Política

Feijóo y Abascal, un año de divorcio: la relación en vía muerta y seis autonomías en jaque

El PP cree que Vox es un activo tóxico y el principal responsable de la victoria pírrica del 23-J, mientras que Vox denuncia que el PP es igual que el PSOE.

  • Feijóo y Abascal, en el patio del Congreso en septiembre. -

No hay constancia de ninguna reunión entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal en todo el 2024. La última vez que se sentaron a hablar, que se sepa, fue para la investidura fallida del presidente popular. Allá por septiembre del pasado año. Desde entonces, los más próximos al líder de Vox desconocen si ha habido algún otro encuentro. En la cúpula de Génova tampoco quieren despejar la incógnita. 

Lo cierto es que, a día de hoy, la relación entre los dos está en vía muerta. Apenas hay interlocución. Un saludo cordial cuando toca verse las caras. Algún intercambio de mensajes sobre asuntos triviales. Y poco más. Después de muchos altibajos, ha llegado el divorcio. La derivada más evidente de la ruptura es la inestabilidad política que se cierne sobre seis comunidades autónomas y un puñado de ayuntamientos, en jaque por el distanciamiento.

Públicamente, los dirigentes de Vox dedican casi tantos esfuerzos a cargar contra el PP que contra el PSOE. El propio Abascal, durante sus intervenciones en el Congreso de los Diputados, apela con la misma intensidad a Sánchez que a Feijoo. Lo cierto es que ni Abascal ni Feijóo se tienen en buena estima el uno al otro. Y lo transmiten sin disimulo. 

El gatillazo del 23-J, cuando se daba por amortizado el sanchismo, provocó grietas emocionales en las dos formaciones que, en busca de un relato expiatorio ante el electorado, no han dejado de tirarse los tratos a la cabeza en lo que llevamos de legislatura. El PP cree que Vox es un activo tóxico y el principal responsable de aquella victoria pírrica. Vox considera que el PP es igual que el PSOE. De ello deja constancia mañana, tarde y noche. 

No obstante, con la geometría actual en el Parlamento, y la proyección que dibujan los sondeos en caso de una vuelta a las urnas, se hace necesaria una entente cordiale entre ambos partidos. Están condenados a entenderse. 

“Nuestra relación con Vox es compleja, porque competimos por un electorado similar, pero mejor que casi con ningún otro grupo en el Congreso. Hay canales de comunicación y también diferencias severas”, radiografían en la cúpula popular. “Feijóo quiere reemplazar a Pedro Sánchez y Abascal a Feijóo, al que le hace oposición con la misma intensidad que a Sánchez o más”, se quejan fuentes próximas al líder de la oposición. 

Pese a todo, los populares dicen tener la “convicción de que hay que trabajar una relación respetuosa”.  Y esto, afean, no sucede por parte de Vox. “No lo entendemos”. O sí, porque la tesis es que “Vox quiere reemplazar al PP”. Una “prioridad” bien distinta a la de Feijóo: “El combate abierto es con el Gobierno y con el independentismo, no con Abascal”. Los populares, para esta tarea, dicen añorar cierta colaboración por parte de Vox. “En vez de ayudar, nos distraen. Complican la alternancia”. La intención del PP, en todo caso, es “escapar de toda confrontación" con un partido con el que hay “más cercanía que diferencias”. 

La crisis en los territorios

Pero la situación en los territorios no ofrece un buen diagnóstico. Castilla y León, la Comunidad Valenciana, Extremadura, la Región de Murcia, Aragón y Baleares, además de varias ciudades españolas, se enfrentan al reto de legislar sin el concurso del legislativo. Si persiste el bloqueo, algunos presidentes autonómicos amagan directamente con una vuelta a las urnas... con el riesgo de que todo se quede como está. El plantón de Vox por la crisis migratoria ha llevado al límite a los barones del PP. 

La ruptura se desencadenó en pleno verano. Ante el aluvión de llegadas irregulares a Canarias, Ceuta y Melilla, Vox consideró ‘casus belli’ un pacto entre el Gobierno y las comunidades para establecer un reparto de menores migrantes. Abascal lanzó distintas amenazas, y los dirigentes populares hicieron caso omiso. Hasta que, en el mes de julio, el líder del partido verde dio a los suyos la directriz de salir de los gobiernos autonómicos. La sensación fue contradictoria en aguas populares: marejada en los territorios que dependen de Vox, mar en calma en Génova. Unos, vieron mermadas sus opciones de mantener la dinámica legislativa con holgura. Otros, la gran oportunidad para quitarse la losa de la “extrema derecha” que Sánchez le ha endosado a Feijóo a la espalda para activar un voto útil. 

Por ahora, Vox mantiene el veto a las cuentas públicas de las citadas comunidades. Y aunque los dos partidos no han roto todos los puentes -sigue habiendo un hilo de comunicación, especialmente en la Cámara Baja, para sacar adelante iniciativas parlamentarias-, nada parece indicar que se vaya a producir un acercamiento que mande al cajón viejos rencores.

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