El nombre de Alberto Vázquez se convirtió en un imprescindible de la animación española en el momento en el que presentó su primer largometraje, Pisconautas, los niños olvidados (2015), un drama de animación para adultos en el que unos niños tratan de escapar de un entorno hostil. Con aquella película ganó el premio Goya al mejor filme de animación y ahora vuelve a optar por el segundo cabezón en la misma categoría gracias a Unicorn Wars, una de las cintas más aplaudidas en el excelente año del cine español que acaba de terminar.
La nueva cinta de Vázquez es una fábula antibelicista en el que la nación de los ositos más tiernos se enfrenta a los bonitos unicornios. "Un pueblo sin odio nunca puede triunfar sobre el enemigo", señala un alto mando del ejército de los ositos. Lejos de su aparente dulzura, en Unicorn Wars los osos de color pastel se pelean, sangran, fuman y se esfuerzan por ser el mejor soldado posible en una lucha ancestral y sin final. El director ha hablado con Vozpópuli sobre su reciente éxito y sobre el presente y el futuro de la animación española.
Pregunta: ¿Cómo defines esta película tan inclasificable?
Respuesta: Esta es una película que juega con el género bélico, al mismo tiempo tiene muchas referencias a mis anteriores trabajos -está basado en un cómic y un corto, tiene un punto de universo personal- y también tiene algo de historia mitológica y épica. Es una mezcla de Apocalypse Now, Bambi y La Biblia.
P: Recurres a iconos infantiles para contar una historia de adultos. ¿Por qué eliges las imágenes más tiernas, los osos y unicornios?
R: Son iconos de la infancia, son universales. Las figuras antropomorfas nos recuerdas a los cuentos infantiles, no tienen un tiempo ni un lugar, sino que son universales y pertenecen a todas las culturas. En esta película uno no sabe si es japonesa, francesa o española. También por el contraste que da: poder hacer una historia con estos iconos de la ternura, pero que hable de lo peor del ser humano.
Unicorn Wars: entre Apocalypse Now y Bambi
P: En ese encuentro entre lo cuqui y lo macabro hay belicismo, sangre, drogas, religión, sexo y vómito de colores. De alguna manera, el espectador puede estar más receptivo, dispuesto o incluso desprevenido ante lo que ve. ¿Querías jugar con esto?
R: La película parece desde fuera algo gamberro y de humor, pero en realidad es un drama muy triste y tiene mucho de película de terror, con elementos muy horribles. Hay un juego para descolocar a los jóvenes y mostrar que la animación es un medio para contar historias. Así como yo cuando yo tenía 12 años vi alguna película de animación para adultos que me cambió la vida, mi intención es la misma, pero también coger desprevenidos a los adultos, que piensan que van a ver una comedia y es otra cosa. Llevo desarrollando esta historia de animales desde que empecé a dibujar cómics a los 18 años, así que también parte de mi estilo.
P: ¿Cómo ayuda el hecho de subvertir la bondad, la inocencia?
R: Te ayuda a ser más expresivo y coger desprevenido al espectador y a jugar con lo que se espera y lo que no, con los cuentos clásicos de Disney. Desde fuera mucha gente piensa que va a ver Bambi. Juegas al contraste y a la promoción de emociones y sentimientos. La película es un juego de tonos, porque no sabes si es drama, comedia, humor o existencialismo.
P: Los colores juegan un papel fundamental en Unicorn Wars.
R: Me interesa que el color sea narrativo, que vaya con la historia, que sea expresivo y simbólico, y que aporte, no que sea bonito porque sí. Por ejemplo, los flashbacks del personaje azulín son azules; hay trozos del libro sagrado de los ositos que recuerdan a los códices medievales, con sus dorados y su trabajo de policromía; o en la parte de la batalla final los colores son expresivos, como si fuera un expresionismo alemán pero cuqui. Al principio todo es pastel, pero a medida que la historia avanza los colores se van saturando.
La animación es un sector muy infantilizado: el 95% de lo que se produce está orientado al público infantil. Mucha gente no sabe que hay películas para adultos y que el cine de animación también puede ser cine
P: ¿Qué tiene que ocurrir para que la animación para adultos desembarque finalmente en el público mainstream? ¿Hay aún barreras infranqueables?
R: En la animación para adultos hay cosas que han funcionado, como Los Simpson, South Park o BoJack Horseman. Son series muy populares producidas por estudios gigantescos, con una distribución maravillosa. Nuestras películas son pequeñas, hechas en España, donde la taquilla es irrisoria porque la gente ya no va al cine. La animación es un sector muy infantilizado: el 95% de lo que se produce está orientado al público infantil. Mucha gente no sabe que hay películas para adultos y que el cine de animación también puede ser cine. Es complicado, porque si no lo coge una plataforma grande, la gente no sabe ni que existe, y aunque lo coja tiene que caer ahí. No tengo una respuesta, hasta que no haya una voluntad política, como en Francia, donde la animación es una industria nacional, donde hay más de 200 escuelas. En España, aunque hay mucho talento y muchas empresas, muchos trabajan para empresas de fuera y muchos se van.
P: Enrique Gato dijo en entrevista a Vozpópuli que no hay paro en el cine de animación. ¿Coincides con esta afirmación?
R: Hay muchísimo trabajo de animación, pero en España no se hacen tantas producciones. Es una industria un tanto desconocida pero mueve mucho interés. Los chavales jóvenes se mueren por el anime y el manga. Es un mundo en crecimiento y nosotros estamos un poco por detrás. Tenemos una industria muy débil.