Whatsapp se cae durante cinco horas un sábado por la tarde y medio mundo empieza a sufrir una ansiosa urticaria ante la perspectiva de estar “desconectado” del resto de los mortales tecnológicos. Aquella amiga no contesta un email en que le proponías una cena de ensueño en un coqueto restaurante de moda de tu ciudad, y el botón “actualizar” de tu Hotmail sufre la madre de todos los bombardeos.