Opinión

Las wokeolimpiadas de París

Lo que nos ha mostrado la capital francesa en la apertura de los Juegos no es diversidad sino decadencia

  • La ceremonia de inauguración ha parodiado La útima cena -

Doy gracias a que los Juegos fueran en Barcelona en el año 1992, porque no nos engañemos, si hubieran sido ahora, habríamos asistido a un espectáculo tan dantesco o más como el que preparó París para la inauguración de sus olimpiadas 2024. Prefiero que quedemos en el recuerdo del mundo cuando todavía teníamos decencia y sentido del gusto.

Por entonces sí que fuimos un ejemplo de diversidad, sin rebozárselo a nadie por la cara ni gritarlo a los cuatro vientos. Todos vimos con la máxima naturalidad a una mujer con sobrepeso cantando, artistas homosexuales, atletas con VIH y deportistas con discapacidad, que estuvieron allí por su talento y sus capacidades, no por su condición. Lo que hemos podido constatar en París es que lo único importante ahora es la condición.

Lo que nos ha mostrado la capital francesa no es diversidad, sino decadencia. No puedo entender cómo se quiere presumir de diversidad e inclusividad cuando lo que haces es poner en un escaparate a lo más rarito y excéntrico, para excluir todo aquello que siempre ha formado parte de nuestra sociedad, todo aquello que para occidente ha sido tradicional y normal. ¿Dónde está la diversidad cuando parece que solo se puede estar orgulloso de mostrar a mujeres obesas, hombres homosexuales afeminados y transexuales? ¿Las mujeres dónde quedan? ¿Y los hombres? Con tanta diversidad, ¿no queda espacio para mostrar a hombres masculinos y a mujeres femeninas?

Pues por lo visto no. Para lo que sí queda espacio es para juntar a toda una tropa, que parece estar anunciando la llegada a la ciudad de un circo, en torno a una mesa simulando la escena de la última cena de Cristo. Porque en esto del progresismo hay algunas cosillas que al pensamiento woke no se le dan bien, empezando por la coherencia y la valentía.

No pierden oportunidad de mofarse de la religión católica y esparcir su rencor y su rabia hacia todos los católicos, pero no te atrevas tú a llamarles simplemente ridículos, porque eso es delito de odio

Personas que te exigen respeto por su condición tienen la osadía de burlarse de la religión y, con ello, de la fe y las creencias de millones de personas. Estos que te imponen de la manera más soez que llames mujer a un tío con barba y la nuez como un pomelo, que no le puedas decir a una persona que pesa 200 kilos que eso no es sano ni debería ser ejemplo para nadie, no pierden oportunidad de mofarse de la religión católica y esparcir su rencor y su rabia hacia todos los católicos, pero no te atrevas tú a llamarles simplemente ridículos, porque eso es delito de odio. Por supuesto, estos numeritos tan transgresores a modo de protesta contra la Iglesia, tienen siempre en el punto de mira la misma religión. Son así de transgresores y osados solo con la religión que predica poner la otra mejilla cuando te agreden, no contra la que cuelga del cuello en una grúa, y la pasea por toda la ciudad en un camión, a gente de la misma condición de la que presumen ellos. Ya hay que ser cobarde y realmente estúpido para atacar a quien no te ataca ni se va a defender, pero no a quien te persigue y te mata porque no acepta lo que eres.

Nos han convencido de que lo correcto era eliminar esos espectáculos en los que participaban enanos, (que ya sé que hay que decir personas pequeñas, pero si lo digo así no me van a entender), porque reírse del bombero torero o personajes similares, que se ganaban la vida precisamente actuando para sacarnos esas risas, atentaba contra la dignidad de esas personas. A cambio nos montan espectáculos con un tipo cantando, pero que no canta, que parece papá pitufo que ha perdido las mallas y el gorro al bañarse en el río y se ha tenido que tapar con una guirnalda de flores, rodeado de mujeres obesas y hombres con barba, peluca, pechos postizos y tacones imposibles. Por si nos pareciera poco, nos muestran a un grupo de niños bailando con drag queens, con movimientos que no solo no son propios de la infancia, sino que hubieran escandalizado a Demi Moore cuando hizo aquella película sobre una estríper. Ver a una niña de 8 años meneando el culo y poniéndolo en pompa, como si fuera una gata en celo, delante de la cara de un señor disfrazado de mujer y maquillado como un loro del Amazonas, es la imagen que todos queremos tener en la cabeza cuando hablamos de niños y de la infancia. Esto no atenta contra la dignidad de nadie.

Pues me van a disculpar, pero si no atenta contra la dignidad de nadie, será porque ya no nos queda dignidad.

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