Cultura

Guillermo Gortázar: “La polarización que vivimos es pasajera”

El conde de Romanones es un personaje instalado en la paradoja. El éxito y el fracaso jalonan su vida con la misma intensidad que al tiempo que le tocó vivir.

  • El historiador y abogado Guillermo Gortázar.

El conde de Romanones es un personaje instalado en la paradoja. El éxito y el fracaso jalonan su vida con la misma intensidad que al tiempo que le tocó vivir. Político, empresario y terrateniente, fue más conocido por su título nobiliario que por su nombre de pila, pero Álvaro Figueroa y Torres destacó muy encima de su circunstancia aristocrática. 

Amasó cargos de poder y multiplicó su riqueza e influencia. Fue alcalde, presidente del Senado y del Congreso, también ministro y jefe del Consejo de Ministros con Alfonso XIII hasta en tres ocasiones. Pero en 1923 asistió a la disolución del régimen constitucional de 1876; en 1931 fue el testigo principal de la caída de Alfonso XIII y, en agosto de 1936, estuvo a punto de ser fusilado en Fuenterrabía. Tras el exilio regresó a España, donde vivió apartado de la primera línea política.

La biografía de Romanones entraña una cosa y la contraria: entre el clientelismo y la modernización, el progreso y el ocaso, el impulso y una disolución. Así lo explica el historiador y abogado Guillermo Gortázar en Romanones. La transición fallida a la democracia, un libro que apela a los elementos canónicos de la biografía y de las que se sirve Gortázar para ilustrar una tesis que ya ha trabajado en libros como El salón de los encuentros: la alternancia abrupta entre la reforma y la ruptura.

El historiador no pretende equiparar un siglo con otro, tampoco aplicar lecturas actuales a procesos históricos. Los reproches de clientelismo, corrupción y caciquismo que llueven sobre Romanones se quedan en apuntes a los ojos de Gortázar, quien en esta entrevista habla no sólo de su intención de resituar al personaje, sino también del tiempo del liberal y sus correspondencias con el presente.

¿Cuál es la vigencia política del conde de Romanones y cómo la revisión de su figura podría aportar claves a la España actual?

La influencia puede parecer limitada hoy, pero en su época fue un personaje muy popular. Tuvo el acierto de cartearse con don Juan y apostar por una monarquía parlamentaria. Fue un visionario y consiguió adelantarse a la España contemporánea. 

Romanones no fue el único responsable de aquella transición fallida a la democracia que debió producirse desde 1913. ¿Qué otro actor comparte responsabilidad? 

Gran parte de las fuerzas políticas tenían una vocación de evolucionar hacia la democracia, pero el golpe de Estado abrió un periodo de 13 años en el que ni siquiera los propios republicanos supieron consolidar una democracia. No hay que perder de vista que gran parte de los españoles se sintió excluido de la República. 

¿Se equivocó Alfonso XIII al asumir el discurso de la regeneración en lugar de la reforma?

En España han existido dos tipos de historiadores: los hagiográficos como Santos Julia con Azaña o Sergio Serrano con Maura. En el caso de Romanones intento ver el pasivo y el activo del personaje. Alfonso XIII tuvo un gran papel en la modernización de España, pero no quiso la reforma constitucional. Eso precipitó las cosas. Tanto Romamones como el Rey intentaron hacer un balance. El rey fue muy bien intencionado, pero no supo entender el siglo XX en términos de lo que esa reforma supone.

¿España continúa en esa encrucijada ruptura-reforma?

La constitución del 78 es una apuesta decidida por la reforma. En el 78, las élites comprendieron que era necesario entenderse con todos los sectores políticos y sociales, incluido el Partido Socialista. La democracia europea en su desarrollo en la vía parlamentaria y el PSOE lo entendieron así y decidieron llegar a un acuerdo. Es ahí cuando se produce transición a la democracia que se había postergado. 

¿Puede considerarse que la ruptura de la convivencia es una consecuencia de esos 13 años que van de 1923 a 1931?

Hay historiadores que han achacado a Cánovas responsabilidad de la República y Guerra Civil. Yo no responsabilizo a Primo de Rivera de lo que ocurrió en el 36, pero explico cómo entonces surgió una polarización progresiva de la población y de qué forma en el eje de la crisis política intervienen causas muy profundas. A partir del año 23 se abre la veda de los golpes de Estado y de la polarización, que tuvo expresiones globales en todo el siglo XX. España no fue ajena a la evolución de los regímenes parlamentarios. Hasta 2020 hubo un clima de relativa tranquilidad hasta que se produce la pérdida del centro. Considero que la crispación en la que vivimos en el 2021 es un proceso transitorio.

Escribe que con esta biografía pretende “deshacer mitos y maledicencias” sobre Romanones. ¿Cuáles son las más visibles?

Romanones tiene una vida prologada, con muchos episodios y juicios al respecto. Cuando nació había que ir en diligencia a San Sebastián y cuando murió ya existía la bomba atómica. 87 años. El pasivo de Romanones es el fracaso político en la evolución del régimen de la Restauración y luego la Guerra Civil. Tiene dos caras, la del triunfo y la del fracaso. Algunos aspectos de su vida privada empresarial fueron objeto de grandes reproches. Se le llamó caciquista, pero  todos los líderes lo eran, era la forma normal de política.

¿Hasta qué punto el papel de Romanones fue decisivo en la caída de Alfonso XIII?

Fue importante, pero la responsabilidad era del propio Rey. Y en cuanto a la leyenda sobre el personaje, fue una creación del Partido Socialista Obrero Español. Se trata de una invención absolutamente absurda, llegaron a decir que producía películas pornográficas en Barcelona con una productora llamada Royal. 

¿La dictadura de Primo de Rivera fue el golpe de gracia a los partidos dinásticos que habían sido la columna vertebral del régimen de la Restauración?

Todos los partidos políticos son los que estructuran un régimen. Al ser despedidos dejan de articularse políticamente. Primo de Rivera encabeza una dictadura que sustituye a los políticos y dejó a los partidos dinásticos débiles.

Dice que el Rey y los partidos dinásticos, divididos y sin un norte compartido, no buscaron una salida estratégica, sino una solución táctica: un Gobierno de unidad nacional para ganar tiempo. ¿A qué se refiere exactamente?

El año 22 hay acuerdo entre liberales y reformistas para hacer un nuevo proyecto de partido liberal enfocado a la reforma política. El rey aceptó ese planteamiento porque el régimen daba signos de agotamiento y esto prometía ser un camino de reformas consistente, hasta tal punto que alteró los nervios a muchos militares. La corona favoreció su desaparición. 

El paso del XIX al XX está marcado por una impronta crepuscular.

Algunas visiones han condicionado el análisis del paso del siglo XIX al XX y eso ha desorientado  a los historiadores: una de ellas es la crisis del 98 y la visión pesimista de muchos de ellos. Aunque sean muy distintas las de Unamuno de la de Azorín, pero esa visión pesimista convive con otra muy optimista de otros creadores que se decantaban por la modernización y el progreso. Incluso Alfonso XIII era un rey moderno, que usaba teléfono y automóviles, alguien que favorecía la industrialización de España. Tuvo una popularidad desde 1902 hasta 1918, que es cuando comienza a caer en la valoración. En el aspecto cultural, filosófico y artístico,  se presta mucha atención a la generación del 98, como si pensáramos que el modernismo de la generación 14 y el 27 viene de un proceso distinto al de la Restauración. 

¿El siglo XIX español está olvidado políticamente? ¿Ejerce más influencia actual la década de los años 30 del siglo XX? ¿No son el mismo proceso interrumpido?

El siglo XIX es militarista pero constitucional, porque podían darse golpe de Estado, pero no se derogaba la constitución. Era un golpismo político militar que respeta la constitución. Lo que ocurre con el Rey y las elecciones se resuelve de forma civilista. En el año 30 hay una república democrática cuyo gobierno es el resultado de unas elecciones, pero no es un modelo inclusivo. En el año 33 esa constitución intentó reformas que no fueron aceptadas ni siquiera por los fundadores de la República del 31, que tiene poco que ver con el espíritu del 76. 

¿Incluso un siglo después, como en la España de Romanones, en España no existen medias tintas entre reforma y ruptura?

Creo que sí, cualquier proyecto de reforma que sea respetuosa con las leyes está en la mejor tradición de la Restauración. Lo que resulta más discutible son los planteamientos radicales sin atenernos al conjunto de la sociedad española. Un cambio de régimen debe atenerse a la voluntad de la gente y los votos.

¿Ve plausible una consulta para evaluar la vigencia de la monarquía en España?

La corona española goza de magnífica salud. La institución mantiene la prudencia y se sostiene a pesar de los ataques, por muy propagandista que sean, y que chocan con la realidad de un país que quiere paz y progreso. Esa es la lección del 76. Si se quiere romper eso se va a generar una polarización peligrosa. Por lo que veo, el Partido Socialista no se deja arrastrar por presiones. En este caso el centro izquierda del sistema es el actual Partido Socialista y es complicado que se deje arrastrar por extremistas de izquierda, eso contradice la evolución de los partidos europeos.

¿Es Felipe VI un rey históricamente desaventajado para afrontar su situación política?

Creo que no. Tiene a su favor una enorme cantidad de apoyos, el de sociedad española, desde PSOE hasta Vox. No creo que las posiciones más extremistas sean republicanas. Veo un régimen que en el 78 aceptó la monarquía y no veo debilidad en la corona, pero sí campañas de hostigamiento, que son relevantes porque muchas de estas vienen de parte del gobierno. Cada vez que Iglesias habla de la monarquía se consolida más.  

¿Qué figura actual podría evocar algo del Romanones?

Es difícil buscar paralelismos porque la clase política de la Restauración era educada. Se llevaban bien con sus adversarios políticos. Eran viajados, hablaban idiomas. El deterioro de 1978 a 2020 es notable. La carrera política en España tiene una dirección nefasta: jóvenes que no han hecho nada y aterrizan en la política como asesores o becarios. 

El nacionalismo como tema es, también, un asunto irresuelto, y proviene en buena medida del XIX.

Es un problema relativamente reciente, entre el siglo XIX y el comienzo del siglo XX. No hubo una solución. Cambó pretendía autonomía política subordinada a la de España, un planteamiento como el que tiene Baviera con respecto a Alemania. Esta era la línea de Cambó que al surgir la República y estallar la Guerra Civil quedó fuera de juego. Ese planteamiento sí lo pudo representar Tarradellas, pero el nacionalismo catalán cayó en manos de unos personajes inconscientes. Hablamos de un programa para debilitar el Estado español dentro de Cataluña. Eso lo llevó al extremo y unos insensatos de la mano de Mas y Puigdemont decidieron probar la independencia Cataluña. Tenemos que buscar una salida racional. El Partido Socialista ha hecho una apuesta electoral en Cataluña, consideran que es importante ese apoyo electoral y apuntan actitudes cercanas al nacionalismo, pero tiene algunos problemas, entre ellos haber apoyado el 155 con Rajoy para frenar el avance.

¿Es la biografía un género abandonado en España?

Eso ha cambiado. España ha tenido muy buenos biógrafos. Ha tenido una caída, no porque exista una vocación biográfica. Ocurre que en España ha triunfado más la novela histórica que la Historia. En mis libros he intentado lo contrario: escribir con rigurosidad, pero buscando la estructura de un desenlace. 

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