Un buen amigo periodista se anticipaba esta mañana a enviar su sincera felicitación al secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, por las maniobras militares conjuntas programadas con Marruecos en un área que incluye Túnez y Senegal. El Gobierno español ha declinado esta vez la invitación de Washington para participar en esos ejercicios, habida cuenta de la confusión deliberada sobre si la zona de operaciones señalada incluía el Sahara Occidental, territorio que Naciones Unidas considera pendiente de descolonización, que Rabat quiere anexionarse y respecto al cual España tiene responsabilidades residuales como antigua potencia administradora.
Las maniobras que venimos comentando, denominadas African Lion 2021, iniciadas este martes, continuarán durante los próximos veinte días bajo la responsabilidad del Comando Central de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para África (Africom) cuyo Cuartel General se asienta en Stuttgart en vez de como hubiera sido lógico en la base aeronaval de Rota. El objetivo declarado es proporcionar adiestramiento a las unidades participantes. Los ejercicios suponen un premio a Rabat y un desaire a España, ese aliado de fidelidad perruna que nada exige a cambio, que nunca aprende nada y que tampoco se prepara para reaccionar mejor a la próxima deslealtad que reciba de Washington, por ejemplo, respecto a Ceuta y Melilla.
Tan sólo una vez España negoció a cara de perro con Washington para cumplir el compromiso adquirido en el referéndum consultivo sobre la permanencia en la Alianza Atlántica que implicaba la reducción de la presencia militar norteamericana
Aquí, la obsesión de la derecha ha sido siempre mantener la más estricta alineación con Estados Unidos y la izquierda tampoco ha querido desmarcarse. Tan sólo una vez España negoció a cara de perro con Washington para cumplir el compromiso adquirido en el referéndum consultivo sobre la permanencia en la Alianza Atlántica que implicaba la reducción de la presencia militar norteamericana. Sólo entonces nos hicimos respetar por Washington y nos respetaron, sin que se dedujera perjuicio alguno para nuestros intereses en ningún campo. Así se alcanzó el convenio de 1988 con Máximo Cajal al frente de la delegación española. Nuestra posición no era caprichosa, respondía a una decidida voluntad política de superar el lastre de los acuerdos de 26 de septiembre de 1953, que atornillaron la continuidad del régimen de Franco. Nunca más en las negociaciones sucesivas hemos procedido al análisis de nuestros intereses nacionales ni a defenderlos con inteligencia y determinación. La última prueba ha sido dejar correr los plazos y que se produjera la prórroga automática hasta el 21 de mayo de 2022.
Pero volvamos a las maniobras americanas al otro lado del Estrecho y abramos el foco para seguir el interesante análisis de la crisis con Marruecos en clave algo más geopolítica, según la traza en su blog el teniente general Pedro Pitarch, que estuvo al mando del Eurocuerpo en Estrasburgo. Como buen especialista en planeamiento reconoce de plano que la crisis es de extrema complejidad, que muestra a Rabat como un vecino tan inevitable como desleal y que exhibe otros dos actores clave: Argelia y Estados Unidos. El general describe la pertinaz estrategia de hostigamiento para forzar a España a certificar la soberanía marroquí sobre el Sahara. Un empeño que cuenta con el respaldo de Washington a partir de la adhesión de Rabat a los Acuerdos de Abraham, es decir del reconocimiento de Israel. De ahí vino el acuerdo de cooperación en defensa 2020-2030 firmado el 2 de octubre pasado en Rabat.
En cuanto a Ceuta y Melilla el general Pitarch recuerda que las actuales capacidades militares allí desplegadas no garantizan la disuasión, la contención y la defensa de esas plazas. También estima que sería necesario incrementar la masa crítica de infantería, completar el sistema de redes permanentes de comunicaciones en el área del Estrecho, modernizar la artillería y revitalizar y agilizar el flujo de los servicios de inteligencia para evitar que la próxima emergencia sorprenda otra vez al teniente general Jefe del Mando en un lugar como Baleares. Porque como señala el general Beaufre en su Introducción a la estrategia “resulta fútil gastar miles de millones para una defensa nacional cuyo valor futuro es incierto, en tanto que es esencial estar informado y prever”.
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