Vive el Banco Popular en una situación atípica. En un período de entreguerras. Todo parece en calma, pero, en realidad, nada es lo que parece. Con un presidente que ya no está en cuerpo. Ángel Ron abandonó su despacho de Ortega y Gasset en diciembre. Y con la duda de si seguirá en alma. De si firmará las cuentas de un 2016 que se avecinan catastróficas por los números rojos provocados por el empacho inmobiliario. Otro enorme interrogante le persigue. ¿Presidirá la próxima Junta de Accionistas del banco? En estos días se da por segura su ausencia. Un gesto reprochable, sin duda, en caso de confirmarse. En su millonario bonus va aguantar el cabreo de los accionistas. Y los del Popular tienen la mochila llena después de tantos años de desplome de la cotización.
No estará Ron. Eso murmulla el sector. Tampoco Emilio Saracho. Necesita el refrendo de esta próxima Junta para ser investido presidente. Desde diciembre, tiene el título de presidente en diferido. Pero le falta el birrete. Una buena coartada para no tener que encabezar la mesa donde estarán sentados los consejeros delante de sus accionistas. Lo dicho. Hasta la Junta, el Popular vive en período de entreguerras. Entre las que fueron y las que serán. Y en estas últimas ya anda metido Saracho. No puede ser de otra forma. La situación del banco necesita clarificar la hoja de ruta. Sea un futuro en soledad o en compañía de otro. O de otros. Saracho no se cierra a ninguna opción. Vayamos por partes.
En el millonario bonus de Ron va aguantar el cabreo de los accionistas. Y los del Popular tienen la mochila llena después de tantos años de desplome
El Popular necesita otro golpe de efecto para recuperar el favor de los inversores. Lo fue en su día el nombramiento de Saracho. De hecho, el anuncio permitió que las acciones de la entidad se incrementaran un 25% en los días posteriores. Sin embargo, la sentencia europea de las cláusulas suelo ha diluido en parte ese efecto. El mercado espera de Saracho grandes operaciones que aceleren el saneamiento de la entidad, cuya exposición al ladrillo (de más de 30.000 millones) ha sido un lastre en los últimos años. Un lastre que se confirmará este viernes en la presentación de los resultados anuales del banco. Por cierto, otra cita con incógnita. A día de hoy, no está confirmado al cien por cien la presencia de Ron para defender su gestión y las millonarias pérdidas del pasado ejercicio.
Pero Saracho no solo necesita colocar carteras de crédito promotor o de pisos invendibles. Para cualquiera de los futuros del banco, solo o bajo un proceso corporativo, el Popular necesita ‘su’ doble ampliación de Capital. De una parte, lograr la aprobación del proyecto Sunrise, su banco malo, donde evacuar 6.000 millones de activos tóxicos inmobiliarios. La propuesta lleva dando vueltas desde principios del pasado año entre los reguladores. En febrero, hace casi un año, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se lo devolvió a corrales por las dudas del proyecto a la hora de explicar cómo se desconsolidaba el riesgo del balance y ante el débil nivel de coberturas para cubrir su ladrillo tóxico. Desde entonces, los borradores van y vienen al Banco de España y la CNMV a la espera de conseguir el deseado visto bueno. El camino parece despejado a la espera de anunciarse en próximas semanas.
Por otro lado, el gran reto de Saracho será cómo captar capital ante unas pérdidas en 2016 que pasarán de largo los 2.000 millones y que pueden elevarse incluso por encima de los 3.000 millones, según diversas fuentes financieras. En el consejo del Popular no dudan de la capacidad del ex JP Morgan para conseguir esos 1.500 millones, incluso 2.000 millones, que necesita el Popular como agua de mayo. Poco rastro queda en el balance de los 2.500 millones captados en mayo pasado que han servido para cubrir la recompra de Aliseda a Värde Partners, por cerca de 1.000 millones, y elevar las provisiones de los suelos en el balance de la entidad.
Para cualquiera de los futuros del banco, solo o bajo un proceso corporativo, el Popular necesita ‘su’ doble ampliación de Capital
En el plan de ruta que debe presentar Saracho al Consejo del ‘Popu’, la ampliación de capital es una condición sine qua non en el futuro del banco pero no suficiente para continuar en solitario. En las diferentes salidas que estudia ya Saracho, junto al consejero delegado Pedro Larena, se vislumbra una venta de la entidad por paquetes. Tanto por tipo de negocio como por zonas geográficas. La opción de trocear no se descarta ante los bajos precios que estás dispuestos a pagar los competidores por una compra del Popular en su conjunto.
Baste un botón. Uno de los principales motivos por los que no hubo apretón de manos entre Francisco González y Ángel Ron, hace apenas un par de meses, se explica en la oferta a la baja del presidente de BBVA. En aquellas negociaciones, antes de la salida de Ron y con la acción del Popular castigada por los bajistas, FG ofertó un precio a la baja con una prima negativa a la paupérrima cotización del Popular. Al consejo del Popular no le salieron las cuentas frente al argumento de FG de que esa pérdida inicial tendría margen de recuperación una vez que se convirtiesen en accionistas de BBVA. El banco azul seguirá atento a los planes de Saracho. Su interés por el Popular viene de lejos. De hecho, hace un par de ejercicios, Ron y González mantuvieron contactos para una eventual fusión.
El posible comprador que más gusta en Popular es Santander. La llegada de Saracho, viejo conocido de Ana Botín, podría acercar esta posibilidad. Pero al igual que Sabadell o Caixabank, Santander no está hoy por hoy por la labor de tomar el control de una entidad con más de 30.000 millones de euros en activos problemáticos. Otra cosa sería que se saneara antes. A la entidad que más encajaría es a Bankia, por sinergias, complementariedad de negocios y la experiencia en integraciones del equipo liderado por José Ignacio Goirigolzarri. Al banquero vasco le gusta mucho el negocio sano de Popular, por lo que no se lo pensaría dos veces si le surgiera la oportunidad. Pero tendría que lidiar con la oposición de los grandes bancos, la dificultad de compaginar la operación con la fusión con BMN y habría que acelerar antes parte de la privatización.
El precio determinará si el ‘Popu’ se acoge al plan A, al B o al C. Algunos consejeros no vislumbran una mayor rentabilidad en la venta por paquetes frente a una operación del conjunto de la entidad. “Se están explorando todos los caminos. Ahora no es el momento de decidir”, explica alguno de estos consejeros. La elección del plan diseñado por Saracho será dentro de cuatro meses. Lo dicho. Hasta entonces, el Popular seguirá viviendo en un período de entreguerras.