Cultura

¿Por qué el papa Pío XII no se enfrentó a Hitler y guardó silencio ante el Holocausto?

El premio Pulitzer David I. Kertzer analiza en 'El papa en guerra' el papel del religioso durante la Segunda Guerra Mundial

  • Hitler saluda a líderes católicos y protestantes en Alemania (1934).

“Ay de aquellos que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen”, el versículo bíblico tuvo que clavarse en el alma del nuncio papal en Berlín y al Vaticano en general. Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y un periódico francés señalaba la inacción de la Iglesia ante la guerra y el genocidio: “¿Podemos creer que el Vaticano ignoraba los métodos de aquellos con quienes había firmado un concordato?”, seguía metiendo el dedo en la llaga el texto que reprochaba la pasividad de Pío XII ante Hitler. 

Representó menos de un cuarto de su pontificado, pero Pío XII siempre ha sido recordado como el papa de la Segunda Guerra Mundial. El cardenal Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli adquirió la dignidad papal en marzo de 1939, medio año después Alemania invadió Polonia desatando el conflicto. En los siguientes cinco años Europa se autodestruyó y por el camino Hitler organizó el asesinato más grande de la historia. La respuesta del papa fue un doloroso silencio en el que nunca pronunció la palabra "judío" en niguno de sus discursos, según recoge El papa en guerra, el último ensayo de David I. Kertzer, un riguroso volumen que profundiza en el papel del papa durante la guerra y su relación con los dos principales dictadores fascistas.

El  ganador del premio Pulitzer por su obra El Papa y Mussolini, detalla en esta última obra cómo los malabarismos diplomáticos del papado habían comenzado mucho antes con la toma de poder de los fascistas de Mussolini. A la anomalía de ser un estado dentro de la capital de otro había que sumarle el componente moral de una institución basada en predicar hacer el bien dentro de una dictadura que reprimía a su población. El inicio de la guerra más salvaje de la historia trajo nuevos retos al funambulismo diplomático papal y Francia y Polonia percibieron la actitud del Vaticano como una inclinación proalemana.  “Amamos Alemania. Nos complace que Alemania sea grande y poderosa. Y no nos oponemos a ninguna forma particular de gobierno, siempre y cuando los católicos puedan vivir de acuerdo con su religión”, indicó el Sumo Pontífice al embajador alemán en la Santa Sede.

Eugenio Pacelli antes de convertirse en el Papa Pío XII,  en Berlín.

Eugenio Pacelli antes de convertirse en el Papa Pío XII, durante una visita a Berlín.

Las críticas a su gestión no han llegado solo desde la cómoda barrera del futuro, en su momento, su silencio ya fue duramente criticado, especialmente cuando tras la invasión de Polonia, país católico, comenzaron a asesinar a sus fieles e internar en campos de concentración a sacerdotes. “El papa no parece darse cuenta de la inmensa autoridad que sigue teniendo en el mundo… No parece apreciar cuán importante es una palabra, una afirmación, una condena que provenga de él. Tiene sus armas, y o no lo sabe o no quiere usarlas”. 

El historiador es contundente con el papel del papa durante estos años cruciales de Europa y el mundo, considerando que le faltó valentía moral y criticando su amilanamiento frente a los dos grandes dictadores fascistas. Kertzer afirma en su obra que a Pío XII le importaron más los intereses y bienes de la Iglesia que ayudar a los judíos. Se negó a excomulgar a Hitler, Himmler o Mussolini, todos ellos católicos al menos de forma oficial, y siempre consideró que el comunismo era una amenaza mayor al nazismo. La obra también recoge los ímprobos esfuerzos del Vaticano para salvar a los judíos que se habían convertido al catolicismo o a los hijos de matrimonios mixtos, entre judíos y católicos. 

Nunca denunció las atrocidades cometidas por los nazis, ni la ejecución en masa de las Fosas Ardetinas ni ninguna de las otras barbaridades nazis en Roma

El libro refleja el interés del Papa por llegar a un acuerdo con el Tercer Reich a cambio de respetar la autonomía de la Iglesia. Ante el imparable avance alemán de los primeros meses de guerra, Pío “sentía que necesitaba planificar un futuro en el que Alemania dominaría Europa continental”, señala el autor. El Sumo Pontífice desconfiaba de Hitler y consideraba que Mussolini era su mejor baza moderadora sobre el dictador alemán. Sin embargo, cuando se volteó la fortuna del Reich a partir de las derrotas de 1942 en el frente soviético, la forma de actuar del papa apenas cambió, según el autor por el temor de que Europa cayera en manos del comunismo. 

No fue el papa de Hitler, le abominaban muchos de sus crímenes y les soliviantaba los esfuerzos del Reich por reducir la influencia de la Iglesia en la sociedad. Sin embargo, su silencio es estruendoso en asuntos como captura de más de un millar de judíos el 16 de octubre de 1943 que pasaron las siguientes 48 horas cerca del Palacio Apostólicos esperando su traslado a Auschwitz. “Nunca denunció las atrocidades cometidas por los nazis, ni la ejecución en masa de las Fosas Ardetinas ni ninguna de las otras barbaridades nazis en Roma”, concluye el autor. “La única vez que el papa hizo una protesta pública sobre lo que sucedía en Roma fue cuando condenó el bombardeo de la ciudad por parte de los Aliados”.

También demuestra cómo el religioso era consciente y le dolían las críticas por su timorata respuesta. "Según el papa, había fascistas buenos y malos, nazis buenos y malos... Está claro que, para el papa, lo que diferenciaba a los buenos de los malos era su actitud hacia la Iglesia", asevera Kertzer. Pío nunca se enfrentó a Hiter y Mussolini, dictadores que eran conscientes de la intimidación del religioso: “No le gustaba Hitler, pero se dejaba intimidar por él, al igual que por el dictador de Italia. En un momento de gran incertidumbre, Pío XII se aferró a su determinación de no contrariar a ninguno de los dos. En el cumplimiento de este objetivo, el papa obtuvo un notable éxito”.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli