Hacer gárgaras, como freír espárragos o hacer puñetas, fue durante años uno de esos lugares en el imaginario colectivo al que solíamos mandar a la gente cuando no queríamos que nos importunasen. Desconozco el motivo exacto por el que encargábamos este paradisíaco viaje, pero la realidad es que permanecido en nuestra memoria durante largo tiempo.
También, por fortuna, se instaló en esos hábitos sencillos, baratos y al alcance de todo el mundo que tenían que ver con la salud bucodental y bucofaríngea, pero recuperar las gárgaras (cuyo nombre deriva del término latino gurgullio -garganta-), ya fueran con agua sola o añadiendo una cucharada de azúcar o de bicarbonato, para multiplicar sus beneficios.
Ahora que el mundo de los colutorios, los dentífricos, los irrigadores bucales y la seda dental están en nuestro cajón del baño sin problemas, dejar atrás a las inocentes gárgaras parece una necesidad, ya que los enjuagues y los cepillados parecen cumplir de sobra con la tarea de higienizar nuestros dientes y lengua.
Sin embargo, este gesto tan cotidiano de echar ligeramente hacia atrás la cabeza, llenar la boca con una pizca de agua y algún elemento sódico y aspirar aire, creando una especie de turbina o 'caldera', puede venirnos mejor de lo que pensábamos. Y no solo porque nos reconectemos con lo que ahora es tendencia y que hace años nuestros abuelos lo tenían por habitual.
Evidentemente, no hablamos de una panacea para todo tipo de males, pero sí de una práctica sencilla, casera y compatible con cualquier sistema de limpieza bucal que, además, tiene ciertos beneficios para la garganta (faringe) añadidos y que en otoño, cuando más sufrimos las afecciones respiratorias, no es desdeñable.
Cuatro beneficios de hacer gárgaras con agua y sal
No hace falta que convirtamos nuestro vasito de agua en un primo pequeño del Mar Muerto, añadiendo cucharadas y cucharadas de sal, para que nuestras gárgaras sean efectivas, aunque es necesario que el cloruro sódico o cloruro de sodio (NaCl) esté presente aunque sea con una inocente cucharadita de café.
La razón está en que la sal, desde tiempos inmemoriales, ha tenido y tiene propiedades cicatrizantes, desinfectantes y bactericidas, ya que hablamos de un poderoso deshidratante, motivo por el que las salazones han sido un pilar gastronómico fundamental para conservar ciertos productos frescos como pescados o carnes, e incluso verduras, a través de salazones y salmueras.
Se extienden así las propiedades a través de estas soluciones de agua con sal, que le van a venir bien tanto a nuestros dientes como a nuestra garganta, y que no nos van a exigir más de medio minuto de nuestras rutinas de aseo, incluso podrán ser una forma de ralentizar el crecimiento bacteriano bucal cuando no tengamos un cepillo de dientes a mano.
Inhibidora del crecimiento bacteriano
Siempre que hemos ido a una consulta del dentista para la extracción de una pieza, fuéramos adultos o fuéramos niños, parte del remedio posterior era el mismo: enjuagarse y hacer gárgaras con agua con sal para posteriormente escupirlas.
Más allá de no necesitar este procedimiento solo después de una extracción, la realidad es que estas soluciones de salmuera son una buena forma de reducir la placa bacteriana porque los ácidos que atacan al esmalte dental (principalmente tras ingerir productos muy azucarados como refrescos, zumos o repostería) se ven debilitados por la presencia de la sal, según aseguran con un estudio dirigido por la Universidad de Chennai (India).
Curación de aftas bucales
Son muchas las causas por las que las aftas bucales, esas pequeñas úlceras o llagas blanquecinas que pueden poblar nuestra boca, llegan a nuestras vidas y que no son otra cosa que una forma común de las úlceras bucales que pueden aparecer por motivos tan dispares como pequeños roces con los dientes, infecciones víricas, mordiscos o incluso tras una relación sexual (aunque no deben confundirse con el herpes labial).
Hay medicamentos recurrentes para el curado y cuidado de las aftas, que aunque no son peligrosas ni entrañan riesgos para la salud, son bastante incómodas, sobre todo cuando están en la cara interna del labio y complican la ingesta de alimentos o, si están en la cara interna de los carrillos, donde el roce con los dientes puede hacer más dolorosa su presencia.
En cualquiera de los dos casos, enjuagarse la boca con agua ligeramente salada (insistimos, basta una cucharadita) y hacer gárgaras es una forma sencilla de limitar el dolor, de acelerar la recuperación por sus propiedades desinfectantes. En cualquier caso, la mejor opción es partir de agua tibia y disolver allí la sal, que puede ser gruesa, fina o marina -o una mezcla de las tres- y proceder a la gárgara.
Hacer más llevaderas las anginas
Pocos hemos estado exentos durante nuestra infancia -y muchos durante la edad adulta- de no sufrir las temidas anginas, el nombre común que le dimos a la amigdalitis (inflamación de las amígdalas), donde ese par de pequeñas glándulas que actúan como barrera de protección ante los gérmenes en la parte posterior de nuestra boca, ya encaminándonos hacia la garganta.
Cirugía extractiva habitual hasta los años 70 del siglo XX, también fueron muchos los españoles a los que les extrajeron por la recurrencia de esta molesta inflamación que acarrea dolores musculares, fiebre y dificultades al tragar y que, por lógica, es más llevadero con unas gárgaras con agua con sal.
Reduce el ardor, el dolor y en ocasiones acelera la recuperación por las citadas virtudes que la sal tiene sobre estos tejidos blandos, además de también disminuir la consecuente inflamación. Motivo por el que también cuando se está en recuperación de una amigdalectomía o mientras se sufre de amigdalitis, se aconseja el consumo de helados para actuar domo antiinflamatorios. Lógicamente, para cualquier tipo de inflamación de la faringe o dolor de garganta, las gárgaras vendrán de maravilla.
Limitar los síntomas de la alergia
Sea en primavera o verano, e incluso otoño -que tiene un repunte alérgico importante, sobre todo a los ácaros por una menor ventilación y una reducción de la humedad relativa en el hogar-, recurrir a los gargarismos es otra buena opción para paliar, no como remedio infalible, algunos de los síntomas bucofaríngeos más habituales de esta enfermedad.
Evidentemente, no hablamos de una cura, ya que los tratamientos contra la alergia están orientados a disminuir su agresividad y a facilitar la vida del paciente, a lo que podemos echar un capote con nuestras queridas gárgaras de agua con sal por una cuestión sencilla.
Aunque la sintomatología es amplia, ya que va desde la congestión nasal y la rinorrea hasta el lagrimeo o los estornudos, la fase bucofaríngea de las alergias es compleja, ya que suele venir acompañada de una carraspera e irritación de la garganta, producto de esa respiración forzosa por la boca al tener taponadas las vías nasales. Esto implica dificultad respiratoria y pitidos en el pecho, además de la consecuente inflamación de la garganta, a la cual podemos suavizar y paliar -al menos en cierto modo- con las gárgaras, que actuarán como una especie de 'barrenderas' de esta puerta de entrada.