Emitió pasaportes , cartas de protección, dio cobijo a quienes pudo y como pudo: escondiéndolos en oficinas, alquilando casas como si fueran anexos de la embajada. Así fue como el diplomático Ángel Sanz Briz consiguió a salvar a 5.200 personas del exterminio judío del régimen nazi, que tomó el poder en Hungría en 1944. Por eso muchos lo llaman el Schindler español, también hay quienes se refieren a él como un ángel en Budapest; sin duda, bajo su nombre de pila y el cobijo de su ala, más de uno logró hacerse invisible. Aún como funcionario del régimen de Franco, el diplomático se comportó con más valor que cualquier hombre armado: no hizo la vista a un lado y se jugó el pellejo para que otros no perdieran el suyo.
Ángel Sanz Briz consiguió a salvar a 5.200 personas del exterminio judío del régimen nazi, que tomó el poder en Hungría en 1944
Entre la espada y la pared, siempre se puede elegir la espada, escribe Leila Guerreiro. Sin duda, la frase se cumple, letra a letra en la historia de este hombre. Nacido en Zaragoza en 1910, Sanz Briz estudió derecho y se incorporó al servicio diplomático desde muy joven. Su primer destino fue El Cairo e inmediatamente Budapest, donde acudió como encargado de negocios en la embajada española en Hungría. Acaba de casarse. Todo parecía sonreír. La vida abriéndose a empujones, acaso. Tras su llegada a Budapest, justamente en el invierno de 1944, Alemania invadió Hungría. El propio Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS y responsable directo de la solución final, se trasladó a a la capital para supervisar los planes de exterminio de la comunidad judía húngara, donde fueron asesinados durante el holocausto unos 565.000 judíos.
Fue un infierno de casi diez meses en los que miles de personas intentaban nadar en dirección contraria de aquel sumidero en el que se había convertido el régimen nazi: ese hoyo que todo lo engullía. Ángel Sanz Briz no pudo ni quiso quedarse de brazos cruzados. Lo que comenzó en junio de 1944 con la prohibición de la libre circulación de las personas judías, la identificación con estrellas de David o prohibición de entablar contacto con quienes no fueran judíos, terminó en la cámara de gas. Ángel Sanz Briz escribió a Madrid para informar lo que estaba ocurriendo. Utilizando el aparato burocrático, logró que las autoridades húngaras reconocieran su derecho a proteger a 200 judíos de origen sefardí y luego fue ampliando ese número. ¿Cómo lo consiguió sin levantar sospechas? Pues multiplicando los permisos y evitando, por todos los medios y tretas, que el número de documentos nunca excediera esa cifra.
Ángel Sanz Briz contó trabajó con la Cruz Roja, así como con sus empleados y colaboradores más cercano: el abogado Zoltán Farkas, la secretaria Madame Tourneé y su hijo Gastón y un ciudadano italiano, veterano de guerra, Giorgio Perlasca, quien fue fundamental para Sanz Briz en los momentos en que las cosas se complicaron. Así lo narra el periodista Julio Martín Alarcón en el libro El Ángel de Budapest. “Con ellos vivió seis intensos meses en los que lucharon contra la maquinaria más eficiente del mal que haya conocido la historia. Los límites del diplomático partían de Madrid: sin su autorización jamás habría podido desplegar sus acciones. Durante todo el verano de 1944, Sanz Briz, que ya estaba al frente de la legación tras la marcha del embajador Miguel Ángel Muguiro, solo pudo informar de las atrocidades y asistir a las reuniones que organizaron los países neutrales bajo la batuta del enviado del papa, el nuncio apostólico monseñor Angelo Rotta”.
Sanz Briz utilizó, entre otros modos, el aparato burocrático: logró que las autoridades húngaras reconocieran su derecho a proteger a 200 judíos de origen sefardí
Tal y como relata Alarcón, en esas reuniones se redactaron notas de protesta ante el gobierno húngaro para que se detuvieran las deportaciones a Auschwitz. En una ocasión, cuenta el periodista en las páginas del libro, lo hizo sin conocimiento de su gobierno, que le reprobó por ello. "Sin embargo, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores decidió actuar en Budapest por las presiones de las organizaciones internacionales judías, Sanz Briz obtuvo la autorización para salvar al máximo número de judíos. Así comenzó la labor más decisiva del diplomático, que actuó de acuerdo con su gobierno pero con sus propias ideas". Décadas después, en 1966, Israel otorgó a Sanz Briz el título de Justo entre las Naciones, que se concede a quienes ayudaron a salvar a judíos durante el Holocausto nazi.
"Sanz Briz demostró que uno se puede enfrentar a un régimen peligrosísimo y tremendamente agresivo, enfrentarse a un régimen de esas características y lograr salvar a personas inocentes", dijo su hijo, Juan Carlos Sanz Briz, el día en que se inauguró la avenida "Ángel Sanz Briz", en el tercer distrito de Budapest. En la calle, junto a una placa, un monolito está dedicado hoy al "ángel de Budapest". Otra vez. Su nombre de Pila, Ángel, batiendo alas en nombre de aquellos a los que salvó. La idea de que entre la espada y la pared, siempre se puede elegir la espada. Tras Hungría, fue destinado a San Francisco y Washington, Lima, Berna, Bayona, Guatemala, La Haya, Bruselas y Pekín. De hecho, él fue el primer embajador en china. En 1976 fue destinado a Roma como embajador de España ante el Baticano, estuvo al frente de la delegación hasta que falleció el 11 de junio de 1980. Sus restos descansan en Zaragoza, en el panteón familiar de los Sanz Briz en el cementerio de Torrero.
Su figura ha inspirado, con el paso de los años, numerosos homenajes y revisiones biográficas. Desde los libros Un español ante el Holocausto (2005), de Diego Carcedo; El ángel de Budapest (2016), del periodista Julio Martín Alarcón, pero también producciones como la ficción televisiva –también titulada El ángel de Budapest- la película fue rodada íntegramente en la capital húngara. Dirigida por Luis Oliveros sobre un guión de Ángel Aranda Lamas, está basada en el libro de Carcedo antes citado. Su historia no va de números, se aloja en la capacidad de decidir entre obrar de una forma u otra. SU figura recuerda, para muchos, a la de Oskar Schindler, un empresario y espía alemán, además de miembro del Partido Nazi, que salvó la vida de unos mil doscientos judíos durante empleándolos como trabajadores en sus fábricas de menaje de cocina y munición, ubicadas en lo que hoy son Polonia y República Checa. Su historia, contada en la novela El arca de Schindler, adaptada luego por Steven Spielberg: La lista de Schindler (1993). Entre la espada y la pared, siempre se puede elegir… la espada.