Sánchez podría ganar las elecciones generales. No estoy dando la razón a Tezanos. Es una probabilidad cierta si se cumplen unas condiciones que no parecen muy descabelladas. Lo digo por el mitin frustrado de José María Aznar el fin de semana en la campaña electoral en Castilla y León. ¿Quién se imaginaba que el expresidente del PP dijera lo que más daño podía hacer a Pablo Casado?
La evolución de las encuestas era buena para el PP. Ya no lo es tanto. Esto permite deducir que se están cometiendo errores propios, ajenos, calculados y espontáneos que podrían dar un vuelco a los sondeos y a las urnas si el PSOE de Sánchez, el superviviente, los maneja bien. Esto depende, como decía, de unas condiciones. Vamos a repasarlas.
La primera es que se perciba que el liderazgo de Casado no existe. El supuesto es que el palentino no habría dado la talla. Después de deslumbrar en el congreso del partido en 2018 su estrella se habría ido apagando, incapaz de estar a la altura de las circunstancias. La idea es que los votantes de la derecha demandan fuerza y desparpajo frente al sanchismo, que alguien descargue sobre el presidente del Gobierno la indignación que consumen en su ámbito privado, pero que Casado no lo satisface.
No se ven representados ni identificados. Lo sienten distante, impostado y anacrónico; es decir, no es el líder para un momento de guerra
En esta condición nadie dudaría de su capacidad intelectual ni gestora, de que haría las cosas mucho mejor que Sánchez, pero no empatizan con él, no se ven representados ni identificados. Lo sienten distante, impostado y anacrónico; es decir, no es el líder para un momento de guerra. La comparativa con otros líderes en activo o retirados es definitiva para esta condición.
Esto cuaja si ocurren a la vez tres circunstancias: una campaña de la prensa con autoridad en la derecha que degrade su persona y liderazgo, el desprecio de autoridades territoriales de su propio partido, y que Casado meta la pata con sus declaraciones. Si uno lo piensa, el líder del PP está batallando para que estas tres situaciones no tengan lugar porque sabe que son determinantes. No obstante, todavía no ha vencido en ninguna de ellas.
La segunda condición es que el acercamiento a Vox le impida crecer hacia su izquierda. En Génova se sabe que la victoria a nivel nacional depende de recuperar al votante de Ciudadanos -cosa que Casado ya ha conseguido casi al completo-, y en rascar votos al PSOE, como hizo Rajoy en 2011, sin perder por la derecha.
Mariano no podía entonces perder por la derecha porque no existía Vox. Hoy el votante derechista cabreado por el “centro reformista” de Casado tiene su partido. Por tanto, la jugada es complicada, y no hay comparaciones que valgan porque hablamos de ganar votantes desde la oposición absoluta, no desde un gobierno territorial, y no a nivel local, sino nacional, donde la pluralidad es mayor.
La victoria en Castilla y León tiene un reverso complicado para Casado: el pacto con Vox. Si no hay mayoría absoluta tendrá que haber algún acuerdo. El modelo es Andalucía y Madrid: apoyo externo y negociación solo de lo necesario. Los populares cuentan con que Vox solo puede pactar con el PP o dejar que gobierne la izquierda, lo que sería su tumba. También es cierto que si el electorado de Abascal piensa que votar a Vox solo sirve para apuntalar al PP se quedará en casa.
Casado se apuntará la victoria de Mañueco, lógico, pero luego tendrá que asumir la dependencia de Vox, con lo que su “centrismo” puede quedar dañado
En la noche del 13-F, si no hay mayoría absoluta de Mañueco, Vox saldrá a decir que han ganado las elecciones y que tiene al PP cogido por donde quería. Ya ha dicho Abascal que si no hay un plan de reformas profundas, que se olviden del pacto. Vox considera que es una nueva etapa, que su voto vale un programa, y eso rinde en los sondeos electorales. Casado se apuntará la victoria de Mañueco, lógico, pero luego tendrá que asumir la dependencia de Vox, con lo que su “centrismo” puede quedar dañado y, por tanto, ver cómo le abandona el votante de Ciudadanos y lo desprecia el bizcochable del PSOE.
Este es el peor escenario para Casado, cuyo triunfo estriba, como indiqué más arriba, en pensar en el conjunto del electorado español, no en el de una región determinada. De ahí la cantinela del “reformismo” para no asustar al centro centrado y al socialdemócrata antisanchista.
No puede desentenderse de la realidad y la coherencia: su único aliado es Vox, y tiene que presentar el maridaje como algo normal
En este sentido está la tercera condición. Es un error que Casado demonice a Vox para parecer “centrista”, alimentando así el discurso de la izquierda del que se deduce que pactar con Abascal es lo mismo que sentarse a tomar el té con Franco. Es más; eso da votos a Vox, que se presenta como un partido antisistema, antiglobalización, anticorrección política, nacionalista, puro y verdadero, que crece cuando lo atacan. Está en el primer capítulo del manual de respuesta rápida al populismo.
El PP no debe olvidar que confiar en el deterioro del adversario e intercambiar puñaladas en público para parecer listo e independiente solo beneficia a los socialistas. Ganarán en Castilla y León y en Andalucía, y necesitarán a un Vox hambriento de poder. Casado tiene que encauzar esa ansiedad de los nacionalpopulistas sin que dañe su proyecto. No puede desentenderse de la realidad y la coherencia: su único aliado es Vox, y tiene que presentar el maridaje como algo normal que no entraña peligro para la democracia.
Los populares también deben tener presente que el PSOE siempre se rehace, que su fidelidad de voto es muy alta -superior al 85%-, y que gobierna. Estando en Moncloa las cosas se ven y se manejan de otra manera. Los populares y sus votantes no deben descartar una remontada de Sánchez o perderán.