Aislamiento, rechazo, insultos, golpes, burlas, palizas... son algunos de los retos a los que cada día se enfrentan cientos de alumnos que acuden al centro escolar con un miedo terrible a lo que pueda sucederles durante esa jornada. En algunos casos tristemente conocidos como el de Diego, Carla, Alan o Jokin, el sufrimiento es tal que les lleva a tomar la decisión de quitarse la vida con apenas 11 años, algo que sorprende, en primera instancia, a los propios padres, desconocedores de la situación que atravesaban sus hijos. Detectar el acoso escolar o bullying resulta clave para poder tomar medidas, pero ¿cómo se consigue cuando las víctimas suelen volverse herméticas?
En esta cuestión han trabajado desde 2005 en la facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), donde han desarrollado Mybullying, una herramienta que comenzó siendo una tesis doctoral en 2005 -un software para recoger datos- y que finalmente se ha convertido en un protocolo de intervención, una aplicación eficaz que empezará a instalarse en 700 colegios de la Comunidad de Madrid desde este mismo mes de febrero, con intención de ampliarlo a los aproximadamente 2.000 centros de toda la Comunidad el próximo curso.
Los alumnos responden a un cuestionario con preguntas que generan un mapa social de la clase sobre el que se puede empezar a trabajar
El procedimiento es sencillo. El profesor accede al aula de informática con los alumnos y éstos responden en aproximadamente 10 minutos a un cuestionario. "Se obtiene un pdf con los indicadores de ese grupo, y lo que más nos interesa es detectar a las personas que están siendo victimizadas y obtener un mapa social de la clase, ya que bajo los casos de bullying suele haber una estructura social rígida mediante la cual la víctima acostumbra a estar rechazada. Dado que esa estructura social estable se mantiene en el tiempo, la victimización también se mantiene. Nosotros proponemos cambios en la dinámica de grupo o en los propios grupos, y disminuyen las conductas agresivas o desaparecen", explica a Vozpópuli Javier Martín, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UCM y autor principal del programa.
Las preguntas son del tipo "¿quiénes son tus amigos dentro de clase?", "¿con quién te juntas habitualmente?", "¿con quién no sueles relacionarte?", "¿a algún compañero le pegan o maltratan físicamente?", "¿le aíslan, rechazan y/o hablan mal de él o ella?", "¿te lo hacen a ti?", etc. Las respuestas generan un mapa social de la clase y un informe con el que el departamento de orientación del centro puede empezar a trabajar. "Al principio no teníamos seguridad de cómo iba a funcionar, pero veíamos que los alumnos contestaban bastante bien, comentaban sus relaciones dentro del aula, sus amigos, y como son asuntos emocionales, encuentran interesante hablar de sus propias relaciones socioafectivas. Aunque dos o tres alumnos sesguen la información el resto del grupo centraban sus respuestas en los mismos sujetos", señala Martín, quien asegura que en todos los grupos hay gente que tiene habitualmente situaciones de aislamiento. "Más allá, hay gente que tiene aislamiento y además rechazo del grupo. Ahí comienza el perfil de riesgo", añade.
Involucración de los 'populares'
Detectadas las posibles víctimas del acoso, la propuesta que hacen desde Mybullying es una estrategia de ayuda entre iguales, crear una red social para proteger a la víctima porque es precisamente ese rechazo el que le hace más vulnerable respecto a los abusadores. Se busca la ayuda de estudiantes prosociales, con alto estatus en el grupo o que tengan mayor relación con la víctima, y estos estarán más pendiente de él o ella entre clases o en el recreo, algo que dice, frena mucho a los acosadores e incluso supone que dejen de existir conductas agresivas.
"Proponemos una estrategia de ayuda entre iguales, se busca la ayuda de otros estudiantes para que estén más pendientes de la víctima, algo que frena mucho a los acosadores"
"Los agresores acosan porque también tienen beneficios de esas conductas. Por ejemplo, adquieren protagonismo dentro del grupo, provocan que una parte del mismo se ría o se divierta o ellos se erigen en protagonistas o líderes momentáneamente. Cuando la víctima está protegida, conductualmente frena mucho esos episodios de acoso escolar", declara el autor del programa.
A los alumnos que colaboran, normalmente fuertes, respetados y que caen bien en clase, se les dicen cosas como "vuestra ayuda en este problema es muy importante"; "procurad no dejarlo solo"; "prestadle un poco de atención"; "si alguien se mete con él, le pedís que no lo haga con educación y firmeza". También puede colocarse en clase al compañero victimizado entre los alumnos elegidos sin separar a estos de sus amigos, de manera que todos estén conformes.
La herramienta podría usarse desde tercero de educación primaria hasta bachillerato, y el método se basa en el programa finés KIVA, que fue de los primeros en poner de manifiesto que detrás de una conducta de acoso hay un grupo.
Espiral de silencio
Como el propio autor de Mybullying admite, lo más difícil del acoso escolar es detectarlo. De hecho, una psicoterapeuta consultada por este diario señala que los casos de niños que acuden a ayuda profesional por ese motivo no han experimentado un aumento reseñable en el último año. "Es complejo de detectar, se utilizan escalas de autoinforme y test de heteroinforme, que combinados mejoran la detectabilidad. Hay un código de silencio, en el bullying las víctimas suelen callarse porque tienen miedo de preocupar a su familia, porque si lo dicen a los adultos del centro puede ser peor para ellos -etiquetados de chivatos- y los agresores tampoco lo cuentan porque no les interesa, y se genera una atmósfera de silencio en torno al acoso", explica Martín.
La herramienta es un primer paso. Al diseñarla, dice el autor, buscaban que con poco esfuerzo se pudiera abarcar a un gran número de alumnos sabiendo que hay diferentes niveles de recursos humanos y económicos en los centros para poder llevarlo a cabo. Se trataba simplemente de que una o dos personas pudieran gestionar problemas de este tipo en centros grandes.
SUICIDIO INFANTIL
Lamentablemente muchos casos de acoso escolar terminan en suicidio cuando las víctimas sienten que es su única salida, como ocurrió con el caso más reciente, el de Diego, un menor de Leganés de 11 años que saltó por la ventana dejando una nota en la que explicaba que era la única forma de no volver al colegio. Años antes, una compañera de colegio también había intentado quitarse la vida ingiriendo 14 pastillas tras denunciar un acoso escolar que el centro negó.
En 2013 fue Carla, asturiana de 14 años quien no pudo soportar más el bullying al que la sometían dos adolescentes y saltó al mar en un acantilado de Gijón, y años antes, Jokin, también de 14 años, se tiró desde la muralla de Hondarribia tras más de un año de insultos y malos tratos en clase. La pasada Nochebuena Alan, un transexual catalán de 17 años que llevaba sufriendo acoso desde los 14 decidió también poner fin a su vida.
Son algunos de los últimos nombres de una estadística que habla de España como un país donde el suicidio infantil, entendido como aquel que se produce antes de los 14 años, es poco común. Según el INE, en 2013 se quitaron la vida 9 niños de entre 10 y 14 años, duplicando a los de 2012 -cuando se produjeron cinco- y estos a su vez a los de 2011 -cuando fueron dos-. Una de las principales causas, según señalan los psiquiatras, es precisamente el acoso escolar.