Siempre es difícil encontrar un año que marque una época, pero pocos lustros fueron tan cruciales para lo que acabó siendo el final del siglo XX como el que vivió Henry Kissinger, fallecido este jueves a los 100 años, como jefe de la diplomacia estadounidense. En el año 1973, Kissinger, cumplía 50 años, estaba en la mitad de su larga vida y en la cúspide de su carrera política. Guerra Fría y, especialmente, Guerra de Vietnam como principales preocupaciones estadounidenses. Acababa de ser nombrado Secretario de Estado, puesto que combinaba con el cargo de consejero presidencial de Seguridad Nacional, había conseguido un acuerdo de paz en Vietnam, vio como su principal antagonista en América Latina se suicidaba en el palacio de La Moneda, crisis del petróleo tras la última guerra entre Israel y países árabes, y terminó el año despachando con la cúpula del franquismo, horas antes de que el Dodge de Carrero Blanco terminara en una cornisa.
El primer año de Kissinger como jefe de los Asuntos exteriores culminó de una forma realmente sorprendente. El 19 de diciembre estaba en Madrid, visitó el Prado y se reunió con el dictador Francisco Franco, el príncipe Juan Carlos, y el presidente del gobierno Luis Carrero Blanco. El mandatario americano fue una de las últimas personas que vio al segundo de Franco, puesto que a la mañana siguiente fue asesinado por ETA. La coincidencia temporal ha dado para que muchos autores publicaran obras de carácter conspiranoico sobre la implicación de la CIA en el atentado de Carrero que nunca ha quedado demostrado y que la historiografía no comparte.
Lo que sí que ha quedado corroborado es la participación de Estados Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende en Chile. Intentos para impedir su presidencia y años de desestabilización que desembocaron en el golpe de Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Kissinger vio en la victoria de Allende el mayor de los riesgos para Estados Unidos por el marxismo del chileno, al que consideraba un “antiestadounidense” que pretendía "establecer un Estado socialista y marxista en Chile". Tras la victoria de Allende en 1970 dejaba clara su postura al presidente Nixon . "A mi juicio, los peligros de no hacer nada son mayores que los riesgos a los que nos enfrentamos al intentar hacer algo", y recomendaba al presidente oponerse "con contundencia a Allende, tanto como podamos y hacer todo lo que podamos para evitar que consolide su poder", tal y como figuran en las conversaciones desclasificadas por el Archivo de Seguridad Nacional.
La administración Nixon entendía que era un tremendo peligro que lograra asentarse un gobierno como el de Allende, por el posible riesgo de “contagio” a otros Estados del Cono Sur. "No se debería permitir la impresión en Latinoamérica de que se pueden escapar, que es seguro ir por este camino", decía Nixon en 1970.
Tres años más tarde, y cinco días después del golpe de Pinochet, Nixon hablaba con Kissinger: “Nuestra mano no se muestra en este caso", decía el presidente. "Nosotros no lo hicimos. Quiero decir, los ayudamos... a crear las condiciones de la mejor forma posible", respondió Kissinger. Durante los siguientes años, el Cóndor cuidó el patio trasero de Estados Unidos alimentado por sanguinarios dictadores que ahuyentaban el peligro marxista con represión política y el terrorismo de Estado que dejó miles de muertos y desaparecidos.
Encarnación de la 'realpolitik'
Kissinger nació en Alemania, de donde huyó junto a su familia del antisemitismo nazi cuando tenía 15 años. Siempre fue un hombre fascinado con el poder, tanto desde la teoría, especializándose en la geopolítica del XIX, como en primera línea diplomática pasando a la historia como encarnación de la 'realpolitik'. Desterrar el idealismo político por el pragmatismo, el interés nacional por encima de cualquier dilema moral. Si para mejorar el poder global de Estados Unidos había que acercarse a un dictador comunista como Mao, se hacía; si había que derrocar a un presidente elegido democráticamente como Salvador Allende, también.
En este 1973, le fue concedido el Nobel de la Paz, uno de las más discutidos en la historia del galardón. El jurado concedió el premio de forma conjunta al americano y al revolucionario y líder norvietnamita Le Duc Tho "por haber negociado conjuntamente un alto el fuego en Vietnam en 1973". El Nobel premiaba el alto el fuego conseguido tras los Acuerdos de París de 27 de enero de 1973, una paz que cayó en saco roto y que ambos negociadores sabían que iba a fracasar.
En enero de este 2023 se desclasificaron los documentos sobre las nominaciones de aquella edición, en la que dos de los cinco miembros del Nóbel renunciaron, en señal de protesta, y en la que los propios galardonados terminaron también rechazado el premio. 50 años más tarde ha quedado demostrado que Kissinger era "plenamente consciente" de que era "poco probable que se mantuvieran los acuerdos". Le Duc Tho no llegó a aceptar el premio y Kissinger se negó a asistir a la ceremonia en Noruega y dos años más tarde, cuando realmente finalizó la guerra en mayo de 1975, Kissinger trató de devolver el premio alegando que “la paz que buscábamos a través de las negociaciones ha sido anulada por la fuerza”.
Los bombardeos secretos sobre Laos y Camboya en las primaveras de 1969 y 1970. Bombardeos de saturación que arrojaban mortíferas toneladas de explosivos y material indendiario que arrasaba y calcinaba todo lo que tocaba. Las imágenes de niños calcinados por napalm de 1972, o la propia oposición interna a una guerra de la que todo el mundo estaba cansado no ayudaban a apoyar la decisión del jurado del Nobel.
Acercamiento a China
Este mismo año, el americano también lidió con la breve Guerra de Yom Kippur por la que varios países árabes encabezados por Egipto y Siria pretendieron recuperar la península del Sinaí ocupada por Israel en 1967, y que tuvo como principal consecuencia el embargo y crisis del petróleo.
En su haber quedará el acercamiento y aperturismo con China, sus negociaciones en sus dos viajes al país asiático en 1971, que allanaban el reconocimiento de China frente a Taiwán, y que posibilitaron la célebre cumbre entre Nixon y Mao en 1972. Era la primera vez que un presidente de Estados Unidos pisaba la República Popular China, y de esta forma Washington se acercaba al todavía dragón dormido, aprovechando la ruptura entre Beijing y Moscú.
Kissinger sobrevivió al escándalo del 'Watergate' que obligó a dimitir a Nixon, ganó peso en el nuevo gabinete de Ford y continuó apostando por una política de distensión entre las grandes potencias. También le vemos en las fotos de la cumbre de Vladivostok con Leonidas Brezhnev en noviembre de 1974, sobre la limitación de armas entre las dos potencias. Se acercaba así al equilibrio pacífico entre las superpotencias que siempre había buscado el político estadounidense.
Kissinger dejó el cargo de Secretario de Estado tras la victoria del demócrata Jimmy Carter sobre Ford en las elecciones de 1976. Después llegaron los puestos de asesor y consultor en empresas internacionales, y continuó publicando libros de geopolítica y diplomacia. Sobre la actual situación entre China y Estados Unidos, mostró hace unas semanas su preocupación en una entrevista con The Economist: “Ambos bandos se han convencido a sí mismos de que el otro representa un peligro estratégico”. “Estamos en la clásica situación previa a la Primera Guerra Mundial donde ninguna de las partes tiene mucho margen de concesión política y en la que cualquier perturbación del equilibrio puede tener consecuencias catastróficas”.
Baigorri66
Kissinger es el personaje que hace evidente lo que se consideró que solo era una teoría de la conspiración, por más que la historiografía, o diversos medios, más de manipulación, que de comunicación quieren indicar lo contrario... Para hacerlo sencillo, y poniendo como ejemplo España: Se ha demostrado que la CIA tenía pleno conocimiento, si bien quieran negar su implicación, les hace aún más protagonistas del asesinato de Carrero Blanco, de cuya autoría se hizo cargo ETA. La documentación que obra en archivos muestra como la CIA dió apoyo a la operación para acabar con la vida del almirante, entre otras cosas, para acabar de raíz con la continuidad del gobierno de Franco, y con su proyecto Islero. Matar dos pájaros de un tiro, y poder tener controlada geoestrategicamente la Península Ibérica, desde un punto de desestabilización política controlada. A través del sucesor de Franco, el joven Juan Carlos, se daría un nuevo perfil a su férreo aliado en Europa del Sur.... Como dijo Franco, no hay mal que por bien no venga