Miami. Dos de febrero de 2020. Shakira y Jennifer López ofrecen una de las actuaciones más espectaculares de la historia de los descansos de la SuperBowl. Cierto que ambas apostaron por su repertorio en inglés por encima de los himnos en españoles, pero fue un despliegue de poder cultural latino. ¿Cuál fue el momento más rompedor? La aparición de Bad Bunny para cantar “Callaíta” en español. ¿Qué mensaje mandó a millones de espectadores en todo el planeta? Los tiempos están cambiando, desde la hegemonía pop anglosajona a hispanoparlante; también desde la solemnidad de dioses de estadio como U2, Muse y Bruce Springsteen hacia un paradigma más relajado y hedonista, proveniente del Caribe. ¿Qué significa esta mutación? El pop en inglés todavía manda, pero quedan dos telediarios para que llegue el subidón de la lengua española.
No es un sacrilegio comparar a Dylan con Bad Bunny, ya que ambos son artistas cruciales que representan rupturas generacionales
¿Quién fue el primer icono cultural en cantar de manera explícita que los tiempos están cambiando? Un chaval de Duluth (Minnesota) que comenzó copiando al activista folk Woody Guthrie y terminó siendo protagonista de una de las mayores revoluciones de la música popular en Occidente. Y ganando un Nobel. Por supuesto, estamos hablando de Bob Dylan. Para muchos, sonará un sacrilegio comparar a Robert Allen Zimmerman (1941) con Benito Antonio Martínez Ocasio (1994). Ambos han demostrado ser artistas cruciales de la música popular estadounidenses, que representan enormes rupturas generacionales. Dylan cabreó a la potente escena folk de su país en 1965 cambiando la guitarra acústica por la eléctrica; disolvió los cimientos del rock con una tableta ácido lisérgico y una antología de poemas simbolistas; y terminó de descolocar a los suyos embarcándose en una etapa cristiana que millones de sus devotos no fueron capaces de digerir (en los últimos años, comienza a revalorizarse).
Por su parte, Bad Bunny inyectó ambigüedad sexual en el reguetón, pintándose las uñas y mostrando su lado más vulnerable; despuntó en colaboraciones donde disparaba el voltaje sonoro de himnos como “Mayores” (Becky G.), “Si tu novio te deja sola” (J. Balvin) y “Soltera” (Linay con Daddy Yankee); pero sobre todo rompió cualquier molde al liderar junto a Ricky Martin y Residente (Calle 13) las revueltas sociales del pasado verano en Puerto Rico (medio millón de personas en la calle) que desembocaron en la renuncia del gobernador Ricky Roselló. Su postura queda clara en la canción protesta “Afilando los cuchillos”. Es probable que a Benito no le den nunca un premio Nobel, pero podemos jurar que Bob Dylan nunca va a ser capaz de apartar de su cargo a ningún poderoso político en activo. ¿Qué resulta más relevante para una figura cultural?
"Cercano y pegado a la tierra"
La mejor forma de comprender esta brecha pop es preguntar a jóvenes intelectuales. Por ejemplo, Elizabeth Duval, poeta, novelista y estudiante de filosofía en la Sorbona, que acaricia los veinte y ya ha conseguido hacer escuchar su voz en el sector cultural español. “Para mi generación, Bad Bunny es un icono de consenso absoluto: puedes tener divergencias sobre otros artistas más o menos en su órbita o con los que ha colaborado, pero él se ha hecho dueño de la escena a todos los niveles: es el mejor letrista, es el que tiene las canciones más pegadizas y es el que ofrece un modelo de existencia deseable y ‘woke’ (políticamente consciente) con conflictos como el apoyo al colectivo trans después de un transfeminicidio y su implicación política en Puerto Rico. Creo que lo que él no tiene, y sí tienen muchos artistas tan importantes como él (y es una ausencia positiva) es esa antipatía o desmesura de los seres divinos: Benito es mucho más cercano y pegado a tierra, aunque igual de inalcanzable para el común de los mortales, produce un sentimiento de ser uno de los nuestros”, resume. Sus inicios como reponedor de supermercado sin duda conectan con la precariedad de muchos jóvenes actuales.
https://youtube.com/watch?v=-vgXqw5ARLE
Lo que señala Duval remite a una de las frases emblemáticas que suele citar el prestigioso crítico musical español Diego Manrique: “La primera vez que escuché “Like a Rolling Stone” de Dylan no sabía de qué hablaba la letra, pero estaba seguro de que tenía que ver conmigo”. La diferencia es que Benito canta en castellano y eso facilita la identificación. El compromiso de Bad Bunny con la comunidad ‘trans’ ha tenido su cénit en una entrevista con la estrella televisiva estadounidense Jimmy Fallon, en cuyo programa apareció con una camiseta de apoyo a “Alexa” Luciano Ruiz, persona trans sin techo recientemente asesinada en Puerto Rico. El gesto tiene ecos de himnos dylanianos, por ejemplo con “The Lonsome Death of Hattie Caroll” (1964), crónica del asesinato de una camarera afromaericana a manos de William Devereux Zantzinger, heredero de una rica familia el sector del tabaco, durante una fiesta en un hotel de lujo de Baltimore.
¿Machista o explícito?
Más allá de esta reivindicación, Bad Bunny es un claro referente para las batallas de género en el siglo XXI, desde la anécdota de pintarse las uñas hasta la polémica decisión de incluir modelos sexualmente ambiguas en sus vídeoclips. Parece mentira, pero en 2018 Benito fue expulsado de un salón de belleza de Oviedo donde se negaron a hacerle la manicura. El politólogo Iago Moreno, 22 años y recién graduado en Cambridge, nos ayuda comprender el calibre de su figura. “Entre tantos malabares ideológicos para definir las nuevas masculinidades, Bad Bunny parece más un modelo a seguir que muchos de los discursos vacíos de la izquierda. El arquetipo clásico de superestrella desprende frivolidad, individualismo y una absoluta falta de empatía típica de la virilidad machista. Creo que Benito ha roto con eso. No solo expresa sin pelos en la lengua sus miedos y debilidades, sino que pone en jaque lo que la investigadora Inés Carrasco llama desigualdad del placer. Es el epítome de una nueva ola de reguetón donde los deseos femeninos no se acallan invisibilizan”, afirma.
“El problema de fondo es que todavía sigue habiendo mucha gente que considera los deseos sexuales de hombres y mujeres como algo grosero y machista”, señala el politólogo Iago Moreno
Moreno participa con frecuencia en campañas políticas enfocadas a la búsqueda del voto joven, introduciendo las nuevas músicas urbanas (trap, hip-hop, reguetón...) en las estrategias de candidatos españoles, bolivianos y argentinos. Uno de sus vídeos para Más Madrid se inspiró directamente en Bad Bunny, con Iñigo Errejón imitando uno de los gestos emblemáticos del rapero puertorriqueño. “El problema de fondo es que todavía sigue habiendo mucha gente que considera cualquier referencia a los deseos sexuales de hombres y mujeres como algo grosero y machista”, señala. Es el mismo malentendido que destripó la investigadora feminista Laura Viñuela en su defensa de las canciones de Maluma, de quien dijo que no era más machista que Alejandro Sanz, sino simplemente más explícito.
El politólogo respalda sus argumentos con un ejemplo cristalino: “Para mí, una canción machista es ‘Run For Your Life’ de The Beatles, donde se dice a la mujer que si se acaba con otro hombre 'más le vale que corra por su vida’. Con todas las limitaciones y contradicciones que puedan señalarse, el reguetón actual ha roto con eso y ha propiciado un giro emancipatorio: visibilizar que el deseo circula en ambas direcciones, abolir la estigmatización de las fantasías sexuales y terminar con muchos tabúes sobre relaciones eróticas y afectivas”, destaca.
Contra la izquierda rancia
Moreno coincide en el enfoque de Elizabeth Duval, pero matiza que quizá es demasiado generosa al describir a Bad Bunny como un artista de consenso, ya que hay quienes se empeñan en minar la legitimidad del superventas caribeño: “Existe una izquierda rancia que se ha dejado la piel por encontrar un butrón por el que desangrarle: que si participó en un festival de Pornhub, que si sus productores tiñeron de rosa a unos cuantos conejos para un vídeoclip, incluso hay una escena muy potente de raperos cristianos y conservadores en Puerto Rico (Redimi2, GabrielEMC) que le han ametrallado a ‘beefs’ (canciones insultantes) por sus posiciones respecto a sexo y política”, concluye.
Intelectuales tan solventes y veteranos como Martín Caparrós, Laura Freixas y Jon Illescas han mostrado sus dificultades para comprender a Bad Bunny y conectar con él
Curiosamente, tanto Dylan como Bad Bunny tienen convicciones cristianas. El primero las defendió de manera militante durante tres años a finales de los años setenta, mientras que el puertorriqueño las recuerda en cada actuación cuando a mitad del repertorio pide a los fans que abracen o besen a las persona que tengan más cerca (un claro guiño al ritual de “darse la paz" en misa, donde su madre le llevó cada domingo hasta los trece años). Ninguno de los dos artistas son beatos ni meapilas, pero como músicos disconformes con el mundo actual saben que la fraternidad que proclama el cristianismo puede ser un elemento valioso para el cambio social.
https://youtube.com/watch?v=Rzv_Oqlnucs
La ruptura generacional que encarna Bad Bunny y el reguetón queda clara en la incomprensión que despiertan en intelectuales veteranos como Martín Caparrós en su penúltimo artículo para el New York Times, en los cuestionables tuits de la feminista clásica Laura Freixas y en el último libro del profesor comunista Jon Illescas sobre educación para adolescentes. Quizá vaya siendo hora de refrescar conocimientos sobre la historia del pop y recordar que está batalla la hemos vivido antes, desde el escándalo de la aparición de Elvis Presley hasta la persecución de las “raves”, pasando por la explosión del punk. De hecho, y esto ya es una opinión personal, parece probable que Benito hay aportado ya más momentos relevantes que Dylan a su edad.