Sociedad

Sofía, 11 operaciones y 6 años esperando un juicio por una bengala que le destrozó el pie en el Camp Nou

El 28 de abril de 2010 a Sofía Bessayah le cambió la vida. Trabajaba como vigilante de seguridad en el Camp Nou cuando le estalló una bengala. Seis años después, y con una minusvalía permanente absoluta, sigue esperando que se celebre un juicio que ya se ha aplazado cinco veces. "El Barça, la UEFA y Prosegur y Securitas se lavan las manos", denuncia.

  • Sofía Benssayah, la vigilante de seguridad a la que le estalló una bengala en el Camp Nou que le destrozó el pie

Era 28 de abril de 2010. Sofía Bessayah afrontaba un partido de fútbol más como vigilante de seguridad en un Camp Nou que se vistió de gala para recibir al Inter de Milán en las semifinales de la Champions League. Aquel día el destino no fue cruel sólo con la afición azulgrana, cayeron eliminados, sino que se cebó sobremanera con esta francesa de 35 años. Corría el tiempo añadido cuando el Barça marcaba su segundo gol, después anulado. "La afición se empezó a enfadar, tiraban todo tipo de cosas", cuenta Bessayah, que controlaba la grada en la que estaban los 'tiffosi' italianos. De repente, cayó un artefacto a la primera escalera. No le dio tiempo a subir las escaleras. Reventó. Lo hizo en su pie. "Cuando me levanté, se me había dormido hasta la cintura. Después caí al suelo", recuerda. La llevaron en volandas hasta la enfermería y al quitarle el zapato de seguridad, se empezó a desangrar. Lo que vino después fueron 69 días en el hospital. Su pie estaba totalmente destrozado.

Hoy, seis años y once operaciones después, Sofía sigue sin poder caminar sin la ayuda de muletas o de un bastón. "No puedo andar más de 500 metros diarios, ni salir a pasear al parque con mis dos niños y siempre tengo que depender del coche", asegura. Le han concedido el grado de "invalidez permanente absoluta", tiene dos dedos del pie izquierdo 'muertos' y el resto, prácticamente sin sensibilidad. "No puedo valerme por mí misma. Voy de la cama al sofá y del sofá a la cama", dice. Y con la voz entrecortada, lamenta: "Esa es mi vida".

Ella, que en Francia trabajaba como Policía Nacional, decidió mudarse a España hace 12 años por amor. Tuvo que volver a sacarse varios diplomas, entre ellos el de vigilante de seguridad, porque en Cataluña no se los convalidaron. Hoy ni siquiera vive en la Ciudad Condal: se mudó a Andalucía "porque la humedad de Barcelona me hacía imposible la recuperación". "No sé lo que es una vida sin dolor, me levanto con dolores, me acuesto con ellos, me despiertan por la noche...", continúa.

"Mis compañeros también se merecen que algún día llegue un poco más de seguridad a los estadios", asegura Bessayah

Al dolor físico, los trastornos psíquicos y la medicación de por vida, (toma una dosis de 300 miligramos de estupefacientes en pastilla -"muchos miligramos para el cuerpecito que tengo"-, dice), se suma que aún no se ha celebrado el juicio por el incidente. "Los posibles culpables, la UEFA, el Fútbol Club Barcelona, Prosegur y Securitas, entre otros, siguen lavándose las manos y no presentándose en los juzgados, eludiendo pagar una indemnización que, aunque la reciba, no paliará las secuelas físicas y mentales que padezco", denuncia. Así lo ha publicado en la plataforma Change.org, donde en apenas tres días ha recogido 150.000 firmas.

"Todos se lavan las manos", expresa desolada. "Todos", insiste. "Se tiran la pelota de un tejado a otro. Y así llevo seis años que no puedo pasar página, con el machaque psicológico que conlleva. No puedo dormir por la noche, sólo entre cuatro y cinco horas. Supongo que ellos sí dormirán bien". Ahora, para más inri, el juicio no tiene ni fecha: "Desde que se celebró por primera vez en 2012, se ha aplazado ya cinco veces. Siempre hay alguna de las partes demandadas que no se presenta. La última vez que se aplazó fue en diciembre y ahí me quedé sin fecha. Las otras veces cuando lo posponían de un año para otro, daban una fecha nueva pero esta vez ni eso. Esa incertidumbre es algo que no soporto. Para seguir adelante necesito una fecha".

Prefiere no hablar del dinero que recibiría con la indemnización. "Es algo que tiene que determinar el juez", apunta. Pero advierte que el dinero no le hará olvidar. "Condicionará mi vida, podré comprarme un coche automático o una casa con planta baja porque no puedo subir escaleras, pero no remediará mi sufrimiento. Mi orgullo no está en venta", zanja al respecto. En este sentido, Bessayah deja claro que aunque sea imposible recuperar la vida que tenía antes, no se va a quedar de brazos cruzados. Pone todo su empeño en no consentir que "esta gente que mueve millones no asista a un juicio". "Hay cosas que no me cuadran, la Justicia parece que sólo sea para los que se la pueden pagar. No me arrepiento de haber venido a España, ni mucho menos, pero la Justicia de aquí deja mucho que desear", sentencia.

"No sé lo que es una vida sin dolor, me levanto con dolores, me acuesto con ellos...", dice Bessayah

Cuenta que hace un tiempo el hoy presidente del Barcelona, Josep María Bartomeu, le prometió que le ayudaría a través del Fondo de Acción Social blaugrana si salía elegido. "No he vuelto a saber nada. He intentado mandar varios correos y no sé dónde han ido a parar". El club catalán asegura que ha estado representado "en todo momento" y que los aplazamientos que se han producido "siempre han sido imputados a otras partes". 

Además, señala, es una cuestión de lealtad. "Si me dejo vencer no sería bueno para mis compañeros de trabajo. Creo que ellos también se merecen que algún día llegue un poco más de seguridad a los estadios", expresa. Y es que el día del fatídico accidente, otro de sus compañeros también resultó herido, con una fractura en un dedo del pie y pérdida del 50% de audición. Se trata, en definitiva, de que los "poderosos" clubes de fútbol, la UEFA o las compañías de seguridad no se salgan con la suya "una vez más, dejando en la indefensión más absoluta a los perjudicados por negligencia e inseguridad en los estadios". Mientras, Sofía, que confía en que los avances de la medicina algún día le permitan volver a andar, asegura que lo que más echa de menos es trabajar. "Trabajar es salud", concluye.

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