Petra Martínez es una de las actrices de teatro más veteranas de la escena española, con una trayectoria que se remonta a finales de los años 60, cuando debutó con la versión de Noche de reyes, de Shakespeare, que dirigió William Layton. Pero más allá de triunfar sobre las tablas, la intérprete también puede presumir de haber recorrido un camino interesante en televisión y en cine. En la gran pantalla ha formado parte de proyectos como, ni más ni menos, La mala educación (2004), de Pedro Almodóvar, o La soledad (2007), de Jaime Rosales.
Sin embargo, a sus 77 años, acaba de ser nominada por primera vez en la 35 edición de los premios Goya que se entregarán en Valencia el 12 de febrero y en los que podría hacerse con el cabezón a la mejor actriz protagonista por su papel en La vida era eso, categoría en la que competirá contra Emma Suárez, Penélope Cruz y Blanca Portillo. La película, dirigida por David Martín de los Santos y coprotagonizada por Anna Castillo, es una delicada, íntima y reveladora historia que narra el encuentro entre dos mujeres de diferentes generaciones, sobre la que Vozpópuli ha podido hablar con Petra Martínez.
Pregunta: Participa en un debut que ha recibido halagos allá por donde ha pasado. ¿Qué es lo que más le ha gustado de su personaje en La vida era eso? ¿Cómo lo describe?
Respuesta: Lo que más me ha gustado de mi personaje es que está escrito con una sensibilidad tan fina, tan seductora y tan sutil, que me he resultado hasta fácil -que el cine es muy difícil-, y lo que más me ha gustado han sido momentos muy tiernos con Anna Castillo que he disfrutado mucho con esta interpretación entre las dos.
P: ¿Cómo describe su personaje?
R: Mi personaje es una mujer muy corriente de los años 70 y tantos, que emigró a Bélgica para mejorar su modo de vida en España. Mandaban el dinero, trabajaban como burros allá donde iban a emigrar. Ella no ha trabajado, ha estado cuidando a sus hijos, así que no tiene unas relaciones sociales y tiene una soledad que en la película se transforma por circunstancias en una comprensión de la vida diferente y más placentera.
P: ¿Por qué es importante esta película en cuanto al intercambio generacional entre las dos protagonistas?
R: Es importante, pero lo que queremos no es mostrar qué es lo que hay que hacer, que eso siempre me ha echado para atrás. Pero creo que en el cine es importante plasmar cómo dos generaciones, de alguna forma, sienten una misma soledad, y con una diferencia de edad fuerte se compenetran en unos momentos determinados de la vida. Cada una tiene un camino, un viaje. El de mi personaje es un viaje que le hace vivir una vida que no habría tenido sin una comunión con esta joven.
P: Son también dos generaciones que viven de forma paralela una realidad que les ha tocado: ambas son emigrantes. ¿Es un destino irremediable cada cierto tiempo para los españoles?
R: Hasta el momento, así ha sido. Además, ahora es de gente talentosa. Hace años era gente que a lo mejor no tenía estudios, que era importante que se hubieran quedado si tenían trabajo, pero en este caso concreto, la emigración que sale de España es muy triste. Hemos conseguido entre todos que fuera gente con estudios, con preparación, y de pronto se van porque no tienen trabajo aquí. Van a ser químicos, a trabajar en laboratorios, a ser sanitarios. Es una emigración más triste que aquella, que ya lo era. Esta ya lo era.
P: A estas alturas de su profesión, ¿cree que es posible aún encontrarse con personajes que, como el suyo o el de Anna Castillo, remuevan y enseñen algo?
R: Espero que sí, que tengan la capacidad tanto hombres como mujeres de poder abarcar esta edad, estas mujeres de cierta edad, y que pongan en tela de juicio lo que han estado viviendo durante tiempo. Siempre pienso que en el cine tiene que existir el reflejo de lo que está ocurriendo en el mundo. En España, la mujer, al estar relegada siempre en relación con el hombre, ha cogido carrerilla. Mujeres mayores, de mi edad, que estudian, que leen, que van al cine.
P: Hay quien dice que la nominación a los Goya llega tarde. ¿Qué te hacen sentir los premios?
R: Para mí el premio siempre ha sido la taquilla, eso lo tengo claro, pero no obstante, cuando te dan un premio, tanto si lo hacen porque te tienen simpatía o porque piensan que has hecho un trabajo bonito y que está reconocido, es una alegría. Pero tarde tampoco, porque no tengo una carrera tan extensa. He hecho mucho teatro, pero televisión y cine no, no puedo sentir que hay una injusticia porque somos muchas actrices las que trabajamos al año, y tendríamos que estar enfadadas el 80% de nosotras. Si me nominan, feliz; si me lo dan, super feliz; pero no puedo sentir que es una injusticia.
P: ¿Qué piensas de aquellos festivales -entre ellos, el de San Sebastián- que han eliminado en género en los premios interpretativos? ¿Crees que es justo o que de esta forma se invisibiliza a las mujeres, como han criticado algunas asociaciones?
R: Lo oí en un momento y me pareció una tontería. Es un premio más, que está muy bien. Entonces, ¿por qué quitarlo? No lo entiendo. Hay cosas en los festivales, y también en San Sebastián, que tendrían que replantear cosas nuevas, ni solo la alfombra y elementos relacionados con la elegancia. Seguro que hay una manera de renovar el festival. Quizás, con todo el mundo en un hotel, con conversaciones todos juntos. Pero quitar un premio, lo veo ilógico.