Opinión

Una solución para el Senado

Los partidos con vocación de gobierno y visión de Estado deberían propiciar un cambio de rumbo en aras del interés general

  • Pleno en el Senado

“No hay que mezclar churras con merinas”, dice la sabiduría popular. Los dos adjetivos designan sendos tipos de ganado lanar. Las churras son ovejas que dan una carne muy sabrosa y una excelente leche; las merinas, en cambio, proporcionan una lana de alta calidad. Si a alguien se le ocurrió que el cruce de ambos tipos de ovino podría ser la bomba, o sea, que la criatura saldría con la belleza de la madre y la fortaleza del padre, pues no, la mezcla devalúa la calidad de los progenitores.

En política deberían desterrarse determinadas prácticas porque pervierten el sistema. De la mezcla del interés general con intereses particulares solo puede salir un engendro. Cuando se trata de aprobar una ley tan importante para toda la sociedad como la referida a los presupuestos generales del Estado, los partidos políticos deberían valorar las bondades y las carencias del proyecto que presenta el gobierno y votar en consecuencia. La disfunción se produce cuando el voto a favor por parte de los grupos nacionalistas o regionalistas está condicionado a la obtención de concesiones del ejecutivo que nada tienen que ver con el beneficio que esos presupuestos generales aportarían a la sociedad en su conjunto. Es decir, estos partidos votan pensando solo en su interés local o autonómico.

Dos casos resultan especialmente vergonzosos porque muestran descarnadamente hasta qué nivel de degradación es capaz de llegar el ejecutivo para recabar apoyos. El respaldo a las cuentas del gobierno por parte de Esquerra Republicana, partido que dirige el condenado Junqueras, viene precedido por el indulto a los que se alzaron contra el orden constitucional en Cataluña y la supresión del delito de sedición del Código Penal. Es decir, aquí tienes mi voto si a cambio me concedes lo que te pido en otro asunto. También nos parece muy lamentable que el gobierno haya aceptado la exigencia de Bildu de retirar a la Guardia civil de Tráfico de Navarra.

Debemos preguntarnos hasta qué punto es razonable que partidos que solo miran por su interés territorial particular decidan en cuestiones de interés general

Y, además, los de Junqueras y los de Otegi alardean abiertamente de todas las piezas que se van cobrando del Estado, cada vez más humillado. El propio Otegi, exmiembro de ETA y líder de Bildu, declaraba sin tapujos hace unos días que “no hay Gobierno de progreso en el Estado español si los que nos queremos marchar del Estado español, y además somos de izquierdas, no sostenemos esa oportunidad.

Esa es la gran paradoja. Sin vascos y catalanes independentistas de izquierda, no hay Gobierno PSOE-Podemos en el Estado, y eso es lo que nos ofrece la posibilidad de negociar cosas.” No se puede decir más claro. Las ovejas estamos en manos del lobo, o lobos, que son dos los que tensan la cuerda y los dos han pasado por prisión.

Ante esta situación de la política española que nos coloca al borde del abismo, debemos preguntarnos hasta qué punto es razonable que partidos que solo miran por su interés territorial particular decidan en cuestiones de interés general. Una posible salida nos la ofrece la misma Constitución. Los ponentes de esta optaron por una estructura bicameral del Parlamento. El artículo 66 dice así: “Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.”

El modelo de organización dual se veía como una fórmula que daba cabida a tipos de representación complementarios al estrictamente poblacional. Así pues, se abrían las puertas a la representación de los territorios, en consonancia con la nueva organización territorial del Estado que consagraba el Título VIII de la Constitución: municipios, provincias y Comunidades Autónomas. De este modo, el artículo 69 del texto constitucional sentencia: “El Senado es la Cámara de representación territorial". Los partidos con vocación de gobierno y visión de Estado deberían propiciar un cambio de rumbo en aras del interés general, legislando para que los partidos nacionalistas y regionalistas solo puedan tener representación en el Senado, su lugar natural. Así no mezclaríamos churras con merinas.

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