Cultura

Pablo Motos exalta el poliamor y se equivoca

La fidelidad tiene sentido porque, desde esos tiempos "antiguos" que Motos desdeña, se sabe que su alternativa no es el amor libre, sino tan sólo la infidelidad

El otro día me topé en Twitter con una reflexión de Pablo Motos, presentador de 'El Hormiguero', icono intelectual que los españoles merecemos, sobre la fidelidad en la pareja: "El 62% de los hombres y el 41% de las mujeres, que me parece poco, reconocen haber sido infieles alguna vez. ¿No será que la fidelidad y la pareja tal y como lo venimos entendiendo desde antiguo están pidiendo a gritos una puesta al día? Casi seguro que sí. Lo que pasa es que ¿cuál es la alternativa? ¿Es posible un amor abierto, libre, sin sentido de posesión? ¿Un amor que no corte las alas a los enamorados? ¿Que no se convierta en una especie de cárcel? ¿En una jaula dorada desde la que no podemos mirar, desear, ni amar a nadie más que a quien esté encerrado con nosotros?".

Todo lo que Pablo Motos afirma se funda en una falacia ad populum. Dice que el 62% de los hombres y el 41% de las mujeres son infieles y de ahí, de un triste porcentaje, deduce la moralidad del acto en cuestión. Es una manera muy pobre de razonar, digna en cualquier caso del presentador de 'El Hormiguero'. Que mucha gente haga algo no significa que esté bien; significa simplemente que mucha gente hace algo. Un vicio frecuente no es una virtud, sino tan sólo un vicio frecuente. También muchas personas mienten, y sospecho que, aun así, ni Motos ni nadie se atrevería a plantear la necesidad de que reconsideremos nuestra concepción de la mentira. 

Descartada la idea de que un acto diez mil veces repetido se convierta, por la sola repetición, en un acto deseable, cabe preguntarse si la infidelidad o el poliamor ―dícese de la infidelidad institucionalizada― son buenos en sí mismos. Motos, que reivindica una puesta al día, afirma que sí. Yo, que considero que si algo se ha hecho hasta ahora de una manera es porque tiene sentido hacerlo así, replico que no. Él presume el error de nuestros ancestros; yo, en cambio, presumo su acierto. La fidelidad tiene sentido porque, desde esos tiempos "antiguos" que Motos desdeña, se sabe que su alternativa no es el amor libre, sino tan sólo la infidelidad. 

En el amor según Motos la persona amada degenera en objeto de consumo, uno que se usa y se desecha con idéntica soltura, como un trapo de cocina

El presentador de 'El Hormiguero' se pregunta si es posible un amor sin sentido de posesión. Es posible y se llama matrimonio. Lo que él propone, de hecho, es algo incluso peor que un amor celoso y posesivo. Es un amor consumista, una extensión de la lógica del mercado al ámbito sexual. La persona amada ya no es alguien a quien entregarse, alguien por quien dar la vida en el sufrimiento, si lo hubiera, y hasta el martirio, si se terciase. Es, más bien, alguien de quien disponer según la propia conveniencia. En el amor según Motos la persona amada degenera en objeto de consumo, uno que se usa y se desecha con idéntica soltura, como un trapo de cocina. Motos, repulsivamente posmoderno en esto, traviste la sordidez de cursilería, disfraza el vicio de filantropía. Cuando aboga por un amor "que no corte las alas de los enamorados", tan sólo está abogando, no nos engañemos, por un amor que le permita follarse a otras y volver con la suya a final de mes. 

Lo del presentador de 'El Hormiguero' no es una alternativa al concepto de amor imperante, sino un grotesco simulacro. El amor presupone entrega y la entrega presupone fidelidad. ¿Ama quien no puede jurarle fidelidad eterna a su amada? ¿Ama quien se reserva el derecho al escarceo, quien sólo piensa en echar una canita al aire? El verdadero amante sabe que la fidelidad, lejos de "cortarle las alas", es la condición para que él vuele. No lamenta la desgracia de que se le haya privado de todas las mujeres salvo de una; agradece el don de que se le haya permitido amar a su amada. No pretende retener su libertad, ni mucho menos, sino rendírsela a la persona a la que ha elegido. 

Ahora que los apologistas del poliamor proliferan como hongos en los pies de un menesteroso, ahora que existen webs que propician encuentros adulterinos, ahora que la infidelidad parece la norma y la fidelidad la excepción, el verdadero amante debe vivir recordándose una verdad olvidada: uno sólo puede amar a varias mujeres a condición de que renuncie a la maravilla de amar bien a una. Está claro que no merece la pena. 

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