Jaume Ripoll, uno de los fundadores de la plataforma Filmin ("el videoclub de nuestro tiempo") ha decidido contar en un libro cómo empezó su aventura cinéfila, justo antes de convertirse en uno de los prescritores digitales más importantes del país. Con nostalgia, varias anécdotas adolescentes y muchos recuerdos del negocio familiar con el que sus padres le inculcaron el amor por el cine y por el espectador, hace repaso en su libro Videoclub (Ediciones B) de los fotogramas que le han acompañado durante cuatro décadas.
Antaño aspirante a cineasta y hoy uno de los distribuidores más interesantes del panorama, Ripoll repasa su vida al tiempo que narra los cambios audiovisuales y televisivos (la quiebra del VHS -en el último escalón en el ranking del glamour doméstico- o el nacimiento de las televisiones privadas) y ofrece una entrevista Vozpópuli para hablar sobre esto y más.
Pregunta: Entre las citas que eliges al comienzo de su libro, llama la atención una del cineasta Terence Davies: "Hacer de tu pasión tu trabajo es la forma más eficaz de matar esa pasión". ¿Cuánto de cierto hay aquí?
Respuesta: Me parecía pertinente porque en el libro planteo un viaje de cambio de mirada, de la mirada inocente y que no está condicionada, a la que sí lo está. No es un lamento, sino una observación, como Terence Davies: cierta nostalgia no por el tiempo perdido, sino por esa mirada perdida, ver películas sin pensar en quién las podrá ver.
P: En un capítulo dice que los distribuidores saben que "el éxito es la excepción y que la decepción más bien es la norma". ¿Esa intuición se entrena?
R: Es una mezcla entre intuición, contactos, experiencia y análisis, y también cierta voluntad de no repetirse. A veces el mayor enemigo del distribuidor a veces es él mismo. Hay que intentar ir a fórmulas que funcionen una y otra vez y dejar perder obras que pueden ser más singulares y que pueden despertar otro interés de la audiencia.
P: Filmin, que ha sido un hito y compite con las gigantes, mantiene los objetivos con los que nació y a pesar de las alianzas con grandes estudios, no ha perdido el norte. En el libro lo llama "el videoclub de nuestro tiempo". ¿Es fácil mantener los principios?
R: Tenemos singularidad o muerte. Tenemos un catálogo tan diverso y variado como el que tenía un videoclub. El abanico es muy amplio, el público potencial para cada uno de esos segmentos es razonable. En eso, nuestra vountad no es solo de videoclub sino de librería, en las que no dejan de haber bestellers, pero el trabajo que hacen es de prescripción, recomendación.
P: Es honesto al reconocer que hay muchas películas que no ha visto y muchos directores que no conoce en profundidad a pesar de lo importantes que puedan ser.
R: El objeto de ese capítulo y de la lista final con la que cierro el libro es aceptar. Prefiero volver a ver películas que ver otras nuevas, está bien que lo asumamos. Tenemos la tentación como espectadores de querer abarcar más de lo que podemos creándonos una frustración por pensar en aquello que no estamos viendo y por pensar que aquello que estamos viendo no lo vemos con el compromiso que haga que esa obra tenga cierta resonancia en nosotros. No hay problema en no verlo todo, sino solo una postura resignada y de aceptación. Aunque creo que después de hablar del libro este verano haré una performance para ver Lo que el viento se llevó en mi casa.
P: ¿Hay que disfrutar más y huir de la dimensión más gafapasta?
R: No tenemos que olvidar por qué vemos películas. No tenemos que pensar que estamos en una carrera, o que tenemos que tener todos los cromos del álbum vistos. Listas como Letterboxd pueden llevar a querer ver de más.
"Uno ve cómo se genera mucho ruido sobre lo que va a llegar, y cuando se estrena en un momento se desvanece, se esfuma", señala Ripoll
P: También dice que se analiza con más determinación la expectativa que la realidad, que el anuncio tiene más peso que la película o que la promoción ha ganado el pulso popular a la crítica. En la era de las redes sociales, la apariencia gana al interior, coleccionar es más importante que disfrutarlo.
R: Es más fácil analizar un tráiler que comentar una película, que requiere más esfuerzo y desarrollo, y que posiblemente de menos clicks y genere menos interés. Uno ve cómo se genera mucho ruido sobre lo que va a llegar, y cuando se estrena en un momento se desvanece, se esfuma. Tenemos que replantearnos ese rol que tienen los medios y nosotros como espectadores.
P: ¿Hay demasiado contenido?
R. Quién le dice a un creador que no cree. Lo digital ha facilitado el rodaje y el montaje, reduce los costes y permite la distribución cuando antes era impensable. En los 80, una película solo llegaba si había un distribuidor que estrenaba con todo el esfuerzo que requería. Hoy en día una película llega a una plataforma con un coste mucho menos. ¿Se rueda demasiado? Sí, pero, ¿hay demasiados canales de Twich? ¿Demasiado ruido en Tik Tok? Hoy en día los creadores no son solo los que crean cine o series.
"El algoritmo puede ayudar, como la inteligencia artificial, pero un mal uso genera que aquello que vemos se parezca cada vez más, y que el espectro de obra audiovisual que vemos se reduzca", señala
P: ¿Qué hay del famoso algoritmo? ¿Es bueno o malo?
R: Como todo, como el azúcar: en su justa medida y si no provoca enfermedades. El algoritmo puede ayudar, como la inteligencia artificial, pero un mal uso genera que aquello que vemos se parezca cada vez más, y que el espectro de obra audiovisual que vemos se reduzca.
P: Afirma no mirar el cine como crítico sino como distribuidor. ¿Cómo se aleja de su profesión para verlo como un espectador?
R: El cine clásico es como un refugio, ahí me he podido desprender de los ojos de distribuidor, porque son películas que ya están vistas. Con el cine actual no sucede.
P: ¿Cuántas veces se ha arrepentido de organizar un festival y por qué todas tienen que ver con Isabelle Huppert?
R: Estamos a unas semanas de arrancar el festival (Atlántida Film Fest) e íbamos a inaugurar el día que Pedro Sánchez ha decidido convocar elecciones generales, así que ya de entrada tenemos que retrasarlo un día. Me arrepiento, pero dura poco. Tienes la recompensa de ver a una audiencia descubrir obras que difícilmente hubiesen descubierto. En este momento de abundancia de oferta, uno de los filtros es el festival. Puede ser más grande como el de San Sebastián o Sitges, o como Documenta o el nuestro.