Llega la Navidad y toca volver a Innisfree. Quizá no sea aquel manto verde por el que John Wayne paseaba con Maureen O’Hara, pero lo podemos llamar hogar. Soy un navideño incorregible. Por mis venas corre todavía la alegría de aquellos tiempos de la infancia en que Navidad era sinónimo de vacaciones, regalos, nieve, dulces disponibles las 24 horas en una bandeja de casa, comida rica y el abrazo de mis abuelos.
El comienzo de la Navidad lo marcaba siempre un paseo al colegio. En el frío palentino de principios de diciembre, donde se alcanzaban los grados bajo cero, mis pasos mañaneros me llevaban como un autómata a la escuela. Sin embargo, todavía sumido en la noche, las luces de Navidad anticipaban que la felicidad estaba cerca.
Para muchos, las tradiciones navideñas se han vuelto algo cansino. Una turra que hay que soportar de manera estoica año tras año como ese amigo que cuenta la misma anécdota una y otra vez. No comparto esa visión. Para mí la Navidad es un lugar donde estar seguro. Quizá uno de los pocos asideros de la existencia que se mantiene impertérrito en un mundo cada vez más cambiante.
La cantante Aitana dijo en una reciente entrevista que le gustaban las “comedias de antes” para referirse a ‘La Proposición’, estrenada en 2009. Supongo que los que vemos películas de Billy Wilder o de Ernst Lubitsch formamos parte del Cretácico Superior. No por ello dejaremos de recomendarlas. En ‘El hombre tranquilo’, John Wayne vuelve a Innisfree por una culpa que le sobrepasa y que ha tirado su vida por el retrete. En su regreso a los orígenes no todo es un camino de rosas, pero recordará algunos principios básicos que en las grandes urbes tienden a olvidarse. Como John Wayne, muchos volvemos a casa aprovechando la Navidad como excusa, una oportunidad para que reconozcamos nuestro origen, siempre más unido de lo que parece a nuestro destino.
Son fechas no aptas para quienes reniegan del cine de Frank Capra. Porque aun reconociendo el absurdo de todo hay quienes nos resistimos a doblegarnos, y antes de tirarnos por un puente como James Stewart un ángel nos echa para atrás y nos recuerda ¡qué bello es vivir! La Navidad tiene un poco de eso.
Ya lo supo ver Charles Dickens en su celebérrimo cuento. Es un momento en que, quizá por tradición literaria o cinematográfica, muchos asumen el reto de cambiar. De intentar ser mejores para ellos mismos o para los demás. Como en el clásico español de Ladislao Vajda, ‘Un ángel pasó por Brooklyn’, protagonizado por Peter Ustinov y con Pablito Calvo y Pepe Isbert en el elenco.
Esta película cuenta cómo un abogado usurero, una mala hierba al más puro estilo Ebenezer Scrooge, que persigue a sus pobres vecinos y pretende desahuciarlos, recibe como escarmiento el castigo de convertirse en perro. No volverá a ser humano hasta que consiga que alguien le quiera. Nos han contado la historia del hombre malo que se vuelve bueno tantas veces como los peces beben en el río. Pero no por ello deja de ser necesaria. El cinismo termina sumiéndonos en el desencanto y nos convertimos en Scrooges sin apenas darnos cuenta.
Un día encontré entre mis papeles de Palencia un cuento de Navidad que escribí en el colegio. Era para un concurso de relatos. No gané el premio, mi vitrina de trofeos sigue tan vacía como la de Champions del Atlético de Madrid –perdón a los lectores colchoneros-. La historia trataba de un niño con pocos amigos, asqueado de su rutina colegial. Las buenas notas no le llenaban y estaba harto de su día a día. Hasta que topó con un lugar mágico, el refugio CETM. Un lugar con una rana cantarina, un piano gigante, un prado lleno de flores donde relajarse, una chica preciosa de la que se enamora… Algo que, en definitiva, no estaba nada mal. Lo que aquel niño consiguió tras aquella epifanía fue “creer en sí mismo”.
Necesitamos creer que los cambios son posibles, que este jodido mundo tiene solución. Brindo para que muchos como yo, niños derrotados en su día, sean capaces de alzar la mirada en su apesadumbrada marcha diaria y ver que hoy, al menos, unas bonitas luces decoran la calle e iluminan un poco mejor nuestro camino. Feliz Navidad.
Valoriano
Esto de la Navidad va a estar un poco trasnochado y lo digo por que he leído que el Rector de la Complutense ha felicitado las fiestas a sus alumnos con un " Felices Fiestas de Otoño" Cuando es evidente que ya estamos en invierno. Cual día cambiamos hasta las estaciones del calendario.
Roberto
Coincido en que mucha gente huimos del edor insoportable a consumismo sin sentido, corrupción social y política en que estamos. Digo mucha, porque la mayor parte de la población no se para a analizar, vanagloriándose en el postureo social al que limitan sus vidas.
aliass
Si fuera mayor de edad o al menos tuviera la edad mínima de consentimiento sexual en España (16 años) tendría algo de sentido lo que dices, pero esta chica dice tener 14 en el momento y Auronplay claramente mayor de edad, por lo que ya sería delito