Desde hace más de medio siglo los candidatos al premio Nobel son secretos. Quizá por eso se ha entrado en una dinámica de casa de apuestas deportivas. El jurado, compuesto por dieciocho notables, reúne a antiguos premios Nobel de Literatura, miembros de la Academia Sueca y otras academias equivalentes, además de profesores de literatura o lingüística de diversas universidades alrededor del mundo y presidentes de la sociedades de autores. ¿El detalle descacharrante de las casas de apuestas británicas? Estos días hay jugadores poniendo dinero por Amos Oz, que falleció en 2018 y por tanto no tiene ninguna posibilidad de ser elegido.
En la presente edición se espera un ganador no occidental, ya que en los últimos nueve años todos los premiados fueron europeos o estadounidenses, con la excepción (más bien excepción a medias) de Kazuo Ishiguro, escritor británico nacido en Japón. Si el Nobel de Literatura decide salir de la tradición eurocentrista, suena fuerte el nombre de Chimananda Ngozi Adichie (1977), escritora nigeriana residente en Estados Unidos. Su novela Americanah (2014) narra la historia de una inmigrante africana en Nueva Jersey y los conflictos generados por la pobreza y el incómodo equilibrio entre dos mundos. También ha publicado el monumental Medio sol amarillo (2007), premio Orange, que narra la dramática guerra civil de Biafra a finales de los años sesenta, mezclada con una tortuosa historia de amor. La crítica internacional considera esta novela su obra más lograda.
Hablamos de una autora premiada desde su ópera prima, La flor púrpura (2007), que obtuvo el Commonwealth Writer’s Prize for Best First Book. Su último ensayo es Sobre el duelo (2021), donde procesa la muerte de su padre, un influyente profesor universitario. El mayor problema de Adichie es su extrema juventud, tan solo 44 años.
El principal candidato chino es Liao Yiwu, que pagó con años de cárcel su poema sobre la matanza de Tiananmen
También suena el keniata Ngũgĩ wa Thiong’o (1938). Entre sus obras destacan las novelas El diablo en la cruz (1980), El brujo del cuervo (2004) y el ensayo Descolonizar la mente. Muy crítico con la política keniana, vivió muchos años exiliado, además de impartir clases en Londres, Irvine (California) y Nueva York. En 2018 recibió el Grand Prix de Mécènes a toda su obra, otorgado por las Asociaciones Literarias de Francia. Su enfoque, como el de Ngozi Adichie, se caracteriza por un firme posicionamiento social con los más desfavorecidos, lo cual puede aumentar sus posibilidades.
Otro escritor africano presente en varias listas es el mozambiqueño Mia Couto (1955), que en 1999 recibió el premio Virgílio Ferreira al conjunto de su obra, y en 2013 el Premio Camões. Su narrativa se inspira en la mitología y las tradiciones africanas, por ejemplo el papel crucial de los muertos como parte del mundo de los vivos. Tampoco evita conflictos espinosos como la responsabilidad colonial portuguesa.
¿Será el año Murakami?
Entre las apuestas asiáticas aparece el escritor indio Vikram Seth (1952). Estudió política, economía y filosofía en Oxford y Stanford (California). Publicó su tesis sobre la demografía de la China rural. Los dos motores de su trabajo, según confesión propia, son la obsesión y la variedad, que utiliza para no aburrirse nunca del trabajo de escribir. Entre sus títulos emblemáticos podemos citar las novelas Un buen partido (1995) y Una música constante (2000) y la obra de no ficción Dos vidas (2006). También ha escrito una novela en verso, The Golden Gate, ocho poemarios, un libro de viajes y otro de fábulas.
El principal candidato chino es Liao Yiwu (1958), exiliado en Alemania. Se inició en la poesía publicando en revistas clandestinas, ya que el gobierno de su país consideraba una polución intelectual sus versos al estilo de Occidente. Su poema Masacre, sobre la matanza de Tiananmen, le costó pasar por la cárcel entre 1990 y 1994. El libro Por una canción y mil canciones, Premio Hermanos Scholl, relata su estancia en prisión. Desde 1987 está en la lista negra policial y sus obras se encuentran prohibidas en el país. En 2012 recibió el Premio de la Paz, que otorga el gremio de libreros en la Feria de Frankfurt. Su obra narrativa está editada en español por Sexto Piso: El paseante de cadáveres (2012), Por una canción, cien canciones (2015) y Dios es rojo (2016).
El diario británico The Guardian señala como favorita a la francesa Annie Ernaux
Un aspirante habitual es el surcoreano Ko Un (1933), principalmente poeta, que también se ha prodigado como novelista y ensayista. Hablamos de un destacado miembro de la resistencia a la dictadura militar de los años setenta y ochenta, que siempre ha volcado su talento literario en los seres que la sociedad considera insignificantes, como granjeros, campesinas y niños. Su nombre lleva sonando más una década dentro de la academia sueca. Otro eterno candidato es el japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949), que compagina calidad con comercialidad y retrata la psicología japonesa, la soledad y la alienación, añadiendo una importante musicalidad a su prosa (fue dueño de un club de jazz).
El contingente occidental
Dentro del panorama europeo destaca al gran escritor y periodista albanés Ismail Kadaré (1936), cuya obra cuestiona la historia oficial de Albania, especialmente el periodo comunista. Recibió el Premio Booker internacional en 2006, el Príncipe de Asturias de las Letras en 2009 y el Premio Jerusalén en 2015. Otro nombre que se repite en las quinielas es la francesa Maryse Condé (1937), que recibió el Premio Nobel Alternativo de Literatura en 2018. Su obra magna es Segú, dividida en dos volúmenes, donde explica la historia de Malí en los siglos XVIII y XIX a través de una saga familiar. También sobresale su libro de memorias infantiles Corazón que ríe, corazón que llora. Su última novela traducida al español es La deseada, editada por Impedimenta en este 2021.
En lengua española encontramos como único candidato destacable al elegante e irónico Javier Marías
Un clásico contemporáneo con grandes posibilidades es Annie Ernaux (1940), que el diario británico The Guardian señala como probable ganadora. Maestra y pionera de la literatura autobiográfica, ensalza la importancia de la memoria personal y colectiva a la hora de afrontar el futuro. Sus obras esenciales son La mujer helada (1981), Una mujer (1989), No he salido de mi noche (1997), Los años (2008) y Memorias de una chica (2016). Es catedrática de Letras Modernas y goza de máximo prestigio entre las jóvenes generaciones, con admiradores de la talla de Emmanuel Carrère, Virginie Despentes y Édouard Louis.
El enfant terrible de la literatura francesa Michel Houellebecq (1956) es otro poderoso contendiente, que ha retratado la realidad contemporánea con asombrosa precisión en obras como Ampliación del campo de batalla (1994), Las partículas elementales (1998), Plataforma (2001), La posibilidad de una isla (2005) y El mapa y el territorio (2010), ésta última Premio Goncourt.
La escritora rusa Ludmila Ulitskaya (1943) y el húngaro Peter Nadas (1942) pueden sorprender mañana, aunque sus opciones se ven mermadas porque la Academia ya premió a la bielorrusa Svetlana Aleksiévich en 2015 y a la polaca Olga Tokarczuk en 2018. Puede parecer absurdo, pero históricamente estos detalles influyen.
En el ámbito anglosajón, suenan fuerte clásicos como Don De Lillo, Cormac McCarthy, Joyce Carol Oates, Jamaica Kincaid y Joan Didion. También las canadienses Anne Carson y Margaret Atwood. En lengua española encontramos como único candidato destacable al siempre irónico y elegante Javier Marías (1951), de sobra conocido en nuestro país por logros como El hombre sentimental (1986),Todas las almas (1989), Corazón tan blanco (1992), Mañana en la batalla piensa en mí (1994) y Berta Isla (2017).