Siguen publicándose libros sobre la Movida, un periodo cultural fascinante sobre el que todo el mundo cree tener algo nuevo que decir. ¿El resumen más confuso? Insistir en que fue “un tiempo de libertad” y en que “hoy sería cancelada”. En un reciente artículo para La Razón, firmado por Rebeca Argudo, se defienden ambas premisas aprovechando la publicación de Madrid sí fue una fiesta (Cúpula), de Javier Menéndez Flórez, y de Conversaciones con Ana Curra (Efe Eme), de Sara Morales. En realidad, llueve sobre mojado, ya que se ha convertido en habitual escuchar al famoso ochentero de turno explicar en entrevistas de magazines dominicales que muchas de las cosas que se hacían entonces hoy no serían posibles sin crear un escándalo. ¿Es esto mentira? Más bien una verdad a medias...
Argumento clave: no tiene mucho sentido decir que la Movida hoy sería cancelada cuando siguen dominando la esfera pop artistas que son cien por cien movideros. ¿Alguien ha pedido alguna vez cancelar al omnipresente Mario Vaquerizo? Su discurso parece basarse en hablar antes de pensar, pero aun así no ha sufrido grandes persecuciones. ¿Vive con temor a un linchamiento C. Tangana? Parece que España entera le quiere, por no decir que le adora, a pesar de su perfil cien por cien ochentero, que lo mismo dedica una canción a la cocaína -la hipnótica “Bolsas”- que resucita todos los estereotipos machistas -“Mala mujer- o declara su devoción por Andy Warhol y Dalí, los dos máximos ‘popes’ de la Movida. Personajes como Soy Una Pringada también triunfan a lo grande, sufriendo algún conato de campaña en su contra, pero qué se olvida en un par de días. ¿Dónde está el peligro de cancelación y para qué discursos? Desde esta sección de Vozpópuli nos cuesta verlos.
Se habla de la Movida como “tiempo de libertad”. ¿Lo fue, por ejemplo, para La Bola de Cristal, irreverente programa infantil de TVE? Sus críticas a Thatcher y Felipe González terminaron con el programa, después de varios avisos. Pilar Miró no toleraba este tipo de comentarios respecto a su amigo, presidente de España, ni le hacían gracia las críticas políticas. ¿Disfrutaron de esa libertad Javier Krahe y Luis Pastor? Ambos sufrieron un boicot en ayuntamientos del PSOE por sus discursos a la izquierda del felipismo (que pasó factura por no apoyarles y por “Cuervo ingenuo” de Krahe, donde se criticaba la hipocresía de González respecto de la OTAN). Barón Rojo también sufrieron consecuencias por no animarse a apoyar al partido dominante en esa década en España. "En la campaña de 1982, el PSOE nos ofreció actuar en 40 actos electorales. Nos negamos y lo pagamos: cuanto más discos vendíamos, menos conciertos de aquellos que patrocinaban los Ayuntamientos", explicaban a El País en 2011.
Homogeneización cultural
Como explica Argudo en su texto, la Movida fue un saludable desfase tras la solemnidad obligatoria del franquismo, donde todo tenía que ser serio, desde el No-Do al discurso cultural comunista (aunque la ebullición antifranquista de finales de los setenta probablemente fue un hervidero de ideas de voltaje superior a la Movida). La periodista tiene razón en que la Movida amplió la libertad permitida en el nacional-catolicismo, pero no podemos olvidar que limitó otras.
También tienen razón quienes sospechan que algunos ejecutivos actuales sueñan con una especie de Movida domesticada, al menos eso viene a la cabeza cuando escuchamos explicar que RTVE está trabajando en una nueva versión del emblemático espacio 'La edad de oro'. Así lo anunciaba hace tres meses Ignacio Elguero de Olavide, director de Educación, Diversidad Cultural e Internacional de nuestra radio y televisión nacional. “Bueno, eso ahora no se podría grabar igual, porque entonces las entrevistas se hacían con una copa en la mano y un cigarrillo en la otra, hablando de colocarse con anfetaminas, caso de la de Poch (Derribos Arias) junto a un joven Pedro Almodóvar. Lo que sí necesitamos es un formato similar para que puedan debatir creadores jóvenes con la atmósfera de libertad de entonces”, desea Elguero de Olavide, sin tener claro cómo encajarlo. Tampoco es sencillo.
Una tesis interesante sobre la época es la de la catedrática de estudios visuales y culturales de la universidad de Texas, Teresa M. Vilarós, autora del ensayo El mono del desencanto: una crítica cultural de la transición española (1973-1993). Viene a decir que la Movida fue la piscina de metadona hedonista donde se tiró de cabeza la izquierda para olvidar su derrota política (comunistas, anarquistas y maoístas consideraban que el felipismo fue una especie de thatcherismo light). Más allá de posiciones políticas o interpretaciones, los datos son sagrados: todo el que se apartó del relato cultural oficial no salió en la foto, como prescribía Alfonso Guerra.
Nos hicieron creer que lo máximo que se podía hacer políticamente era luchar por tu derecho a divertirte", recuerda la periodista Patricia Godes
¿Cuál fue la ideología de la Movida? Antes de nada, hay que aclarar que aquellas canciones chispeantes fueron la banda sonora del aterrizaje en España de la sociedad de consumo. Son practicamente iguales que los anuncios de radio y televisión, basta escuchar “Quiero ser un bote de Colón” (Alaska y los Pegamoides), “Enamorado de la moda juvenil” (Radio Futura) y “Busca algo barato” (Mecano). Alguna incluso terminaría sirviendo de sintonía para anuncios de la 'Planta Joven' de El Corte Inglés. La ideología de la época, podemos decir tranquilamente, fue el consumismo hedonista, con su fuerte poder uniformador. Lo explicó Pier Paolo Pasolini con máxima precisión: “La homogeneización ‘cultural’ nos afecta a todos: pueblo y burguesía, obreros y proletarios. El contexto social ha mutado en el sentido de que se ha unificado de manera extrema. La matriz de la que salen todos los italianos es ahora la misma”, lamentaba en un artículo de 1974. Algo parecido hizo la Movida: disolver casi todas las culturas previas en el crisol del pop estandarizado del turboconsumismo socialdemócrata.
¿Por qué nadie propuso nunca censurar la Movida? No había en ella nada incompatible con los programas de PP ni del PSOE, mientras que el PCE estaba demasiado deprimido y desorientado como para protestar. La única censura propuesta por la derecha fue anecdótica: la canción aquella de Las Vulpes, titulada “Me gusta ser una zorra”, que causó un breve escándalo en 1983. Enseguida se comprobó que la censura franquista ya no era eficaz, solamente multiplicaba el efecto de lo que pretendía silenciar. Entonces llegó el PSOE con mecanismos más sofisticados, como el chantaje económico. No se trata de que el ministro Narcís Serra, Alaska y un alto funcionario de Interior quedasen los jueves a tomar café en el Palace para urdir una estrategia de hegemonía cultural. Las cosas nunca han funcionado así.
El periodista José Luis Moreno Ruiz destaca la complicidad mediática entre antiguas y nuevas élites. “En Radio Televisión Española había muchos 'fachas' y muchos 'sociatas' que acabaron llevándose muy bien. Por lo demás, la censura en ‘la casa’ era cosa asumida de toda la vida, a nadie extrañaba la nueva censura de los felipistas y guerristas después de tantos años de censura franquista. Cuando te quejabas de ello en conversación con algún fijo de la casa, se echaba a reír…”, recuerda en el irregular La Movida modernosa: crónica de una imbecilidad política (La Felguera, 2016).
También lo ha señalado la periodista Patricia Godes, que vivió aquellos años siendo adolescente y en primera fila por su cercanía a Pegamoides y Dinarama: “Nos metieron en la cabeza que irse de juerga era contestatario. Fue una idea impulsada desde arriba, con las columnas de Umbral o la sección de Cultura de Diario 16, por ejemplo. Nos hicieron creer que lo máximo que se podía hacer políticamente era luchar por tu derecho a divertirte. Eso es alienante y llevó a una generación perdida, llena de yonquis. Por eso tantos acabaron tan mal”, lamenta.
Por si fuera poco, se sufrían estrictos códigos de conducta cultural: “Si te gustaba el blues, la gente moderna se escandalizaba porque era una cosa de antiguos y de 'progres'. En el entorno de la crema de la crema en que yo me movía no se podía hacer nada que oliera a 'progre': ni yo me atreví a decir que era de izquierda cuando me preguntaron para el libro de José Luis Gallero sobre la época”, recuerda. “Fue una liberación equivalente a bailar borracho encima de una mesa o hacer topless en los sanfermines. Esa era la libertad de La Movida”, resume.
Víctor Lenore es autor de 'Espectros de la Movida. Por qué odiar los años ochenta' (Akal).