Películas como La hija oscura tienen más sustancia literaria de la que puede parecer. Uno puede terminar recordando "Miles City, Montana", uno de los cuentos más sobrecogedores de la maestra Alice Munro, que finaliza con estas palabras: ‘Y así continuábamos, con las dos pequeñas en el asiento de atrás confiando en nosotros, porque no les quedaba más remedio, y nosotros confiando en que, con el tiempo, se nos perdonase todo lo que las niñas tendrían que ver y condenar’. Unos minutos antes, la narradora, agotada, casi había perdido en un descuido a una de sus hijas ahogada en una piscina. Y meses después de la casi tragedia, la familia ya no existía.
Algo parecido ocurre en La hija oscura, nueva adaptación de una novela de Elena Ferrante, pseudónimo de la napolitana Anita Raja, traductora de alemán que solo concedía entrevistas por email, lo mismo que nuestros tres autores hombres escondidos con el nombre casi chistoso de Carmen Mola pero con cambio de sexo. Ahí está la radical diferencia. Galardonado con el Premio al Mejor Guión Adaptado en la Mostra de Venecia, como ya informó Vozpópuli, el argumento de la novela de Ferrante y la película de Gyllenhaal parte de una idea que hemos visto mil veces desde el siglo XIX: un representante de la clase altísima del mundo anglosajón se retira unos días, o años, a la soleada Italia para buscar descanso, inspiración y, quién sabe, algún revolcón con sabor a sal mediterránea.
Pero ella, Leda (Olivia Colman), profesora de literatura italiana, es mucho más oscura y desencantada que los cursis personajes de E. M. Forster, algunos de ellos inmortalizados por las películas de James Ivory. Leda no quiere encontrar un fogoso amante italiano de pelo rizado sino que solo desea tomar el sol en la playa de un pueblito costero de Grecia mientras repasa apuntes y filtrea inocentemente con el joven Will (Paul Mescal, Normal People), el joven encargado del chiringuito, y huye con sarcásticas frases del pesado Lyle (Ed Harris), el hombre que cuida la casa que ha alquilado.
La hija oscura y el sexo
Su aburrimiento torna en obsesión cuando aparecen en el horizonte soleado la bellísima Nina (Dakota Johnson), dardo que la envenena con sus recuerdos del pasado, cuando Leda era muy joven, estaba casada (papel interpretado por Jessie Buckley, también nominada) y era ya madre de dos niñas pequeñas. Era madre, pero también mujer que quería realizarse como persona y como erudita del muy masculino campo de la filosofía.
La película huye huye de las autovías más frecuentadas de la ficción romática
Como pasara en La amiga estupenda, novela de Ferrante adaptada excelentemente por HBO en formato serie, La amiga oscura, que comparte directora de fotografía, Hélène Louvart (Lazzaro feliz, 2018), huye de las autovías tan frecuentadas en la ficción romántica y, sobre todo, del más que evidentemente paralelismo playero italiano con Muerte en Venecia de Visconti. O no tanto. Existe un ser adulto con remordimiento observando desde la playa a otro joven y bellísimo, existe el aura intelectual del sabio-a atraído por la familia en teoría feliz, y también existe la pulsión sexual o dudosa que no encuentra explicación ni siquiera en quien la experimenta. Pero también existe verdad, verdad en los rostros de Olivia Colman, que no puede evitar estallar cuando revela su pasado, en Jessie Buckley (‘Estoy pensando en dejarlo, 2020) dando feroz vida a una Leda joven atraída por un futuro absolutamente lejano a su papel de madre de dos niñas, y en Nina (magnética Dakota Johnson), madre joven agobiada por sus nuevas responsabilidades.
Por último, existe una verdad aplastante, mayestática, cuando una mujer le dice a un hombre que se ha acercado a ella en un restaurante, sin invitación de ningún tipo, ‘Y ahora, ¿puedo acabar mi cena?’ sin esa sonrisa educada a la que millones de mujeres estaban condenadas hasta hace nada. Ya decimos, una película necesaria.