Llegar a la tercera edad puede suponer algunos problemas como la soledad o el sedentarismo, por lo que llevar una vida activa y en comunidad puede resultar de gran utilidad para la salud física y mental a partir de un cierto momento de la vida. Lo primero que hay que saber es que cuando hablamos de la tercera edad, no podemos meter en el mismo saco a personas de 65 años con personas de 95.
“Son tan diferentes como un niño y un adolescente que empieza la universidad. Cuando hablamos de tercera edad, solemos tener en la cabeza una persona frágil que apenas puede moverse o levantarse de la cama. Es paradójico que seguramente los padres o los abuelos de mucha gente se encuentren en la tercera edad y sin embargo están lejísimos de esa descripción”, nos explica Juan Cartagena, cofundador de Rosita Longevity.
Entonces debemos dividir primero a la población mayor en segmentos más útiles para entender cómo se afronta la vida en esa edad. “Podríamos hablar de tres grupos: los 'bon vivants', que les encanta vivir bien; los familiares, cuya prioridad son sus hijos y nietos; y los tradicionales, que pasan más tiempo en casa. Y cada vez hay más 'bon vivants', que lo que quieren es pasárselo bien. Entonces como sociedad lo primero que tenemos que hacer es reducir el paternalismo de “pobres abuelitos” y pensar más en que entran en una fase fantástica en la que tienen el cien por cien de su mente, el 99 por ciento de su cuerpo, y más tiempo que nunca”, añade el experto.
Vida activa y tercera edad: un propósito para seguir
Si volvemos a nuestra descripción anterior, los 'bon vivants' viven a tope, incluso los que están solos. No debemos olvidar que el auge de los divorcios de los años 90 da lugar a las personas recién retiradas de hoy. Muchas de esas personas encontraron una nueva pareja y pueden vivir una nueva luna de miel. “Otras salen muchísimo a conocer gente, con amigos, a viajar y lo que encuentran es que tienen mucho más tiempo para sí mismos del que nunca han tenido”.
El mayor problema al que se enfrenta una persona mayor se resume en una palabra japonesa: Ikigai. Es el propósito, la razón por la que levantarse por la mañana. Los 'bon vivants' están deseando salir y viajar; los familiares están deseando visitar a los nietos, y los que más sufren son el sector más conservador, que tiende a pasar más tiempo de forma sedentaria en casa. “Estas personas, si no tienen proyectos y la salud para ejecutarlos, tienen más riesgo de sarcopenia, fragilidad y dependencia. Es un círculo vicioso”.
Qué debería hacer la familia
“De nuevo haría una diferenciación. Mi madre tiene 67 años y vive sola. Mi abuela, 96, también vive sola con ayuda. En ambos casos, yo puedo beneficiarlas ayudándoles a tener proyectos y que puedan ejecutarlos. Para poder ejecutarlos es fundamental que tengan la fuerza y la autonomía”, nos dice Cartagena. “Entonces recomendaría a todos los hijos que busquen la forma de apoyar a sus padres y abuelos en sus proyectos, aunque sean tan sencillos como tirar un tabique de su casa para agrandar el salón o montar un huerto de dos metros en la terraza”, afirma.
Lo segundo es que traten de que tengan un compromiso para optimizar su salud. Y con la salud no vale una cultura de mínimos. Uno puede sacar un cinco en longevidad viendo la tele y esperar no tener enfermedades, o intentar sacar un 9. Como hijos tenemos que ayudar a nuestros padres a sacar un 9, y si están solos aún más, porque lo último que quieren es perder autonomía y no poder vivir más en casa.
“El trabajo que nosotros hacemos desde Rosita Longevity es ayudar a que la gente mantenga esa autonomía muchos años, optimizando su longevidad saludable sacando un 9 desde los 60 años, momento en el que empieza el proceso de envejecimiento. No podemos entender una vida con propósito si no tenemos salud”, asevera. Llevar una vida activa es clave: ya sea saliendo a caminar a diario, a hacer la compra, a ver a algún familiar o amigo o yendo incluso al gimnasio para hacer clases adaptadas a la nueva edad que se está afrontando.
¿Cómo evitar la soledad?
En muchas ocasiones, la soledad a la que se enfrentan los mayores se debe sobre todo a la falta de pertenencia. “Y ahí poco importa la edad. Si tienes 35 años y una baja percepción de pertenencia a una comunidad, te sentirás solo. Simplemente con 35 años tenemos acceso a muchas comunidades. La del trabajo, la de los hijos pequeños, los primos y suegros, la del colegio, los viejos amigos del colegio… y con la edad perdemos muchas de esas comunidades”.
Es fundamental pertenecer a más comunidades de interés. En el pasado, al vivir en pueblos pequeños se mantenían las comunidades de tu edad mucho tiempo. En las ciudades esto se pierde. Mucha gente utiliza los centros de mayores. “Hoy no me cabe duda de que el inicio está en internet porque podemos encontrar personas con nuestros hobbies e intereses mucho más atomizados, que luego se puede multiplicar con eventos offline”.
Y de nuevo, todo esto tiene una base que es el sedentarismo y la televisión. “Las personas mayores le dedican demasiado tiempo a la tele. Al convertirse en más sedentarios, pierden movilidad, pierden masa muscular, aumenta su riesgo de caídas y por esa pérdida de equilibrio les da más miedo salir, aumentando el ciclo. Ese es el inicio de la soledad y la dependencia. Y no es cosa de 90 años. Desde los 60 empezamos el ciclo artrósico y del dolor, y es importante prevenirlo o nos convertiremos en más y más sedentarios”, concluye el experto.