Morder y masticar son dos unidades indivisibles de la funcionalidad de nuestros dientes. Cortar y triturar son la labor de zapa que incisivos, caninos y molares realizan a diario, infatigables, para convertir lo que comemos en la 'gasolina' nutritiva que nuestro cuerpo necesita.
Sin embargo, sus funciones no se limitan a esta transmutación, sino que la masticación influye también en nuestra salud bucodental e incluso digestiva, siendo importante hasta para adelgazar. El problema es que los tiempos cambian: comemos más delante del ordenador; saltamos a deshora entre snacks o, como no, damos muchísima importancia a los líquidos, a los que abrazamos como solución para economizar tiempo entre comidas.
Tres factores que relevan a la tarea de masticar a un segundo plano, cuando debiera ser todo lo contrario porque masticar, aunque parezca un juego de niños, nos hace mucho bien. Desde el mismísimo acto de la nutrición, pasando por facilitar digestiones pesadas, fortalecer nuestra boca, dientes y encías o incluso evitar enfermedades bucodentales.
Si eres de esos que en vez de comer, deglute y engulle, o de las personas que han caído en la tentación de smoothies y batidos suplementarios para economizar su dieta, tendrás que seguir leyendo porque tus molares tienen mucho que decir.
Por qué necesitamos masticar
Desde que somos niños se le da una importancia fundamental al sencillo hecho de masticar. No hay más que fijarse en la incidencia que hacemos de ella cuando hay menores en casa. Aprender a masticar correctamente no es solo una buena forma de no atragantarse, sino también de obtener el máximo de nutrientes posibles en cada alimento o la no menos importante sensación de saciedad.
"La masticación es un proceso vital para conseguir que los alimentos pueden deglutirse adecuadamente mezclándose con los juegos salivares", explica Laura Llorente, nutricionista de Instituto Centta, asegurando además que "aquí se inicia el proceso de digestión", donde es necesario que "las enzimas de la saliva puedan descomponer ciertos grupos de alimentos, como pueden ser los grupos de carbohidratos", una necesidad que además sintetiza en cuatro puntos clave.
- Al triturar más los alimentos favorecemos la mayor absorción de nutrientes durante la digestión.
- Ayudan a ser más consciente de lo que estamos comiendo, reduciendo la ansiedad frente a la comida.
- Evitar sufrir ciertas complicaciones digestivas, entre las que cita la gastritis porque "la saliva que producimos cuando masticamos de forma correcta equilibra los niveles de pH del estómago", aunque podamos combatirlas con ciertas especias.
- Fortificación de los dientes, encías y los huesos de la cara
Adiós al mito de masticar 40 veces
Muchas veces hemos oído el número de veces que debemos masticar un alimento, pero Laura Llorente, desde Instituto Centta, lo desmonta: "hablar de una cifra en concreto no tiene mucho sentido". Lo que sí especifica es que "cada alimento tiene un tiempo de masticación diferente para poder descomponerse", dejando claro que "la digestión empieza en la boca".
Por eso, apunta la importancia de "intentar que las personas coman más despacio" para que así "sean conscientes de que lo están haciendo porque ayuda a facilitar la digestión, pero también ayudar a disminuir la ansiedad de los alimentos".
Por último, si somos de esos engullidores natos, nos deja una pista para intentar reducir la ansiedad como sería "poner los cubiertos en la mesa entre bocados y no volverlos a coger hasta que no hayamos tragado".
Además, nos deja ciertas pistas para lograr una masticación más saludable, ya sea por el tipo de alimentos que consumamos o por la dureza que estos tengan, enemigos potenciales de la salud bucodental.
- Alimentos cariogénicos, es decir, aquellos que provocan la aparición de caries, que explica pueden ser "dulces, caramelos o golosinas", sin importar que hablemos de "texturas chiclosas o por su dureza".
- Alimentos que producen erosión como las bebidas ácidas (zumos, bebidas deportivas, vino...) o los refrescos porque tienen un alto contenido en azúcares y los ácidos porque desgastan el esmalte. La solución pasa por beber agua o incluyendo frutas en ellas para aromatizarlas.
- Alimentos que tienen capacidad de teñir los dientes como el café, el té, el vino de nuevo o ciertos tipos de frutos rojos como arándanos o grosellas.
- Alimentos que pueden agrietar el esmalte y dejar el diente expuesto como masticar hielo o los frutos secos. En el caso de los segundos, recomienda "partirlos en trozos más pequeños o consumirlos en cremas no azucaradas".
La mala idea de comer delante del ordenador
Tener poco tiempo, no saborear la comida, comer delante del ordenador... Muchos de estos fallos están a la orden del día y no solo nos impiden socializar, sino también sacarle el máximo partido a lo que tomamos.
"Por la vida moderna tendemos a 'engullir' la comida sin saborearla. Impidiendo que haya una regulación de la conducta alimentaria porque no dejamos actuar a los controles hormonales", advierte, por eso Laura Llorente nos habla de cuatro fases en esta actividad cotidiana.
- Fase preingesta: señales psicológicas dadas por la visión y el olfato antes que el alimento llegue a boca. La función de esta fase es anticiparse a la ingesta.
- Fase prandial: es la fase que produce el mayor control del apetito. Las señales generadas por la comida en cada sector del aparato digestivo son estimulantes o inhibitorias de la ingesta en distintos grados. Cuando el alimento llega a la boca es cuando más deseos de comer se siente. En cambio, al llegar en el intestino delgado, es cuando más se inhibe este deseo.
- Fase postingestiva: el control postingesta del apetito está dado por señales de saciedad, enviadas por vía aferente al cerebro a través de los quimioreceptores del tracto gastrointestinal. Está estrechamente relacionado con la fase anterior.
- Fase postabsortiva: está marcada por los nutrientes digeridos y absorbidos, una vez que pasan al torrente sanguíneo.
Pautas que debemos tener en cuenta y que, una vez trasladadas a nuestra rutina, la especialista de Instituto Centta, reivindica la importancia de "no comer de cualquier modo", por eso recomienda que "intentemos dedicar a la comida al menos 30 minutos", con el fin de "dejar actuar a los mecanismos de saciedad".
Además, nos aconseja desterrar otras prácticas habituales como "no comer delante del ordenador o de la televisión, que se justifica por "no ser conscientes de lo que estamos consumiendo, pudiendo aumentar la sensación de hambre". Razones que sintetiza en la importancia de "ser consciente del acto de comer", dando la necesaria importancia a "comer sentado y atento a lo que hacemos".
Por qué no debemos basar nuestra dieta en líquidos
Como hemos comprobado, no solo importa cuán nutritivo sea un alimento, sino también en "la comunicación que el inicio de la alimentación implica entre el cerebro y la conducta alimentaria". Un diálogo que nuestro organismo mantiene de forma constante y que provocaría que "si no masticamos, tendamos a comer más cantidad porque no aparece la sensación de saciedad". Advirtiendo además Laura Llorente que "incluimos mayor contenido calórico en nuestra alimentación sin darnos cuenta".
Por ello, "la inclusión de líquidos (que no sean agua), aunque sean nutritivos o proporcionen algún tipo de nutriente, solemos limitarla", ya que "al no masticar, no se producen reflejos de salivación, masticación o deglución", siendo estos motivos por los que no deberíamos abusar de batidos -sean del tipo que sean, incluso de suplementos nutricionales- o zumos y licuados como podrían ser los smoothies.
Una educación desde la tierna infancia
Masticar no solo juega un papel fundamental en nuestra nutrición, sino en nuestra educación alimentaria, más aún cuando vivimos tiempos en los que se está prestando más atención que nunca a dietas equilibradas desde que somos pequeños.
"Ahora mismo los padres están muy preocupados porque los niños lleven una buena alimentación y un tema muy interesante y que suelen dejar más de lado es la importancia de la masticación", advierte la nutricionista de Instituto Centta.
En este caso ya no hablamos solo de obtener los máximos nutrientes posibles, como explica Laura Llorente, sino "desde un punto de vista más odontológico porque ayuda a desarrollar correctamente la cavidad oral y permite el desarrollo de las estructuras de los dientes definitivos", al mencionar la "incorporación de sólidos en la alimentación complementaria".
Por eso,, abre el abanico a que "cuando a los niños no le ofrecemos papillas ni triturados simplemente le ofrecemos alimentos cortados en trocitos pequeños permitimos que puedan comer de forma autónoma". Un motivo más para insistir en un buen masticar porque "acaba controlando mucho mejor la masticación y la deglución, desarrollando las diferentes habilidades para que pueda comer de forma autónoma".
Como veis, masticar bien no es un juego de niños, aunque pueda parecerlo.