A mitad de camino entre “rito iniciático” patrocionado por Hemingway –dicen algunos como David Trueba- y el desafuero para principiantes, San Fermín ha recibido este año –como todos- oleadas de entusiastas turistas que harán corro entre quienes sí entienden algo más acerca de los motivos para correr por estrechas callejuelas persiguiendo a un aninal de 650 kilos. Pero este no es el caso. Al que han pillado no le faltaba experiencia ni conocimiento. Se trata del escritor estadounidense Bill Hillman, coautor del libro Cómo sobrevivir a los toros en Pamplona, uno de los corredores que ha resultado corneado en el tercer encierro de los sanfermines, protagonizado por astados de Victoriano del Río.
Se han hecho eco de la noticia medios nortamericanos como New York Daily News. Hillman, de 32 años, ha sido corneado en el tramo de Telefónica, donde se han vivido los momentos de mayor tensión y peligro de la carrera, al quedar suelto un toro, que ha arremetido contra los corredores y se ha girado en repetidas ocasiones sobre sus pasos. El corredor, natural de Chicago, presenta dos cornadas en el muslo derecho y permanece ingresado en el Servicio de Traumatología del Complejo Hospitalario de Navarra, con pronóstico "menos grave".
Hillman es un corredor experimentado, con una década de encierros a sus espaldas, según recoge la agencia de noticias EFE. Su vinculación con los sanfermines y con Pamplona se refleja en el libro "How to survive the bulls of Pamplona" (Cómo sobrevivir a los toros de Pamplona), que, según la citada fuente, ha publicado recientemente junto a John Hemingway, Joe Distler y Alexander Fiske-Harrison. Como dato curioso, algunas publicaciones americanas han hecho alusión al -esta vez- accidentado viaje de Hillman a Pamplona. En el trayecto, perdió su pasaporte, su portátil y su talismán budista.
La erótica de los Sanfermines
Es inavitable. En el mundo anglosajón, los sanfermines han permanecido envueltos en una aureola de aventura en buena medida atribuíble al Premio Nobel Ernest Hemingway. El escritor llegó por primera vez a Pamplona el 6 de julio de 1923. Tenía 24 años, poco dinero y la fanfarronería natural de quienes les gusta fotografiarse con trofeos de caza. Después de ese primer viaje, ya no pudo remediarlo. Sintió por España y los toros lo que por el vino: un amor expansivo y desaforado.
Volvería durante al menos tres veranos más hasta 1930, y después durante la década de los cincuenta. Su encuentro con las Fiestas de San Fermín fueron el germen de Fiesta (1927) y de su conocida Muerte en la tarde (1932), libro escrito cinco años después y que hoy se considera uno de los mejores volúmenes que sobre toros se ha escrito en inglés.