Se llama Encarni Sanchez, tiene 43 años y lleva año y medio sin apenas salir de casa. En octubre de 2016 un ictus isquémico le atravesó el cerebelo para dejar una mochila de secuelas con las que lleva luchando desde entonces. Sin apenas ayuda ni familia intenta rehacer su vida con mil problemas y pidiendo ayuda en redes. No es un caso aislado. El ictus es una enfermedad mucho más difícil para la gente con pocos recursos. Los ricos se curan antes porque la rehabilitación continua y de calidad es fundamental.

Un equipo de investigadores ha presentado una forma de evaluar el daño cognitivo tras un ictus con un simple análisis de sangre. El sistema mejora los tiempos de rehabilitación de los pacientes y permitirá conocer mejor qué ocurre a nivel bioquímico tras un ictus.