En la fértil Campania italiana se encuentra la entrañable, histórica y bella bahía de Nápoles, lugar donde se asentó primero la Magna Grecia y luego el Imperio Romano. Al noroeste de la bahía, cerca de los campos flegreos, se encuentran lugares que a todos nos pueden sonar, como el lago Averno, lugar mitológico donde se encontraba la entrada al inframundo para los griegos y romanos. Este lago fue un antiguo cráter de volcán, que se encuentra junto a otro que se llama Monte Nuevo, que es todo lo contrario, un cráter que “apareció o nació” en 1538, y fue visitado por los españoles que andaban por allí junto al virrey de Nápoles, Pedro de Toledo.
Junto a ambos sitios se encuentra Cumas, una famosa ciudad griega muy conocida, entre otras cosas, porque hay un túnel o antro donde vivía la Sibila de Cumas, que hacía grandes profecías por los “colocones” que se cogía por los vapores sulfurosos que se desprendían. Tarquinio el Soberbio, rey de Roma en el siglo VI a.C., recibió la visita de la Sibila y esta le llevó nueve libros con las profecías escritas sobre lo que iba a suceder en Roma. Éste rechazó la oferta por la elevada cantidad que requería la sibila por la venta de dichos libros. Tras el desprecio la sibila quemó tres de los nueve libros y con el tiempo volvió a ofrecer los libros que quedaban al rey por la misma suma de dinero. Ante este segundo desplante quemó otros tres. Finalmente apareció con los tres que quedaban y los ofreció por la misma cantidad que al principio y Tarquinio se vio obligado a comprarlos, quedándose sin saber lo que decía en el resto de los libros.
¿Erupción el 24 de agosto?
Pero ahí no acaban los lugares legendarios de la bahía de Nápoles, al suroeste de la bahía se encuentran otros incluso más conocidos y visitados. Todos los años, miles de personas visitan los alrededores del Vesubio, buscando las huellas y los restos de este volcán, que arrasó Pompeya, ciudad donde jubilaban muchos veteranos de guerra; y la comercial Herculano. La erupción se produjo el 24 de agosto del año 79, según la tradición, aunque últimamente se duda, porque las últimas pruebas hacen más que probable que fuera el 24 de octubre del mismo año.
Eva Tobalina, catedrática de historia de la Edad Antigua, especializada en Roma y Grecia, explica una primera 'fase pliniana', llamada así por haber sido descrita por Plinio el joven, en la que el volcán empezó a soltar humo, gases, lapilli (fragmentos piroclásticos, expulsados por un volcán durante una erupción), rocas... por los alrededores, llegando a subir el humo y los gases a la atmósfera.
En un momento determinado el volcán colapsó y empezó a desparramar lava por su ladera, material que terminó en la ciudad de Herculano, llegando a matar a cientos de personas que se agrupaban en el puerto, tras huir de la toneladas de materiales piroclásticos magmáticos.
En cambio en Pompeya fue diferente, ya que esta ciudad fue devastada por la acumulación de lapilli, cenizas y gases, que acabaron con los habitantes y enterraron los edificios durante más de un milenio.
Hasta que en el siglo XVIII, comenzó el proceso de excavación bajo el patronazgo del rey Carlos VII de Nápoles, que con el tiempo se convertiría en Carlos III de España. Fue el ingeniero aragonés Roque Joaquín de Alcubierre el encargado de comenzar estas excavaciones que se han prolongado hasta hoy en día.