Cuando se cumplen 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes surgen en modo celebratorio muchos temas para discutir, incluso los más serios. Y no siempre el presuroso confeti supone el mejor de los acompañamientos para asuntos que requieren una discusión más sesuda. La semana que viene el teatro Español de Madrid presenta Quijote. Femenino y plural –una cierta redundancia sobrevuela el título, no tanto en lo que respecta a lo femenino, pero sí en el plural-, una propuesta de Ainhoa Amestoy y la compañía Estival Producciones, que plantea una versión femenina del mayor clásico de la literatura española.
Herramientas para un debate…
Que Cervantes dio voz a la mujer en una sociedad en la que eso no era siquiera una posibilidad es algo que nadie puede poner en duda. La pastora Marcela es la prueba irrefutable. En un orden cultural - pleno Siglo de Oro Español- dominado por la moral católica, una de las instituciones patriarcales canónicas junto con el resto de las religiones monoteístas-, Cervantes escribió un alegato monumental para una mujer que solo reivindicaba su derecho a ser ella misma, no la extensión de alguien más, en otras palabras… una pareja. Eso lo hizo Cervantes en el capítulo XIV de la primera parte del Quijote y, valga decir, siglos antes del nacimiento de la primera sufragista. Pero Cervantes rescata el papel de la mujer no sólo en el Quijote, lo hizo también en Las novelas ejemplares –El celoso extremeño, por ejemplo-.
Que Cervantes dio voz a la mujer en una sociedad en la que eso no era siquiera una posibilidad es algo que nadie puede poner en duda
¿Quién es Marcela? ¿Y por qué es importante? Una de las alusiones más precisas al respecto la ha hecho José Miguel Lorenzo arribas en El feminismo en el discurso de la pastora Marcela: “Cuando los amigos de Grisóstomo responsabilizaron a Marcela del suicidio del pastor, que tomó la decisión de quitarse la vida por los desdenes de la resuelta doncella, Marcela irrumpe en escena, en el propio enterramiento del malogrado amante, para poner «las peras al cuarto»”. La afición a las etiquetas se refieren a ella como la primera feminista. Pero en esos temas hay que ir con tiento. Que el feminismo no ha significado lo mismo en todas las etapas de la historia, mientras las primeras exigían reconocimiento de igualdad, el siglo XX construyó un discurso más reivindicativo, atomizado ahora en distintas reivindicaciones.
Sin embargo, en lo que a la pastora Marcela respecta hay algo inédito e impensable para el momento en el que fueron pensadas y pronunciadas. Decía Marcela: “Tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este ni solicito aquel, ni burlo con uno ni me entretengo con el otro”. Marcela “no tiene al varón como medida del mundo” –en palabras de Lorenzo; ni siquiera se opone a él. Simplemente, no reconoce como interlocutores a quienes solo ven en ella un buen partido, por sus riquezas, hermosura, y sexo. “Sólo don Quijote estuvo a la altura de las circunstancias”. De cara a una visión “feminista y plural” –a decir de la compañía Estival Producciones- conviene tener esto claro. Que el agua tibia existe desde hace tiempo ya.
En lo que a la pastora Marcela respecta, hay algo inédito e impensable para el momento en el que fueron pensadas y pronunciadas.
El Quijote ‘femenino’
Basado en las aventuras del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Quijote. Femenino. Plural parte de las mujeres que pueblan la obra de Miguel de Cervantes. Para conseguirlo, la pieza se vale de “la atenta mirada de Sanchica, la hija del fiel escudero Sancho Panza”, a quien “la mujer del labrador, Teresa Panza, quien manda a la muchacha de tan solo 15 años tras la pista de ambos caballeros al no fiarse del enloquecido Alonso Quijano”.
Ainhoa Amestoy, actriz, productora y autora, presentó una versión previa en 2014 en la obra con el título Sanchica, princesa de Barataria. “La obra parte de una ficción: Sanchica, la hija de Sancho Panza, acompaña a su padre y a don Quijote y va conociendo a los mismos personajes”, explicó entonces Amestoy. “Es un viaje de aprendizaje en forma de juego, historias enredadas en otras historias, un homenaje que busca actualizar el espíritu femenino del Quijote”.
Sanchica irá y vendrá por los caminos aquejada de unas inmensas dudas sobre su propio mundo interior. El problema que le atormenta mayormente es el amor. Sanchica muestra especial inclinación por Lope Tocho, un mozo "rollizo y sano" del lugar", según Cervantes. Y él también muestra interés por ella; la confusión se plantea en el momento en que su padre Sancho Panza promete convertirla en princesa de la Ínsula Barataria. Este vertiginoso ascenso en la escala social le lleva a cuestionarse si no sería más apropiado buscar un pretendiente de mayor alcurnia que Lope Tocho para que se ajuste a su nueva posición. Esta acomodación amorosa es la que defiende su padre, mientras que su madre prefiere hacer caso omiso de los castillos en el aire que promete Don Quijote, y lógicamente presiona a su hija para que olvide tales fantasías.
La adolescente emprende un peregrinaje iniciático al calor de las historias y recomendaciones que le hacen todas las mujeres que se encuentra a lo largo de la discreta persecución de su progenitor. Luscinda, Marcela, Maritornes, Quiteria y otras emblemáticas féminas de la novela (también Dulcinea: en sueños monologará un pasaje escrito por Fanny Rubio), aleccionarán a Sanchica sobre lo que ellas creen que debe ser la actitud más acertada en relación a los hombres y a la vida. Las controvertidas experiencias la empujarán al mundo adulto y le plantearán el valor de la decisión y la entereza. Sanchica tendrá que afrontar sus dudas para, finalmente, tomar una resolución desde su libertad como mujer y como ser humano.
Partiendo del hecho de un ejercicio de ficción, la obra supone una lectura que parte del influjo femenino de la obra cervantina. El germen de la obra es muy anterior a la referencia de 2014. El proyecto de Amestoy se remonta una década antes, se trataba de un monólogo, la versión que se presenta en el Español es un diálogo entre dos actrices y las distintas marionetas que dan vida a las mujeres del Quijote. Aparecen en escena Doña Rodríguez, la Condesa Trifaldi, Claudia Jerónima, Maritornes o Dulcinea se van cruzando en el diálogo de ambas actrices, con la intención de dar la oportunidad al espectador de conocer más en profundidad la forma de ser de estas mujeres.