Sánchez se ha incrementado en 375.000 ME. A finales de 2024 la deuda pública real, global y de las autonomías, es superior a 1,82 billones (34.634 € por habitante). La proyección estimada del coste en intereses de la deuda es de 44.000 ME en 2026, un 25,7 % más que en 2023.
El PIB ha subido por el aumento del empleo, el turismo y el gasto público, entre otros motivos por el derivado de la inmigración que asciende a 8,8 millones de personas (18,1% de la población total española (FUNCAS-2024). En los últimos 20 años ha crecido 9,4 puntos (2002: 7,7%; 2023: 17,1%) con esta distribución porcentual por procedencia: hispanoamericanos (55,8%), otros europeos (22,3%), marroquíes (18,4%), chinos (3,4%). Dado que cobran sueldos, ayudas etc... hacen subir el PIB, pero este indicador económico ajeno al crecimiento de la economía en términos reales induce a errores interpretativos y a utilizaciones políticas como hace el gobierno: “somos el país de la UE con mayor crecimiento del PIB”.
— Este triunfalismo cede ante los hechos: la relación entre el PIB y la inflación no deja lugar a duda: en realidad, el PIB durante el año 2024 ha bajado si restamos la inflación que, pese a su reducción desde 2022, se ha mantenido en cotas superiores al 2,7 de media a falta del dato de diciembre.
Queda en evidencia con el indicador de la Renta Personal Disponible (RPD) o renta real que disponen los individuos de un país, esto es, su poder adquisitivo para distribuir entre el consumo, la inversión y el ahorro
Un indicador más descriptivo es la Renta per cápita o crecimiento con relación a la población de un país. En el caso español, su evolución comparada con las principales economías de la UE ha crecido menos según datos de EUROSTAT: sólo se ha incrementado en 320 € entre 2018 y 2023 con 25.210 €, por debajo de la media de la zona euro (30.690 €).
De hecho, este “crecimiento” del PIB es decrecimiento real de la riqueza nacional. Queda en evidencia con el indicador de la Renta Personal Disponible (RPD) o renta real que disponen los individuos de un país, esto es, su poder adquisitivo para distribuir entre el consumo, la inversión y el ahorro. Este indicador evidencia la caída de los ingresos reales per cápita de los hogares españoles por la subida de los precios del consumo, incrementando en más del 30% el coste de la vida. Es muy significativa la reducción de la capacidad de inversión en vivienda entre jóvenes por el desajuste entre el alza de los precios y la precarización laboral, agravada por la carencia de políticas efectivas de vivienda social.
En general, la evolución de la RPD desde 2019 evidencia un crecimiento raquítico que afecta especialmente a las rentas bajas y medias, con una tendencia al ahorro para atender a las deudas y por la incertidumbre.
Desempleo juvenil
Además de la incertidumbre política, la incertidumbre laboral con una tasa de paro superior al 11%; el más alto de la UE y de la OCDE. Es alto, pero además está infraestimado según Fedea. La cifra de 21 millones de afiliados a la Seguridad Social esconde a más de 700.000 ciudadanos en una situación laboral de “fijos discontinuos” que se contabiliza sin trabajar y cobrando subsidios. Todo ello, lleva a revisar a la baja el número de afiliados reales a la Seguridad Social. Es engañoso equiparar la producción vinculada a un puesto de trabajo efectivo con el no trabajo a cargo del gasto público. Esta situación afecta más a jóvenes con el agravante de que la tasa de paro de este segmento de la población laboral es superior al 27,4% (Eurostat) siendo la más alta de la UE.
La concepción instrumental de la educación, subordinada a fines políticos del constructivismo social y su plasmación en el constructivismo educativo, esto es, anteponer la ideología al conocimiento, y el igualitarismo (Pedagogía progresista) al desarrollo personal (Pedagogía científica)
El sector joven de la población española es el más perjudicado por las rigideces de la estructura productiva española, con los elevados datos de paro juvenil citados que impide su inserción laboral en el mercado de trabajo. También por la dificultad de independencia personal para construir un proyecto vital autónomo que requiere un techo: adquisición o alquiler de una vivienda habida cuenta de los salarios reales. Pero además gravita sobre los jóvenes un tercer perjuicio, especialmente limitador: un sistema educativo peor que mediocre en términos generales, con altas tasas de abandono prematuro de los estudios básicos (13,6%, Encuesta de Población Activa, 2023); escasa relación entre formación superior y empleo (somos el segundo país de la UE con mayor porcentaje de titulados universitarios desempleados); la producción científica ha aumentado un 30,5% entre 2016 y 2020 respecto a igual periodo anterior, aunque con bajo impacto de transferencia de resultados. Es alarmante la sangría de jóvenes cualificados que marchan de España buscando mejores condiciones profesionales y laborales: en 2021, salieron de España 19.622 jóvenes con formación superior (INE), y el estudio del Círculo de Formación indica que 8 de cada 10 jóvenes universitarios trabajarían fuera de España, por la escasez de puestos cualificados.
No es que los jóvenes españoles sean mediocres o peores en comparación con otros, es que el sistema educativo, implantado en los últimos 40 años a través de cinco leyes socialistas -LODE (1985), LOGSE (1990), LOPEG (1995), LOE (2006), LOMLOE (2020)- han determinado un modelo educativo refractario a la excelencia, es decir, castra el potencial de los alumnos. Dos notas lo caracterizan: la concepción instrumental de la educación, subordinada a fines políticos del constructivismo social y su plasmación en el constructivismo educativo, esto es, anteponer la ideología al conocimiento, y el igualitarismo (Pedagogía progresista) al desarrollo personal (Pedagogía científica). Dicho de otra manera: antepone el relativismo cultural, con la construcción de identidades ideológicas, al aprendizaje de conocimientos sistemáticos para el desarrollo personal a través de la disciplina del aprendizaje.
Está objetivamente acreditado a través de: a) pruebas de medición internacionales de competencias básicas en alumnos de 2º de ESO (Oced-Pisa) en matemáticas, comprensión lectora y ciencias, b) de rendimiento lingüístico en lectura (PIRLS) en alumnos de 4º de Educación Primaria, y c) de conocimientos matemáticos y científicos en alumnos de 4º de Educación Primaria y 2º de ESO (TIMSS). En todas estas pruebas en las distintas ediciones habidas obtenemos resultados generales en la zona intermedia con puntajes normalmente inferiores a la media. Se exceptúan algunas pocas regiones españolas.
Este modelo socioeconómico socialcomunista es estructuralmente deficitario, pese al engañoso crecimiento del PIB. Nos empobrece pues lleva aparejado un decrecimiento de recursos para servicios básicos: educación, sanidad, infraestructuras, etc. El Estado de Bienestar queda afectado y a la baja. Pero lo más grave es la cultura social normalizada que nos acostumbra a la mediocridad, a la reducción de las oportunidades, a la dependencia de los subsidios, a vivir con falsedad, corrupción e incertidumbre, tergiversadas y edulcoradas con la propaganda del poder y sus terminales mediáticas.