Nombres como Jenny Holzer, Ana Mendieta, Marina Abramović, Joan Mitchell o Louise Bourgeois hacen pensar que esta es una discusión superada. Sin embargo, y aprovechando el Día Internacional de la Mujer –una fecha complicada, cuya reivindicación produce tanto acuerdo como opiniones encontradas- es una buena oportunidad para plantearse la misma pregunta. En 1984 el MOMA (Museum of Modern Art) de Nueva York celebró una exposición de arte contemporáneo titulada An Internacional Survey of Painting and Sculpture. De los 165 artistas que participaron en ella, sólo 13 eran mujeres. Delante del museo, un nutrido grupo de mujeres con máscaras de simio se plantó para señalar tan escandalosa cifra. Eran las Guerrilla Girls.
Después de hacer una parada en la Documenta de 1987 –allí las Guerrilla denunciaron que 85% de los artistas seleccionados eran blancos y hombres-, en 1989, el mismo grupo de artistas feministas colocaron un cartel frente al Metropolitan Museum de Nueva York. Decía: “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met. Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos”. La pancarta, ilustrada con una reproducción de la Gran Odalisca de Ingres cubierta con una careta de King Kong, ponía una vez más el dedo en la llaga: las mujeres son un objeto pasivo en el mundo del arte. En 2004 repitieron la pregunta. Con un detalle: la cifra había bajado del 5% al 3%. ¿Continúa siendo así?
Si bien es cierto mujeres artistas las hubo desde hace mucho tiempo atrás –habría que pensar en la italiana Artemisia Lomi Gentileschi, del siglo XVII- fue justo entre finales del XIX –con Berthe Morisot o Mary Cassatt- y en el siglo XX –desde Frida Kahlo, pasando por Sophie Calle hasta llegar a la escultora alemana Eva Hesse; y la larga lista que nos queda sin citar entre estos escuálidos guiones- cuando los discursos plásticos femeninos –que no feministas, importante acotar- se abrieron un espacio en los foros del arte en Occidente.
El XX, fue el siglo de las grandes figuras: desde las fotógrafas Tina Modotti, Gerda Taro o Ingeborg Morath hasta Remedios Varo o Frida Khalo. También la brasileña Lygia Clark –fundadora del neo-concretismo- y Mira Schendel; la venezolana Gertrud Goldschmidt, Gego; la escultora Louise Bourgeois, la ya citada Eva Hesse y las reivindicativas Barbara Kruger o Cindy Sherman. Sin contar, por supuesto, a la mediática Marina Abramovic. Durante los años noventa y la primera década de 2000 los discursos abiertamente feministas se abrieron paso y conformaron un potente lobby político. Las Guerrilla Girls pasaron de ser las aguafiestas de inauguraciones, a ser invitadas de bienales, encuentros y exposiciones: desde la Bienal de Venecia hasta el Whitney Museum o la Tate londinense.
¿Cómo era la situación en España? Sin duda había movimiento; y mucho. Surgieron en los años ochenta no sólo las grandes galeristas –Juana Mordó, Helga de Alvear, María Corral, Rosina Gómez Baeza, Juana de Aizpuru, Soledad Lorenzo, Olivia Arauna…- sino también artistas que consolidaron un lenguaje artístico como Cristina Iglesias o Carmen Calvo, sin contar con figuras que tenían ya una obra en marcha como Carmen Laffón, Eva Lootz o Esther Ferrer. Sin embargo, salta algo a la vista, de los 57 Premios Nacional de Artes Plásticas entregados desde 1980, sólo 9 mujeres han sido distinguidas; el resto han sido hombres. Según cifras divulgadas por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), desde hace 30 años, entre el 60 y 70% de las personas que finalizan los estudios de Bellas Artes en España son mujeres, pero sólo el 15% de la programación artística y las adquisiciones de los museos es de obras realizadas por mujeres.
Esas cifras quedan confirmadas con las que ha ofrecido la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (AMAV), según las cuales durante la última década las artistas protagonizaron el 20,5% (el 10% españolas) de las 973 exposiciones individuales organizadas en 22 centros de arte en España. En un reportaje publicado por The Economist, las cifras de las subastas de 2012 acusaban una marcada diferencia en el valor de una obra de arte dependiendo de si su autor era hombre o mujer. Sólo hay que dar un vistazo para comprobar que no es poca la distancia entre unos y otros.
Sin embargo, casas de subastas como Christie’s dicen que hay que ser optimistas, el valor comienza –lenta y tímidamente- a equipararse. ¿Tienen todavía razón las Guerrilla Girls 15 años después? A juzgar por las cifras, parece que sí.