Cultura

Yo no pude resistir la presión de un reality y Verónica Forqué tampoco

Hace un mes publiqué en otro medio un artículo a propósito de Verónica Forqué. En dicho artículo, decía que si Verónica fuera mi amiga le recomendaría que visitara un neuropsicólogo, y

  • Verónica Forqué. -

Hace un mes publiqué en otro medio un artículo a propósito de Verónica Forqué. En dicho artículo, decía que si Verónica fuera mi amiga le recomendaría que visitara un neuropsicólogo, y que dejara el programa 'Masterchef Celebrity'. Argumentaba que una cosa es la audiencia y otra la responsabilidad social. Que es difícil que vayan de la mano, y que no todo vale por la audiencia.

Lo que todos pudimos ver en directo era una persona que evidentemente estaba pasando por un mal momento, una persona que mostraba todos los síntomas de estar atravesando una crisis. Una persona que mostraba ecolalias, frenesí de ideas, locuacidad inusual, desorganización cognitiva y una enorme agitación. Creo que todos los espectadores nos dábamos cuenta de que Verónica no estaba en su estado normal. Y, finalmente, el propio programa cayó también en la cuenta y decidió hablar con ella y aconsejarle que se fuera a su casa.

Yo estuve en un reality hace años. Apenas duré dos semanas. Los espectadores vieron cómo una chica amenazaba con que iba a quemar mi casa al salir. Vieron cómo varias personas pegaban patadas a una cabaña en la que yo me había desmayado. No se vio el ataque epiléptico que sufrí y tampoco se vio que nadie, nadie, ninguna persona de entre los responsables del programa, avisó a un médico. No se vio que en privado alguien me pegó, no se vieron los insultos y las amenazas. Tampoco se vio cómo un chico se masturbó delante de mí, entre las risas de los compañeros de cabaña. Algo que finalmente puedo contar porque existe una cinta en mi poder en la que se reconoce que pasó, así que dudo que la cadena se atreva a negarlo o demandarme porque saben que me puedo acoger a la "exceptio veritatis".

En fin, que cuando el reality se emitió, los insultos, las amenazas y la masturbación habían sido borrados. Los espectadores veían a una mujer que no hacía más que llorar, completamente superada por la presión. No sabían que lloraba porque estaba siendo acosada y había sido agredida sexualmente. No sabían que yo era una  mujer a la que le decían que no podía abandonar el programa porque si lo hacía debía pagar una penalización (no era cierto, nunca tuve que pagarla). Los espectadores veían a una mujer que lloraba, pero nadie les explicaba por qué lo hacía.

Mi acoso en directo y mi depresión en directo subía los índices de audiencia y nadie quería que me fuera de allí. Desde los tiempos de los gladiadores al público le gusta ver sacrificios.

Al final salí de allí, fui a un psiquiatra, acudí a una abogada, demande y gané a la cadena. Pero no todo fue tan fácil. Ya me había ganado la fama de loca. A día de hoy sigo recibiendo mensajes diciendo que estoy loca y que la prueba de ello fue aquella participación en un reality.

Por aquel entonces, en cuanto salí de allí, me encontré con que había perdido mi trabajo en un medio de comunicación. Tampoco me contrataban en otros porque ya tenía fama de loca. Las madres de mis amigos les decían aquello de "cómo te juntas con esa loca". Excuso contarles lo que sufrió mi madre y los comentarios que tuvo que escuchar.

En el artículo que escribí sobre Forqué señalaba también que es muy fácil insultar por Internet a una persona que no se encuentra bien, máxime si esa persona es una mujer mayor, porque en nuestra sociedad se cumple fielmente una tradición que viene desde la quema de las brujas y que legitima, de alguna manera, que se insulte a las mujeres mayores. Por eso, a las mujeres mayores de 40, cuando nos quieren insultar por internet nos llaman, con desprecio, "señora".

Yo estoy muy orgullosa de ser una señora y muy orgullosa de haber podido llegar hasta aquí. Hay veces en las que incluso me planteo comprarme una camiseta con la portada del "Señora" de Rocío jurado y lucirla a modo de declaración de intenciones.

Tengo la impresión de que Verónica no fue acosada ni maltratada en 'Masterchef'. Pero sí que llegó enferma, y debemos recordar que lo que vemos condensado en una hora de programa en realidad es la edición de muchas imágenes, el escueto resumen de una jornada maratoniana de rodaje que supone muchísimo estrés y presión, algo que no pueden aguantar las personas enfermas. Se nos ofreció en directo, como si fuera un espectáculo divertido, convenientemente montado y editado, el episodio de crisis de una mujer que no se encontraba bien. La turba de Internet vio campo abierto para reírse de ella e insultarla.

Todos los que ahora se rasgan las vestiduras cuando descubren que Verónica Forqué se ha suicidado, deberían recordar cómo Internet, Twitter, Facebook, Instagram y la red entera se llenó de insultos: loca, bruja, vieja. Lo de vieja era constante porque ya se sabe que ser señora es un drama. Que si nos pueden insultar llamándonos "señoras" es porque la utilización de esa palabra como insulto se anima, se legítima y se encuentra divertida.

Hace años, repito, yo estuve en un reality y apenas duré dos semanas. También recibí ese machaque mediático. Salí del concurso y me encontré con que todas mis redes estaban plagadas de insultos, al igual que estaba plagado de insultos el perfil de Instagram de Verónica. Insultos que ahora sus remitentes han borrado, pero que se quedaron grabadas en mi cabeza y en mi retina... Y  las de otros tantos.

Hace años yo demandé a la cadena. Y gané. Pero nadie recuerda aquella condena. Sí recuerda la gente que estuve en un reality y me insultan recordándome mi paso por el programa. Yo también pensé en suicidarme porque no podía con la situación, pero estoy agradecida a la vida porque tengo amigos increíbles y una hija maravillosa que me tendieron la mano.

Verónica también tiene una hija maravillosa, pero, por la razón que fuera, ella no tuvo tanta suerte. Quizás su hija no estaba cerca esa noche. Y no todos respondemos igual a las mismas circunstancias. Lo que le ha pasado a Verónica podía haberme pasado a mí. Y probablemente a ti también, querido lector o lectora, no creas que eres invulnerable. No creas que estás hecho de kryptonita y que tú podrías haberlo resistido. Porque tú nunca te has visto en esa situación.

No estoy diciendo que fuera la cadena la que mató a Verónica, por supuesto. No. Estoy diciendo que solo las personas que hemos recibido acoso por Internet -y lo seguimos recibiendo a diario- sabemos lo que es encontrarte con cientos de miles de insultos diarios. Y sabemos que ni siquiera la persona más estable puede resistirlo. ¿Cómo iba a resistir una mujer que en ese momento estaba enferma?

Si usted no ha vivido la experiencia de que le señalen, de que le pongan la letra escarlata de loca, si usted no ha vivido la experiencia de perder trabajos porque le han creado una fama, si usted no ha vivido la experiencia de ver cómo se ríen de usted en la calle o cómo le señalan, si usted no ha vivido la experiencia de no poder ir a la playa porque todo el mundo saca el móvil inmediatamente para inmortalizar sus lorzas y hacerlas correr por internet, entonces usted no puede entender de qué manera te afecta a tu visión de la vida y a tu autoestima ese machaque constante.

A ti, lector o lectora, quiero recordarte que un reality no es lo que tú ves en casa. Debo recordarte de nuevo que hay imágenes que nos enseñan y otras que ocultan. Yo sospecho que Verónica era mucho más de lo que nos dieron en ese resumen. Sospecho que el programa nos mostraba los grandes momentos de Verónica y no nos mostraba el momento en el que estaba agotada o lloraba. Recuerdo un momento en el que ella intentaba descansar en una especie de bote neumático y se veía que estaba agotada. Barrunto que no nos enseñaban sus imágenes de agotamiento, de sentirse completamente superada por la situación.

Yo no pude resistir la presión de rodar un reality y tampoco pude resistir la presión que vino después. Y me llamaron loca. Verónica tampoco lo pudo resistir. Y se cebaron con ella.

Hoy hay un montón de gente borrando los insultos que se le dedicaron en su día, pero yo  los recuerdo. Una turba con hogueras en alto, dispuestos a quemar a la bruja. Me alegra decir en alto que no fui de ésas y que por haber vivido la misma experiencia yo podía entender lo que le estaba sucediendo. Me alegra haber escrito aquel artículo que escribí en el que ya avisaba de que no todo vale por la audiencia. No pude cambiar las cosas pero al menos sé que no colaboré a crear una tormenta perfecta.

Verónica Forqué ha sido sobre todo una inmensa actriz con una carrera increíble de más de 40 años. Ojalá sea este el recuerdo que nos quede, y no otro. Y ojalá alguien aprenda que lo de insultar a una mujer desconocida porque sí (basta con comprobar en Twitter los ataques a tantas mujeres) no es divertido, no es ético, no es digno y no es un entretenimiento sin importancia.

Y no es inocente.

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