ETA asesinó a Carrero Blanco con una mina, una potente carga explosiva enterrada. Es una forma de atentado rarísima por el trabajo que da; no se mete uno a terrorista para trabajar con pico y pala, pero la mina de Carrero Blanco tuvo un resultado espectacular, incluso se han hecho películas con su enorme coche blindado volando por los aires. Sin embargo tenía un precedente que habría sido mucho más famoso si no hubiera fallado: once años atrás, en agosto de 1962, pudo volar el coche de Franco.
“La noche pasada estalló un petardo en una huerta situada en la cuesta de Aldapeta, en la carretera de San Sebastián a Hernani… Los daños materiales se reducen a la rotura de algunos cristales de una villa particular y de un noviciado de monjas en las proximidades del solitario lugar”, se podía leer en las páginas interiores de la prensa local del 21 de agosto de 1962. Ninguna referencia a que “el solitario lugar” era el acceso al Palacio de Ayete, residencia de veraneo de Franco en San Sebastián. Pero en la vecina Francia los periódicos hablaban de “un fallido atentado contra el jefe del estado español”.
Tras la Guerra Civil Franco, triunfante Caudillo, mandaba en España sin discusión. Muchos generales, al tomar el poder absoluto, se coronan reyes como hizo Napoleón. A Franco le tentaba la idea, pero se conformó con jugar a ser rey: tenía una escolta africana propia de un emperador bizantino, la Guardia Mora, y entraba en las iglesias bajo palio, sacralizando así a su persona como los monarcas del Antiguo Régimen. Y decidió seguir la tradición de los veraneos regios, restableciendo en San Sebastián la “Corte de verano”, con Ministerio de Jornada y todo.
La sede de la Corte de verano en tiempos de la monarquía era el Palacio de Miramar, construido por la reina regente María Cristina en el mejor sitio de San Sebastián, dominando la bahía de la Concha, pero Franco no podía ir allí porque no era Patrimonio Nacional, sino propiedad privada de Alfonso XIII. El Ayuntamiento de San Sebastián acudió al quite. En 1940 le compró al conde de Casa Valencia el Palacio de Ayete y se lo ofreció a Franco, que lo convirtió en su residencia oficial para los meses de agosto desde 1940 hasta su fallecimiento.
Ayete era una finca magnífica. El edificio, de estilo neoclásico, lo construyó en 1878 el arquitecto francés Adolf Ombrech como residencia campestre de los duques de Bailén, aunque lo más notable eran sus inmensos jardines de 74.000 metros cuadrados, diseñados por el jardinero real de Versalles Ducasse. Ayete sería un escenario de la Historia; aquí veranearon Alfonso XII, María Cristina y Alfonso XIII, e incluso pernoctó la reina Victoria de Inglaterra, siendo también frecuentado por la emperatriz Eugenia. Y desde aquí saldría Franco para su histórica entrevista con Hitler en Hendaya.
La única pega que se le podía poner a Ayete es que no estaba junto al mar, sino en el interior, en el camino de Hernani, pero a Franco no le importaba porque no le gustaba la playa. En realidad tampoco le gustaba San Sebastián, prefería su Galicia, y San Sebastián le servía más bien como base para sus cruceros. Eso le salvó quizás la vida.
El submarino
A principios de los 60 el grupúsculo anarquista Defensa Interior, llamado en clave 'el Submarino', comenzó a poner bombas. Hicieron atentados sin mucho riesgo, buscando hacer ruido, como los petardos del Valle de los Caídos y la basílica de San Pedro de Roma. Pero tenían un proyecto más ambicioso: matar a Franco.
Eligieron San Sebastián porque estaba pegado a Francia, donde los anarquistas tenían infraestructura, armas y explosivos. Además contarían con apoyo de la recién nacida ETA, al parecer fue su fundador, Julen Madariaga, quien trajo 20 kilos de explosivos desde Francia a San Sebastián. Los enterraron en la carretera de acceso al Palacio de Ayete, pero sin detonador. Los detonadores, que tenían sólo una semana de vigencia, los colocarían cuando fuese a llegar Franco.
El veraneo del Caudillo empezaba tras la recepción del 18 de julio en los jardines de la Granja. De allí Franco se iba a su Galicia, al Pazo de Meirás, donde permanecía hasta que en agosto se trasladaba a San Sebastián. Un confidente gallego del Submarino avisó cuando Franco salió del Pazo de Meirás y los terroristas colocaron el detonador y esperaron su llegada, pero solamente llegó su esposa. Franco se había ido a pescar en el Azor. El 20 de agosto, con la efectividad del detonador al límite, decidieron activar el explosivo para no dejarlo allí poniendo en peligro a gente inocente.
Parece que la policía había detectado algo y advirtió al Caudillo que no se acercara por San Sebastián. El caso es que al día siguiente de la inútil explosión, Franco desembarcó del Azor y atravesó la ciudad en coche descubierto, saludando sonriente a los donostiarras.