La vida es sueño...o no. También existen hombres en sempiterna vigilia: los insomnes han sufrido cierto rechazo y muchas leyendas urbanas tan literarias como falsas. A estos les dedica este triste y avispado ensayo, El mal dormir (Libros del Asteroide), el historiador David Jiménez Torres (Madrid, 1986). Hablamos de una de nuestras plumas más consecuentemente británicas. En el libro se confiesa uno de ellos y extrae de esa melancolía una sonrisa cálida que será bálsamo para todos aquellos peleados con la almohada. Vozpópuli charló con él:
P: “Siempre he dormido mal” es la confesión de buhardilla que comienza el libro ¿Predice esta frase el tono triste de tu ensayo? Hay mucha melancolía en sus páginas.
R: Me interesa que lo leas así: desde luego no quería escribir un libro quejumbroso…
P: Pero sí es melancólico.
R: Me molesta menos esto (risas). Hay una diferencia entre ser quejumbroso y melancólico.
P: Hay un elemento de resignación en la melancolía.
R: Sí. Quería tener un equilibrio entre tomarme en serio las experiencias de los mal durmientes, que pueden ser muy angustiosas, pero también pretendía aligerar algunos elementos.
P: Defiendes la “aceptación” de la forma de vida del mal durmiente.
R: Aceptación o más bien compañía.
P: Como un programa de radio en la madrugada.
R: Como cierta amistad. Me resulta atractiva la idea de un libro que pueda ofrecer no tanto un consuelo, como una cercanía. Sentirse identificado en las experiencias. Todo ello más allá de que aquellos que no se vean reflejados en las experiencias puedan descubrir un lado de sus existencias que era desconocido.
P: Das razones biológicas, la glándula pineal, a tu insomnio. ¿En qué edad lo empezaste a sufrir?
R: Yo no tengo recuerdo de haber dormido bien: siempre tengo marcada la idea de la mente muy despierta cuando tenía que irme a dormir. El cuerpo me pedía que la luz del flexo permaneciera encendida y que pudiera seguir leyendo mis Mortadelos y Astérix, además de literatura juvenil. Esto que un principio me parece un don, incluso un súper poder, pasa en la madurez a convertirse en un problema. Un supuesto don se convierte en un defecto.
P: ¿Cómo organizas los horarios para trabajar? Muchos trabajamos de tarde y noche, pero leyendo tu libro veo perfectamente un horario de trabajo a partir de la una.
R: Depende mucho del trabajo que realice: ya sea trabajo de investigación en la universidad o incluso los artículos y libros. En la fase final de una investigación o libro intento organizarme la vida para poder “descontrolar” el horario para en el que estoy más lúcido, no diría más productivo. Esa fase es entre las nueve de la noche y las tres de la mañana. Luego, si me toca una clase a las nueve de la mañana, ese semestre lo voy a pasar peor.
En estoy puede haber un elemento de clase, no lo he comentado en otras entrevistas, sobre en qué empleos pueden ser flexibles o no. Me parece que, en general, hay más permisividad en empleos que requieren una cualificación más alta…
P: Pero también hay empleos de menos cualificación que fomentan el insomnio: una tienda 24 horas o el mundo de la noche.
R: Pero ahí digamos que el trabajador no puede negociar su horario.
P: Eso es cierto.
R: El tío que trabaja en el Burger o los camareros de este sitio no pueden decidir su horario si es de mañana o tarde. Es más complicado. En el mundo de las start-up de Silicon Valley hay también mayor flexibilidad de horarios…
En Kafka sí puedes ver una relación entre el pensamiento cansado, medio onírico, y el mundo de sus novelas
P: Algunos hablan, incluso, de una “esclavitud” en ese mundo de la informática. Muchos programadores no saben desconectar.
R: Lleva incluso un sentimiento de culpa autoinducido con esa idea de “explótate a ti mismo”. Un ejemplo: como pienso que por la mañana he sido muy poco productivo, siento que antes de cenar me tengo que poner a trabajar. Acabas en la madrugada haciendo las horas de trabajo que no había hecho durante el día.
P: A propósito del trabajo, ¿Crees que hay horas mejores o peores para escribir? No tienes una respuesta clara en el libro.
R: Depende completamente de la persona, de la arbitrariedad fisiológica. Hay gente que tiene un cronotipo en la mañana o la noche: es muy llamativa la historia de los escritores insomnes. Engarza con la idea del escritor romántico abstraído del mundo, siempre en la oscuridad de la noche…
P: La cita de Pío Baroja: “la luz eléctrica mató la novela romántica”.
R: (Risas) Eso está muy bien. A pesar de esto, no deberíamos pensar que los escritores nocturnos son representativos de distintos cronotipos. Nos es muy llamativo, pero hay muchos escritores que escriben a la primera hora de la mañana. Son los que pueden, se despiertan muy temprano y trabajan a esas horas. No es tanto un ejercicio de autodisciplina, como que la mañana es su territorio para escribir, a diferencia de los nocturnos.
P: ¿Pueden establecerse estilos de escritura dependiendo de redactar de mañana o noche? No imagino a Azorín como escritor nocturno.
R: Creo que eso es muy sugerente, pero es una fantasía nuestra (risas). Mira las hermanas Brönte que tenían horarios caóticos, con mucho trabajo de noche, y sin embargo sus novelas son piezas decimonónicas clásicas.
P: No hay fantasmagoría.
R: En Kafka, sin embargo, sí puedes ver una relación entre el pensamiento cansado, medio onírico, y el mundo de sus novelas. Pero, por ejemplo, Nabokov como campeón del insomnio ve un estilo de escribir muy autoexigente.
P: No solo es autoexigente para él, sino también para el lector.
R: Cada frase o página la ha escrito siete veces. Algo parecido a Philip Roth.
P: Citas a Iris Murdoch y al “abismo” entre los que duermen y los que no ¿Consuela esto la profunda soledad de la noche?
R: No, más bien ahonda en la frustración. Existe esa división, pero la mitad querría estar en el otro lado, mientras que viceversa no ocurre.
P: No creas: puede haber gente muy ordenada que considere atractivo el caos de otros, incluyendo el insomnio.
R: Pero es más bien una fantasía. No se quedarían a vivir en esta (risas). Estoy explicando ahora los años 40 en Europa y tengo la impresión de que algunos se quedaron por azar en la Alemania comunista y otros en la capitalista, y te preguntas “Joder, ¿por qué?”.
P: Fijas el génesis de tu insomnio en tu línea materna, ¿realmente puede ser hereditario? ¿O tiene también factores culturales?
R: Partiendo que no soy un experto en medicina del sueño, lo que recojo son libros de divulgación, lo que he encontrado es que hay una tasa de transmisibilidad hereditaria. Esto no significa que siempre puedas identificar el progenitor de manera clara, aunque en mi caso es evidente. He hablado con gente que saben también de quién lo heredaron y esto crea una textura original. Claro que luego hay cuestiones de contexto, evidentes, y que no son incompatibles con las anteriores.
P: ¿No juzgas que puede haber relación freudiana entre tu aversión a las películas de miedo y el insomnio?
R: Sí, es verdad que fue una de las cosas que no empecé a reflexionar hasta que no escribí el libro. Pensé “anda, he tenido terrores nocturnos hasta muy tarde y una incapacidad de ver películas de miedo”. Eso es un síntoma de una relación conflictiva con la noche (risas).
P: Se dice que los grandes autores de terror eran muy miedosos.
R: ¿Ah sí? Por eso saben lo que le da miedo a la gente. Ricardo Duda decía aquello de que “un ensayo es escribir de manera exploratoria”. Más que llegar a conclusiones firmes, prefiero esa línea de exploración. Creo ahí hay mucho más tabú: la razón por la cual los mal durmientes no hablamos de nuestros problemas de sueño es que pensamos que a la otra parte no le interesa. Pensamos que está mal visto…
P: Hay una especie de persecución laboral al insomne.
R: Es vergonzante, también, decir que te da miedo ver una película de terror.
P: Cuéntanos lo del taller de mindfulness al que asististe, que particularmente da mucha vergüenza ajena en tu descripción.
R: Si te soy sincero, era mejor de lo que había pensado. Era en Cambridge, cuando hacía el doctorado, y por entonces había muchas iniciativas: eran años donde se potenciaba la salud mental y también pusieron en marcha esto. Yo fui tanto por el estrés como los problemas de sueño…
P: Fuiste a probar.
R: Yo pensaba que la instructora me iba a gustar menos y me pareció una persona muy seria, muy respetuosa.
P: Hay una parodia en la cuarta temporada de The Thick of It de esos talleres que es endiablada: les quitan los móviles a la entrada y todos se vuelven locos.
R: (risas). Sí, sí, lo recuerdo. El líder conservador, que es de la vieja escuela, no lo aguanta. Creo que el mindfulness puede ser útil para mucha gente y sus técnicas pueden funcionar. Estas, con todo, necesitan mucha disciplina: para mí era muy difícil y no quería sentirme doblemente fracasado.
P: Tu malestar con estas técnicas recuerda a John Lennon en la India, en 1968, intentando meditar sin éxito. Acabó pergeñando canciones suicidas como "Yer Blues".
R: Qué curioso lo de Lennon, también. Tengo que decir que se necesita mucho entrenamiento. Llegué a un punto en el cual no me compensaba. Me negué a considerar esto como un fracaso, a pesar de todo. En la vigilia, quiero incidir, me cuesta mucho saber si va antes mi cuerpo o mi mente en capacidad de no dormir. O no duermo porque pienso mucho las cosas, o pienso mucho las cosas porque no duermo.
P: El concepto de “fantasma en la máquina” de Arthur Koestler.
R: Exacto.
P: Hay una pequeña disertación en tu libro sobre la luz eléctrica y el insomnio generalizado ¿Crees que hay una causa y efecto?
R: Ahí no estoy solo yo: los verdaderos expertos dicen que dormimos peor que nunca porque los mecanismos que activan nuestro sueño tienen relación con la luz que recibimos en nuestros ojos. Hasta hace 100 años dormir estaba ligado a la caída del sol y la luz del hogar eran velas de sebo, cuya potencia era muy menor comparada con una bombilla. En el mismo momento que esta entra en nuestros hogares, antes domina las calles, hace que el inicio del sueño, la melatonina, se inicie más tarde.
En el libro comento la paradoja de que tenemos cada vez más acceso a la cafeína pero a la vez perpetúa la falta de sueño
P: ¿No crees que en Madrid se ilumina demasiado por la calle? Berlín u otras capitales son mucho más oscuras.
R: Sí, puede ser. A cambio en España hay persianas y en el Reino Unido no. En mi piso de Manchester tenía la farola de la calle, hay unas cuantas, entrándome por la ventana (risas). Al mismo tiempo que aceptamos que gracias a la luz eléctrica nos cuesta mucho dormir, también debemos aceptar lo otro: ahora hay unas camas maravillosas, habitaciones silenciosas e higiénicas, etcétrea.
Se debe romper con la tentación de decir “como nuestros antepasados dormían en el suelo” ya que evidentemente cuando ha habido camas se han valorado bastante. En el pasaje de “El Lazarillo de Tormes” que cito el propio Lázaro es consciente de que la cama del escudero al que sirve es una mierda (risas).
P: Cuéntanos las diferencias en el ritmo circadiano de vivir en un país con sol, España, y uno con apenas este, Inglaterra ¿Deprime más el insomnio en el primero?
R: Claro, pero para mí no era tanto el sol como los horarios. Intenté adaptarme a los horarios del Reino Unido, en las cenas a las siete de la tarde lo conseguía…
P: Es muy difícil adaptarse a horarios europeos en España: la mayoría opera con horas intempestivas.
R: Ha cambiado en los últimos años, creo. Yo quería ser un buen asimilado en el Reino Unido: acostarme a las diez y media y dormirme a las once Ahí sí que era jodida la angustia de ver cómo pasaban los minutos y las horas, las doce o las dos, y ver cómo llegaban a las seis de la mañana en el cuales te tenías que levantar y llegar a la Facultad. En Manchester era el más joven de mi departamento y tenía que demostrar al resto del claustro que yo era un trabajador normal y corriente.
P: ¿Por qué no te apuntaste a la vida nocturna de Manchester aprovechando el insomnio? Aunque The Haçienda cerró, en 'Madchester' tienen todavía una escena musical célebre.
R: La vida de Manchester debe ser muy divertida, pero yo la conocí bastante poco (risas). Es verdad que es una ciudad bastante viva, pero yo llegué solo a esa ciudad: no conocía a nadie, no tenía amigos y también trabajaba mucho. Aquí es más normal quedar a la medianoche y todavía me sorprende irme a dormir luego de medianoche.
P: ¿Es imposible no ser insomne en la universidad? ¿Se dan cuenta los profesores universitarios que sus planes son asesinos del sueño? Tu caso coincide con decenas de cientos en la educación terciaria.
R: Sí. Aquí me baso mucho en el libro de Matthew Walker, Por qué dormimos: La nueva ciencia del sueño, donde es muy crítico con la estructura de los exámenes finales. Afirma que la mente cansada con este tipo de test es difícil que rinda correctamente. Ahí nuestros mecanismos deberían de cambiar, aunque también te digo que pasar de exámenes a un mundo de trabajos sería fantástico si no existiera Internet. Llegan a existir sistemas de pago para hacer un trabajo…
P: Ese negocio hizo filón en China, recuerdo la noticia hará unos años.
R: Con el sistema que tenemos actual creo que los exámenes finales son insustituibles.
P: Se supone que el sueño es el “reino de la imaginación” y de la profecía, en francés tiene ese doble sentido con la palabra “reve”, ¿ha sufrido tu capacidad de idear por la falta de este? Lo comento porque, como comentas en el libro, en las religiones las revelaciones en sueños son constante.
R: En mi experiencia las ideas vienen no tanto en los sueños como en la vigilia: nunca he arreglado una escena en algo que haya estado escribiendo por un sueño. La propia hiperactividad mental de la vigilia favorece esto. Lo que más me daña del insomnio es sentarte a escribir por la mañana y tener la cabeza lenta o pesada por la falta de sueño. Es más falta de concentración…
P: ¿Cómo afronta el día un mal durmiente? ¿Cuántos beneficios te deben las compañías de bebidas energéticas o café?
R: (Risas) No quiero hacer el ejercicio de cuánto café he tomado. En el libro comento la paradoja de que tenemos cada vez más acceso a la cafeína, pero a la vez perpetúa la falta de sueño. La palabra inglesa sería dread (sería ansiedad o tener miedo a algo en castellano). Siempre tienes la idea de que ha empezado la carrera del día y tú eres el que está en la última posición. Todos te llevan, entonces, ventaja.
P: Afirmas de manera perspicaz que “el insomnio hace que no seamos plenamente adultos” ¿La vida ordenada es el inicio de la madurez?
R: El ideal es la madurez tiene mucho que ver con la vida ordenada. Una de mis angustias para mí es “no estoy alcanzando este ideal”. Esto pasa en un momento de tu vida en el que crees que los ideales normativos son ciertos…
P: Ese relativismo es muy posmoderno, pero también es verdad. La frase “¿quién es normal?”
R: En este aspecto tiene que ver con el “síndrome del impostor”. Sientes que en el trabajo los demás operan de manera distinta a ti, ya que la mayoría envían correos a las siete de la mañana que a ti te cuesta mucho responder. No hay un paso más evidente de la vida adolescente a la vida adulta que entrar en el mundo laboral. Evidentemente luego es tener hijos.
P: Háblanos del insomnio por exceso de trabajo y que tiene algunas de las páginas más clarividentes del ensayo cuando hablas de economistas y bolsa.
R: Me interesa por una parte la incapacidad para dormir y por otra el contexto que hace que uno no pueda dormirse. El mundo de la bolsa, con esos salarios, es el más extremo, aunque también está el mundo del MIR (Médico Interno Residente). También abogados de grandes despachos e incluso políticos. ¿Recuerdas las cumbres del rescate de Grecia? Los acuerdos se daban a las siete de la mañana luego de tres noches sin dormir.
Hay una cosa en esos mundos: tu lucha contra el sueño está acotada en el tiempo. En el mundo de la bolsa está claro y desarrollas este trabajo entre los 24 y los 30, cuando eres joven y tu cuerpo puede aguantar. El mal durmiente tiene un problema contrario: no está acotado temporalmente su insomnio y probablemente irá a peor con la edad.
P: Avanzado el libro, hablas del insomnio como gran tema literario de Cervantes a Shakespeare ¿No son siempre personajes atrabiliarios? ¿Es una excusa literaria o contiene algo de verdad?
R: Está bien visto eso: creo que hay una mística cultural de los problemas de sueño. Has citado la parte atrabiliaria del Quijote, pero luego está la parte angustiosa que se ve en Macbeth de Shakespeare. No sé si se debe la creación de esos personajes atractivos a la noche como espacio sin normas, de desorden, de caos, algo carnavalesco…
P: Luis Antonio de Villena retomaba la expresión de “la tournée des grands-ducs” que era cuando la alta burguesía se iba de transgresiones nocturnas, fiesta y erotismo, a los arrabales parisinos.
R: Claro. Ese mundo lo conozco menos, pero está en la novelesca española. Me parece muy interesante la imagen literaria del sueño siempre que tengamos claro que no es un reflejo de la realidad. No es verdad que todos los que dormido mal hemos asesinado a alguien y estamos inquietos por ello (risas).
P: Quiero que comentes la relación del insomnio y la locura, con tu aguda cita del Quijote en el ensayo, ¿Cómo evitar las lecturas desorganizadas “que secan el seso”?
R: Todo remite, en el fondo, a este deseo de orden.
El mal dormir había sido mi West Point, tener un niño fue mi Vietnam...
P: Foucault en su “Historia de la locura” recuerda que se ve esta como “anverso de la razón” en la modernidad.
R: No sé esto cuanto tiene esto de certeza histórica, pero es cierto que intento leer ordenadamente: un mes dedicado al siglo XIX, otro mes dedicado al XX, otro de Tirso… Ese miedo el desorden enlaza con el caos inicial que supone no poder dormir. Tenemos miedo de desacoplarnos de la sociedad. Luego, cuando estás leyendo por la noche, hay algo de transgresión, de prohibición: deberías estar durmiendo. Es la mas light de las cosas prohibidas que puedes por la noche (risas). Ahí está también el genio de Cervantes: el caballero que se vuelve loco leyendo por la noche y que tiene una influencia cultural decisiva.
P: “El mal dormir había sido mi West Point, tener un niño fue mi Vietnam”, afirmas ¿Son los niños los principales causantes de insomnio? ¿Es posible tener una vida organizada con un bebé protestón?
R: Es un insomnio radicalmente distinto al que tenía. La frase metáfora de West Point y Vietnam es cierta, pero no en el sentido del entrenamiento y la praxis sino más bien en que la guerra real se parece poco a lo que se ve en las academias militares. Los primeros años de la vida de un niño son muy jodidos: esto debería plantearnos si las bajas debiesen ser más largas, también. Eso sí, mucha gente me comentó que sus problemas de horarios surgieron con tener niños. Ese mal dormir permanente, esa erosión del sueño, fue un camino de no retorno.
P: Quiero que me hables de la medicación contra el insomnio, de las que hablas someramente ¿Es una especie de estafa en tu opinión? ¿Habéis pensado denunciar los mal durmientes a los del anuncio “¿Es una crack? ¡Qué va solo ha dormido mejor!”?
R: (risas). Es una industria cada vez más diversificada, que juega con un público deseoso de tener alguna ayuda, y quizá alguna de las cosas que venden o que promocionan apenas cuentan beneficios. No les discuto la buena fe. El problema es que el dinero que puedes invertir no es proporcional a los beneficios que sacas. También en esto una doctora que consulté preparando el libro me insistió en que la medicina del sueño es “muy reciente”. Siendo eso así, las medicaciones se están probando. No sé si habría que denunciarlos por estafa, pero mi experiencia con la melatonina ha sido muy frustrante: muchas veces ha lastrado mis días más que me ha ayudado. También tenemos una relación con esas sustancias que llega a ser dependiente…
P: Antonio Escohotado defendía que no es tanto la droga adictiva, como el consumidor.
R: Y es verdad: hay personalidades propensas a la adicción. A mí esto me provoca mucho rechazo; he intentado mantenerme en el umbral de la melatonina. Depende mucho de tu temperamento individual.
P: Tu ensayo acaba con una cita que a tu padre, antimarxista compacto, le haría mucha gracia: “¡mal durmientes del mundo, uníos!” ¿Es tu libro el manifiesto comunista del insomnio? ¿Llevaremos a ver asociaciones de insomnes cono lobbies de presión? ¿Se reunirán a las dos de la mañana como consecuencia?
R: Bueno, en el resto del pasaje digo “mal durmientes del mundo uníos…pero ¿para qué?” ¿De qué querríamos emanciparnos? ¡El explotador es nuestro propio cuerpo! Podríamos exigir cosas más concretas como mayor flexibilidad en los horarios, quizá un menor estigma a la gente que le cuesta arrancar por la mañana, etcétera ¿y qué protesta tendríamos? ¿Huelgas de párpados caídos? A mí por eso me interesa mucho más esto para hablar entre nosotros y crear una identidad colectiva mal durmiente, algo que hablaba hace poco con un compañero del departamento. No todas las identidades colectivas tienen necesidad de una proyección política.