Cuidar los ojos es algo que deberíamos hacer desde que somos jóvenes para evitar posibles enfermedades que pueden estar relacionadas con la retina y podrían ser muy graves. La retina es una capa delgada de tejido que recubre el interior del ojo, situada en la parte posterior del globo ocular. Es esencial para la visión porque es responsable de recibir la luz que entra en los ojos, convertir esa luz en señales eléctricas y enviar estas señales al cerebro a través del nervio óptico.
El área central de la retina, llamada mácula, es crucial para la visión central y detallada, y su región más central, la fóvea, tiene la mayor concentración de conos, permitiendo la máxima agudeza visual. En resumen, la retina es fundamental para la percepción visual, ya que convierte la luz en señales eléctricas y procesa estas señales para enviar información visual detallada al cerebro.
¿Cómo podemos cuidar nuestra retina? ¿A qué edad deberíamos empezar a preocuparnos por nuestros ojos? “Es importante que cuidemos de nuestros ojos desde la infancia, ya que una buena salud ocular es sinónimo de un buen aprendizaje, cuando somos pequeños y de una buena calidad de vida, cuando somos adultos”, nos explica la doctora Anniken Burés, oftalmóloga especializada en retina de IMO Grupo Miranza y dentro del congreso Trends in Retina.
En general, “si el oftalmólogo no recomienda lo contrario, se deberían llevar a cabo revisiones de los ojos durante la infancia, al nacimiento y luego anualmente entre los tres y los 10 años. Y, a partir de los 10 años, cada dos. Cuando somos adultos, si la salud de los ojos es buena, se comienzan a recomendar de nuevo revisiones anuales, a partir de los 40 años, que es cuando pueden empezar a aparecer los factores de riesgo de patologías como la hipertensión ocular o los síntomas muy incipientes de vista cansada (presbicia)”, añade.
Factores para cuidar más tus ojos
¿Hay personas más propensas a sufrir problemas de retina? “Sí, hay determinados factores de riesgo que pueden predisponer a la persona a padecer enfermedades en la retina. Por ejemplo, las personas con diabetes deben revisarse periódicamente con el oftalmólogo, ya que esta enfermedad, puede causar una retinopatía diabética. Igualmente, hay ciertos factores de riesgo, como la hipertensión arterial o el tabaquismo, que aumentan la probabilidad de padecer trastornos de la retina”, nos explica la oftalmóloga.
También hay otras patologías que tienen “un factor hereditario, como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Se estima que un 50 por ciento del riesgo de DMAE es hereditario y que la probabilidad de padecerla es entre tres y seis veces superior si se tiene un familiar afecto de primer grado. Y, un factor de riesgo muy habitual para padecer enfermedades, como el desprendimiento de la retina, es la miopía. Por eso, las personas miopes deben acudir a controles periódicos”, recomienda.
Problemas de retina
¿Cuáles son los problemas más frecuentes relacionados con los ojos y la retina? “Las tres que mencionaba anteriormente son algunas de las patologías que más habitualmente tratamos en consulta. También hay condiciones, como las moscas volantes, que no suelen revestir gravedad, pero que debemos controlar periódicamente porque, a la larga, pueden cursar con otras patologías”, nos dice la doctora.
¿Qué señales deben hacernos saltar las alarmas e ir al médico? “Cualquier cambio de visión, especialmente si es brusco, debe alertarnos. También hay otros síntomas que pueden ser indicios de patologías graves, como el ojo rojo o el dolor ocular. Ante cualquier cambio o molestia, lo mejor es visitar lo antes posible al especialista”.
¿Qué son las distrofias de retina?
“Son un grupo de enfermedades hereditarias que que afectan a los ojos causan pérdida de visión e, incluso, ceguera. Actualmente, no tienen cura y afectan a menos de una cada 2.000 personas. A menudo, la patología no es evidente hasta fases avanzadas, de ahí la importancia del diagnóstico genético, que también permite confirmar el diagnóstico clínico, identificar el patrón de herencia y ofrecer consejo genético a la familia, indicando la probabilidad de transmitir la patología y alertando a los familiares portadores”, nos explica la doctora Burés.
“Esperamos que en un futuro cercano los pacientes con distrofias de retina se puedan beneficiar de las terapias génicas y celulares, muchas de ellas en proceso de investigación. Actualmente, ya se ha comenzado a comercializar la primera de ellas, una terapia génica dirigida a personas con distrofias de retina y alteración en el gen RPE65. Muchos de ellos, la mayoría niños, han logrado frenar el avance de la enfermedad”, dice.
¿Cómo afectan a quien las padece? En general, los síntomas más frecuentes son:
- Pérdida de visión.
- Visión de túnel o aparición de puntos ciegos en los ojos.
- Problemas para ver en ambientes oscuros o de noche y mala adaptación cuando pasan de un entorno con luz a uno con poca luminosidad.
- Deslumbramiento o molestias con la luz.
- Ver los objetos deformados o alteraciones en los colores.
¿Qué es la terapia génica ocular?
Consiste en tratar el gen que causa la patología que afecta al paciente en cuestión y que suele tener una alteración o mutación. “Hay varias técnicas de terapia génica, como reparar el gen que tiene la alteración (una de las más conocidas es el llamado “corta y pega genética” o CRISPR). También se puede optar por sustituir o “desactivar” este gen anómalo. Todo ello, con el objetivo de frenar el avance de la enfermedad”.
¿Por qué podría cambiar la degeneración macular? “La degeneración macular es actualmente una de las primeras causas de pérdida de visión en el mundo occidental y no tiene cura a día de hoy. Con los tratamientos actuales, podemos controlar parcialmente algunas de sus complicaciones”, afirma la oftalmóloga.
“Es el caso de la forma húmeda de DMAE, que se trata con inyecciones de unos fármacos llamados antiangiogénicos. Estos frenan y ayudan a recuperar visión, en muchos casos. Además, deben inyectarse periódicamente en el ojo. Para el otro tipo de DMAE, llamado seco, no hay tratamiento actualmente. Asimismo, esperamos que los estudios en curso puedan, en el futuro, ayudarnos a enlentecer o quizás incluso detener, el avance de esta enfermedad”, concluye.