La trampa de la diversidad de Daniel Bernabé y Feria de Ana Iris Simón, desde tesis opuestas, han recibido críticas furibundas desde el espacio cultural de Podemos y Más Madrid. Ambos autores han quedado relegados a un ambiguo lugar de disidentes de la izquierda, al mismo tiempo que consiguen relevancia entre el gran público. El éxito del que hablamos es algo objetivo: se han publicado ya once ediciones de La trampa de la diversidad (más de 18.000 ejemplares), mientras Feria lleva doce (40.000 ejemplares) y es un habitual de la lista de “más vendidos” y de los escaparates de estaciones y aeropuertos. Lo primero que llama la atención es esa enorme distancia entre lo que la izquierda condena y lo que el público disfruta.
La conclusión rápida es que, culturalmente, como sucede también a nivel electoral, los activistas de izquierda viven desconectados de la gente, ya sea en su categoría de público, ya sea como pueblo. Las decenas de artículos contra estos libros firmados por cuadros de Podemos, extertulianos de La Tuerka y Fort Apache y experonistas reconvertidos al ecologismo no parecen haber conseguido llevar el repudio más allá de una restringida burbuja de activismo urbanita hiperpolitizado. Por contra, el éxito comercial de las tesis de Bernabé y las de Simón -¡atención, porque éstas son antitéticas entre sí!- demuestra que las élites intelectuales de la izquierda española están en ‘fuera de juego’ cultural (por muchos metros, no hace falta recurrir al VAR). El último episodio de este largo desencuentro tuvo lugar esta semana con la expulsión de Daniel Bernabé de la sección de Opinión de Público, a pesar de que sus textos eran ampliamente compartidos y comentados.
Bernabé y Simón llegan desde un espacio ajeno a esa intelligentsia de izquierdas porque no han pertenecido a sus círculos sociales: no se han ido de juerga universitaria con quienes ahora son ‘diputados del cambio’, no han disfrutado juntos los mismos conciertos, no han compartido piso en Lavapiés, no han quedado para cenar, y no se encuentran cada día en chats de Telegram. Por eso muchos ‘predestinados’ por familia y formación al papel de intelectuales orgánicos de la izquierda sienten que, de alguna manera, estos dos autores que vienen del barrio han usurpado un espacio que no les corresponde, el que estaba reservado para quienes ahora les cuestionan.
Los detractores de estos dos libros practican un populismo ajeno al pueblo español, ya que prefieren importar el peronismo
¿De qué espacio hablamos exactamente? Del éxito comercial, de las colaboraciones para la cadena SER, de las entrevistas y las columnas en El País. Todo ese campo se reserva a una clase alta progresista de Madrid que ahora les señala. Muchas de las críticas hacia estos dos escritores vienen de parte de firmas que han pasado toda su vida en la universidad y que contaban con heredar esas tribunas. Era un premio que les pertenecía después de una juventud de radicalidad y coqueteos con la izquierda sudamericana (sobre todo la argentina, que es más refinada, pero también el chavismo y el indigenismo). Bernabé y Simón juegan ahí el papel de impostores y ‘okupas’, él con un pasado de simple librero y ella de periodista precaria, que lo mismo trabajaba en la revista femenina Telva que en la de tendencias Vice. No son ‘de los suyos’, y por tanto les caerá el repudio de los ‘predestinados’. Sin embargo, esa condena es como la fatua de unos ayatolás sin fieles.
El paquete ideológico de la izquierda menguante
Por supuesto, no solo se trata de una cuestión de ser ajenos a la clase social de la joven intelectualidad madrileña de izquierdas. Si solo fuera eso, sería una simple cuestión de envidias y rencor. Hay también una cuestión política. Daniel Bernabé y Ana Iris Simón parten de posiciones antitéticas: Bernabé cree que ha llegado la hora de la revancha contra un 15-M que, en su opinión, fue una aberración para la tradición de izquierdas. Simón, en cambio, explica que la izquierda acabó apropiándose para su ideología de la esencia popular (y populista) del 15M. Ambos enmiendan desde dos flancos el paquete ideológico que ofrece hoy la izquierda española: ‘Feminismo, LGTBIQ+, Welcome refugees y un poco de laborismo”.
Los detractores de estos dos libros son la típica élite intelectual de la izquierda de nuestro país: treintañeros que dedicaron su juventud a la comunicación política practicando un populismo ajeno al pueblo español, que prefiere importar sus símbolos del peronismo. Ya curados de hacer la uve con los dedos y de corear canciones argentinas, han puesto a trabajar sus credenciales académicas conseguidas en las mejores universidades británicas y francesas para defender apuestas tan previsibles y seguidistas como abrazar el ecologismo la semana que las encuestas alemanas daban ganadores a Die Grünen (Los Verdes) o apuntarse al socialismo radical el mes que Bernie Sanders competía en las primarias demócratas. De tanto mutar, cuesta ya situarlos. Están siempre del lado de la moda progresista del momento: hace diez años gritaban que la juventud no tenía futuro y hoy son fervorosos creyentes en el progreso y en decretar condenas culturales contra quien ose decir que la generación que hizo la huelga del 14D vive mejor que los jóvenes de hoy.
Ana Iris Simón ha escrito una novela, pero funciona también como ensayo. Al menos, porque tiene una tesis clara que la autora ha repetido en todas las entrevistas: “envidio la vida de mis padres”. Y es a partir de esta tesis que ha conectado con un amplísimo público de jóvenes que envidian las vidas de sus padres, y también, en palabras del comunista Felipe Alcaraz, “de padres y abuelos que deambulan a diario con el cadáver laboral de sus hijos y nietos a las espaldas”.
Discutir sobre si los jóvenes entre 20 y 30 años viven peor que los que tenían su edad en los años 90 parece bastante absurdo. Es un debate que quedó zanjado -entre otros lugares- en las páginas del famoso Informe Petras, el estudio sociológico que encargó el PSOE felipista y luego escondió en un cajón porque no le gustaron los resultados, que mostraban como sus políticas habían destruido el mercado laboral español para las generaciones venideras. Treinta años de neoliberalismo no pasan en balde: basta constatar que hoy las nuevas pensiones ya son más altas que los salarios más habituales. Con 65 años cobras más en el cheque de tu pensión que un trabajador en activo en la treintena.
Enmiendas a la izquierda actual
La tesis principal de Feria es tan sólida que estoy seguro que en las críticas a Simón tiene que haber algo más. Por supuesto que lo hay: Feria contiene los ingredientes para una movilización política que enmienda al paquete ideológico de la izquierda que citamos antes (recuerden: ‘Feminismo, LGTIBQ+, Welcome refugees y un poco de laborismo’). La trampa de la diversidad también, pero no tanto por reclamar un proyecto que superara el fraccionamiento, sino por pedir una redistribución del peso del paquete hacia otro contenido: ‘Un mucho laborismo, un poco de Welcome refugees y un poco de feminismo’. Simón, sin embargo, sí enmienda la totalidad de la oferta y propone los ingredientes para un proyecto con nuevas emociones políticas. Emociones en su sentido etimológico, que es algo que hace mover, lo que moviliza.
Pocas diferencias existe entre Iglesias y Errejón proclamando que ‘La patria no pertenece a los que tienen cuentas en Suiza’ y la cita de Ledesma Ramos que dice ‘solo los ricos pueden permitirse no tener patria’
Feria ofrece herramientas para un nuevo populismo (el ‘ismo’ del pueblo), pero no importando un Perón que en España suena a marciano, sino ensamblando elementos populares de nuestra nación: la nostalgia como emoción frente a un neoliberalismo que ha precarizado las vidas en lo material (derechos laborales y acceso a la vivienda), pero que también ha disuelto vínculos comunitarios como el amor al país, la familia y el partido, en su variante de vida social en la sede local, de espacio de encuentro, camaradería y formación de una identidad comunitaria (así es como su familia paterna vive la militancia en el PCE). Ella incluso se atrevió a dar un paso más: acercarse a la iglesia muy joven, para fastidio de su padre ateo. Feria ensalza, en realidad, los vínculos humanos fuertes que se han fragilizado por el rodillo individualista de la sociedad de consumo.
España y Ledesma Ramos
Hay en Feria un desborde de lo permitido por la izquierda actual. Me refiero a aceptar España de manera desacomplejada, como un país que también lo es de la gente común, ni mejor ni peor que cualquier otro después de completar cuatro décadas de democracia. Mientras la izquierda del PSOE mantiene el tabú de nunca decir ‘España’ y sustituye la palabra por expresiones del tipo “todo el Estado”, Ana Iris Simón asume y abraza España. Especialmente polémicas han sido las citas a Ramiro Ledesma Ramos, aunque quien aparece citado en el libro sea el Ledesma intelectual, encarnación anterior al político que fundó el sindicalismo de Falange. La pregunta surge sin esfuerzo: ¿tiene razón la izquierda académica en reprochárselo? ¿tiene legitimidad?
Rasgarse las vestiduras por citar a Ledesma Ramos denota una indignación sobreactuada, que no apareció cuando hizo exactamente lo mismo la joven escritora antisistema y premio nacional de literatura Cristina Morales, aplaudida y premiada de manera permanente por la izquierda (incluso por el Injuve andaluz en 2012). Tampoco parecen preocupar las continuas citas a Carl Schmitt, jurista de referencia del nazismo, habituales en la primera fila de intelectuales de Podemos (sobre todo, Errejón y Monedero). En realidad, el propio Ledesma Ramos estuvo siempre en el ADN del mensaje de Podemos. Pocas diferencias se pueden encontrar entre los vibrantes discursos de Iglesias y Errejón proclamando que ‘La patria no pertenece a los que tienen cuentas en Suiza ni asiento en el IBEX’ y la famosa cita de Ledesma Ramos que dice ‘solo los ricos pueden permitirse no tener patria’.
Tras surfear la ola de la insignación de 2011, el apoyo de la izquierda del PSOEse ha encogido hasta el tamaño de sus equivalentes europeos: entre el 6% alemán y el 2,5% italiano
¿Mi problema con Ledesma Ramos? Su aversión elitista a la participación política de las masas siempre va a producir incomodidad a la izquierda, por no hablar de que su apuesta por la violencia para exterminar a la oposición le invalida como referente de un proyecto nacional-popular. Esto lo que explicaba hace poco el papa Francisco: España necesita reconciliación, que no significa claudicar de nuestras posturas políticas sino entrar en un proceso de diálogo nacional.
En realidad, Ledesma ni siquiera tiene atractivo para la derecha española de 2021, que en vez de apoyar al empresariado nacional se ha embarcado en una programa esperpéntico de defensa de la burguesía de Silicon Valley, Wall Street y Barcelona (el fundador de Glovo Oscar Pierre es la cuarta generación de un árbol genealógico de la burguesía catalana). El carácter antiburgués de Ledesma parece incompatible con una derecha española dominada por los cuadros de barrio de Salamanca y pupitre de MBA. A veces, tirando de sarcasmo, dan ganas de preguntarse si el sindicato de Vox no está al servicio del proyecto globalista de George Soros.
El éxito comercial de Bernabé y Simón, frente al cansino aluvión de críticas calcadas desde la izquierda universitaria, mientras el público popular vibra con el éxito de ambos libros, me recuerdan a aquellos críticos musicales elitistas de la década de los 2000 que no reconocían los temazos de Juan Magán por mucho que sonaran en bucle en discotecas, chiringuitos y fiestas de barrio. Después de haber surfeado desde 2011 la oleada de la indignación popular en España, la izquierda del PSOE vuelve a sonar desconfiada y desconectada del pueblo. En los últimos años, su apoyo se ha encogido hasta el tamaño de sus equivalentes europeos: entre el 6% alemán y el 2,5% italiano. De ahí que me anime a usar la expresión ‘izquierda menguante’ para definirles.
En las antípodas de este empequeñecimiento, autores como Daniel Bernabé y Ana Iris Simón logran conectar con el gusto y la mentalidad popular. Lo hacen porque, sin duda, interesan y conmueven. Es para felicitarles, por mucho que le pese a esa izquierda menguante, descolocada ante el hecho de que los gustos populares transitan hoy por caminos muy distintos al proyecto que nos venden, resumible en ‘Feminismo, LGTBIQ, Welcome refugees más un poco de laborismo’.
Óscar Guardingo fue senador de Podemos. Actualmente ha vuelto a trabajar en la inyectora de aluminio de la fundición de SEAT Componentes.